Anelosimus es un género
de araña identificado como tal por Eugène Simon desde 1891 en Venezuela. Llaman
la atención estas arañas por su capacidad social. Viven en zonas
tropicales. Algunas especies que viven por encima de ese cinturón parecen solitarias.
La mayor parte, en cambio (las analyticus, andasibe, arizona, baeza, biglebowski,
chickeringi, chonganicus, crassipes, decaryi, dialeucon, domingo, dubiosus,
dubius, tipo, elegans, ethicus, exiguus,
eximius, fraternus, guacamayos, inhandava,
iwawakiensis, jabaquara, jucundus, kohi, linda, lorenzo, puede,
misiones, pantanal, puravida, tungurahua, vondrona… ¡qué nombres!), que pululan
en el aire de México, Perú, Brasil, China, Japón,
Islas Ryukyu, Panamá, Ecuador, Argentina, Corea, Japón, Malasia, Madagascar,
Kenia, Costa Rica, Jamaica, Brasil… forman una red (¡auténtica tela de araña!)
que mide muchos metros y que sostiene a miles de estos animalitos en el aire.
Sin duda las habéis visto en algún documental de ciencias.
Pero a nosotros pueden interesarnos para nuestra reflexión, además
del recuerdo de estos animales, estas dos referencias. Simon (1848-1924),
nacido en París, dedicó su vida al estudio de los arácnidos y los crustáceos. A
los dieciséis años escribió el primero de sus 328 estudios, Historia natural de los arácnidos. Y
legó al Museo de Historia Natural de París
la clasificación de 26.000 arácnidos. Había viajado apasionadamente por todo el
mundo. No fue precisamente un vago.
Y esa es la primera reflexión de estímulo para nuestros vagos y “mareantes”, los muchos jóvenes que marean
a sus padres estudiando, si acaso, para aprobar, quejosos de la exigencia de
sus desesperados maestros, soñando con un viernes por la tarde que no acabe
nunca.
Y
la segunda es la que nos ofrecen los muchos anelosymus
que se alían para compartir la vida, que se unen para construir una misma casa,
que se sostienen porque para ellos “el grupo” (tan grande a veces) no es un
puro refugio para mecerse y descansar, sino la realización conjunta de un
proyecto de existencia.