viernes, 26 de agosto de 2011

Cruces.


La Kryžių kalnas (Colina de las cruces) se encuentra a unos siete kilómetros al norte de la ciudad industrial de Šiauliai, en Lituania. Uno no va a esa colina a contar sus cruces. Nadie lo sabe, aunque se supone que son más de cien mil.
Parece que las primeras se plantaron después de la batalla de Grünwald en 1410, contra la Orden Teutónica. Lituania era libre y defendía su independencia con la fuerza de la cruz, signo de libertad y sacrificio de la vida por defenderla
Pero no todo fue fácil. Quedó anexionada a la Rusia de Catalina II de Rusia en 1795 y reprimida en 1836 y 1863. Aumentaron entonces las cruces y el intento de eliminarlas. Estuvo sometida a los alemanes en la segunda guerra mundial hasta que la ocuparon los rusos en 1944. Y las cruces crecieron. Se niveló la colina y entre 1961 y 1975 y en distintas ocasiones se destruyeron las cruces que volvían a florecer.
En 1985 llegó la paz a la colina y después de la caída del muro de la división, la cruz volvió a ser la fuerza de la unión, de la hermandad, de la libertad y del amor. Las ideologías (¿existen?; ¿qué son?) no tienen nada que temer de las cruces, de la Cruz. Al contrario, deben acudir a ella si quieren ser algo para beber autenticidad. Porque, aparte de la referencia que tiene para la fe de los cristianos, que en ella depositan su amor a la bondad y grandeza de Cristo, es para cualquier hombre con sentido común que conozca su historia y su naturaleza, el instrumento con el que se saben capaces de defender la dignidad de las personas, la libertad de su grandeza, la capacidad de crecer en amor y entrega, el camino para levantar una sociedad en el respeto y la paz, la solidaridad mutua y la estima por los valores que la hacen merecedora de poder existir.

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