Cuando me pregunto sobre el origen
de la palabra arrendajo (que acabo de
usar y voy a seguir usando) recurro al Diccionario de la Real Academia
Española, que sabe mucho de arrendajos
y de otras cosas, y leo que me dice de un modo conciso y terminante: de arrendar. Pero como el arrendajo es un ave y tiene sus
costumbres, vuelvo a mi fuente de inspiración, la RAE, y leo: Ave del orden de las Paseriformes, parecida
al cuervo, pero más pequeña, de color gris morado, con moño ceniciento, de manchas
oscuras y rayas transversales de azul, cuya intensidad varía desde el celeste
al de Prusia, en las plumas de las alas. Abunda en Europa, habita en los
bosques espesos y se alimenta principalmente de los frutos de diversos árboles.
Destruye los nidos de algunas aves canoras, cuya voz imita para sorprenderlas
con mayor seguridad, y aprende también a repetir tal cual palabra.
Nunca he visto un arrendajo (salvo en imagen), pero he quedado casi
fascinado ante el aire que me da la Academia de un pájaro tan bonito como el arrendajo: “… de color
gris morado, con moño… (he omitido aquí lo
de ceniciento para que no desmerezca
de nuestra estima), de manchas oscuras y
rayas transversales de azul, cuya intensidad varía desde el celeste al de
Prusia, en las plumas de las alas. ¿Se lo imaginan?: sobre un fondo gris
morado destacan unas rayas transversales celeste y Prusia. Y sigue: Abunda
en Europa, habita en los bosques espesos y se alimenta principalmente de los
frutos de diversos árboles ¡No me lo nieguen!: ¡Qué buen gusto al escoger casa y al programar su alimento!
Pero se me cae el alma cuando sigo:
“Destruye los nidos de algunas aves
canoras, cuya voz imita para sorprenderlas con mayor seguridad, y aprende
también a repetir tal cual palabra”. Es un alivio saber que llega a
articular palabras, aunque con sólo unas cuantas palabras no llegue a tener un
discurso propio. Pero lo de “destruir los
nidos de algunas aves canoras, cuya voz imita para sorprenderlas con mayor
seguridad” no me va: ¿Cómo un pájaro tan bien dotado por fuera alberga por
dentro esa tendencia irreprimible a destruir el nido ajeno, precisamente el de
algunas aves canoras? ¿Envidia? ¿Camuflaje sonoro? ¿Rabia? ¿Ansia por destruir
lo que existe, lo bueno, lo bello? ¿Falta del sentido de respeto al otro porque
ofende su amor propio? ¿Desfachatez para destruir o hacer propio lo que le
irrita por no tenerlo él? ¿Vagancia en sus deberes y explotación del fruto
producido por el esfuerzo de otros?
Y mi desánimo llega a los niveles
del sucio asfalto (¡se me acabó el nido, se me hundieron mis ilusiones, se
deshizo mi entusiasmo ante un ave tan pájaro!) cuando la ciencia y la RAE me
dicen que ¡imita para sorprender con
mayor seguridad!
¿Han dado por la vida con algún
arrendajo con faldas y pantalones? ¡Cuidado con ellos porque parece que arrendajo viene de arrendar, que no
significa sólo pagar un alquiler, sino también arremedar, es decir, remedar, imitar. No vaya a darse que en vez de
dignos ciudadanos sean pájaros de cuenta.
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