martes, 27 de diciembre de 2011

Nuestra música.


En cierta ocasión, un buen hombre que viajaba con sus mulas cargadas de mercancías, fue asaltado por unos ladrones.
A la mañana siguiente pasaron por allí unos arrieros y encontraron a nuestro personaje cubierto de moratones y de sangre. Estaba vivo, pero en muy mal estado. Casi no podía hablar.  Hizo un increíble esfuerzo y llegó a balbucir con sus labios entumecidos e hinchados: "me robaron las mulas". Permaneció en un silencio que causaba dolor; y, tras una larga pausa, logró empujar hacia sus labios destrozados una nueva queja: “me robaron el arpa”... Al rato, y cuando parecía que ya no iba a decir nada más, comenzó a reír. Era una risa profunda y fresca que inexplicablemente salía de aquel rostro desgarrado. Y, en medio de la risa, aquel hombre logró decir: “¡pero no me robaron la música!”.
Amigos: ¡La Música! Esa melodía interior que va modulando todo lo que hacemos, lo que soñamos, por lo que luchamos... Y que da, incluso, sentido a lo que sufrimos. Eso no nos los pueden robar, no podemos permitir que nos lo robe nadie. Y eso depende de nosotros. Cada uno sabrá qué son para él las mulas...; en qué consiste su arpa... Los acontecimientos, las circunstancias que forman parte de nuestra vida, podrán llegar a robarnos las mulas y el arpa. Pero no permitamos que nada ni nadie nos robe la música.
Nuestra música, como creyentes, es Jesús. Verdadera melodía que puede dar luz, sentido y alegría a toda nuestra vida. A ese Jesús de quien estamos a punto de celebrar el cumpleaños un año más. Los días que vamos a vivir serán días de bullicio, de nerviosismo y ocupaciones. Que nada de ello nos impida algún momento en que poder pensar, valorar y agradecer lo que el Niño de Belén es para cada uno. Nos puede parecer que cada año se repite lo mismo, que no hay novedad de una Navidad a otra... Cuando una melodía nos encandila, la estamos repitiendo continuamente, ¡y nos estimula!
Que la Navidad “repetida” de este año nos ayude a aprender, a interiorizar, esa melodía que es Jesús. Poco a poco, casi sin darnos cuenta, nos iremos identificando con Él.

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