jueves, 18 de octubre de 2012

¿Agradecer?



El cantante napolitano Enrico Caruso murió joven, a los 48 años, el 21 de Agosto de 1921. Algunos especialistas del mundo del canto lo consideran como el mejor tenor hasta hoy. Además de una voz excepcional tenía un corazón grande y generoso. Había ayudado a los niños de un orfanato norteamericano. Según se cuenta, al conocer el hecho triste de su muerte, decidieron hacerle un regalo: enviaron un cirio al santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya para que ardiese las 24 horas de cada 1 de Noviembre en la capilla de la Virgen en su memoria. Dado que el cirio pesa 500 kilogramos y tiene 5.4 metros de alto y 1.5 metros de circunferencia, se calcula que durará 120.000 horas encendido. Como lo está sólo 24 horas al año, llegará hasta el año 6.921.

¿Es innata la gratitud en el ser humano? ¿Es sólida, duradera, constante? “Es de bien nacidos ser agradecidos” se dice entre nosotros. Pero se tiene la impresión, al girar la vista en el propio entorno, que este sentimiento no se da por igual en todos. ¿Es que hay alguien mal nacido? ¿O juega también la educación en el aliento de esta virtud? Yo no lo dudo. Cuando a un niño se le inicia razonada y sabiamente en la vida, ya desde pequeño, en el “sentido del otro” ante el hermano más pequeño o mayor que él, ante los padres, los maestros, los mismos amigos y compañeros, crece en él la actitud de aprecio, respeto, atención y afecto. Agradecer no es pagar una deuda por un favor recibido. Se podría saldar con otro favor recíproco y… en paz.
Agradece de verdad el que ve en el otro una persona para el que se ha hecho un hueco en el corazón. O, dicho de otro modo, agradece el que ama. O de otro modo todavía: enseñar a amar es ayudar a que crezcan todos los sentimientos positivos de los que es capaz el ser humano. Y así el agradecimiento será una noble irradiación del propio corazón.

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