viernes, 22 de julio de 2011

"Hermano Mosca".

Estamos reconstruyendo una nación vigorosa, noble, justa, entusiasta, obsequiosa… sobre cimientos dudosos. Da la impresión de que se levanta sobre el fango, que por capilaridad sube y sube, invade su estructura y ahoga su decir que quiere, sin que pase de decir y de querer.
Esto no es nuevo. Cuando san Pablo, aquel gran constructor de naciones creyentes, escribía a los cristianos de Tesalónica su segunda carta, advertía: “… nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada…”. La comunidad cristiana de Tesalónica era jovencísima. Y ya había vagos.
Y, siguiendo con santos, es bueno acudir  al varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial, el mínimo y dulce Francisco de Asís, como le definía Rubén Darío cuando nos relata que está con un rudo y torvo animal (el lobo de Gubbio, como todos recuerdan). Pues de este mínimo y dulce Francisco, nos cuenta por su parte Tomás de Celano, que un novicio era un problema para el santo: "Apenas rezaba, no trabajaba ni quería salir a  pedir limosna. Pero tenía buen diente a la hora de la comida. Francisco hubo de decirle: 'Sigue tu camino, hermano Mosca, dado que no tienes reparo en aprovecharte del sudor de los otros, mientras que te estás ocioso en la obra del Señor. Como inútil zángano no ganas nada, ni trabajas, sino que devoras el trabajo y las ganancias  de las abejas diligentes".
Somos todos tan buenos catadores (de “captar”: darse cuenta,  advertir, enterarse...) que nos sentimos ahogados por personas, grupos, asociaciones, instituciones que no dan golpe, pero tienen buena voz. Una mente avisada les ha dado vida para albergar a los que nacen o pacen alimentando las ganas de vivir del cuento. A los hermanos mosca, a los tábanos (en las Hurdes los llaman con toda razón tabarros).
Sabemos lo que pacen. Y ¿dónde nacen? En familias invertebradas. En ellas no hay conjunción de vida, ni de amor, ni de proyecto, ni de esfuerzos. Los principios son endebles, si los hay. Los valores son los del mínimo esfuerzo, chupar del bote, buscar la mejor sombra, escurrir el bulto, echar la culpa al otro, aprovecharse siempre que se pueda, tirar de la mejor tajada... Los métodos de educación son el grito, la amenaza, el castigo, el “arréglate como puedas”, “tú verás”, “ya eres mayorcito”, “yo a tu edad…”, “aquí ¿quién manda?”, “pues vas a ver”, “allá tú”, “eres igual que tu padre”, “sales en todo a tu madre”... 
Y no escarmentamos. No nos damos cuenta de que fabricar hombres y mujeres (hombres y mujeres de verdad), cuesta sangre (sangre noble, aunque no azul). A los fabricantes y al producto.

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