Parte del texto impreso, dos años más tarde, de las reglas
... o, más exactamente, 881.250 libras esterlinas, es lo que se llegó a dar el jueves pasado, en una subasta de Sotheby’s de Londres por un libro muy particular. Veamos.
El librito (o, más bien, folleto) tiene 154 años, es un manuscrito y se escribió cinco años antes de que naciese la British Football Association. Porque este tesoro es nada menos que el primer reglamento de fútbol existente. Nació en 1858, al mismo tiempo que el club que lo redactó, el Sheffield Fc, que lo poseía hasta hace poco. Habla del saque de esquina (en Inglés, claro), del penalty y de otras normas que se incorporaron a la Liga Inglesa en 1863 y en uso hoy en todas las canchas que pasan por serias.
Richard Tims, presidente del anciano club, lo aureolaba de valor con toda razón, diciendo: «En torno a este objeto hay un fuerte interés internacional, que refleja el gran atractivo que rodea tanto al fútbol en sí mismo como a su importante historia».
No añadía, pero todos lo sabemos, que los apuros económicos del club le han obligado a abrir sus viejos baúles y lanzar a la subasta sus preciosas alhajas. El Sheffield Fc es semiprofesional y juega en la Northern Premier League Division One, que es un título muy solemne que corresponde a la octava categoría del campeonato británico. Y ¡claro!, a la vista de los fichajes que hoy corren por esos despachos del mundo, se han dicho: «¿Y nosotros?».
¿Y nosotros? Nosotros somos los que conservamos en el fondo de nuestros tesoros familiares y espirituales, sin que les dé el aire porque tememos que parezcan pasados de moda, valores, principios, reglas, verdades y programas que podrían hacer avergonzarse (si supieran leer) a los que pasean por las canchas de la sociedad las modas, los modos de la comodidad, de la anomia, del capricho, del engreimiento, del desafío, de la jactancia, de la altanería, de la soberbia, del despotismo, del desorden, de la sinrazón, del antojo, del hedonismo, del mal gusto, de lo más animal del ser humano.
Los que leen esto (si es que hay alguien que lo lea) saben bien dónde apuntar para aplicarse y aplicar, si le dejan, aquellas normas sabias guardadas en el vetusto cofre familiar que tanto bien hicieron a sus vidas y a las vidas que aprecian.
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