Cuando el hombre ya no encuentre placer en su trabajo y trabaje sólo para alcanzar sus placeres lo antes posible, entonces sólo será casualidad que no se convierta en delincuente.
Así pensaba el alemán Christian Matthias Theodor Mommsen, Nobel de Literatura en 1902. Y ese pensamiento y la contemplación de su vida bastan para que estas buenas noches sean un provechoso alimento interior. Es suficiente pensar en los muchos delincuentes o medio-delincuentes o abocados a serlo que no han encontrado nunca placer en su trabajo porque la única razón para soportarlo es obtener de él los medios para no tener que trabajar.
Nuestro personaje nació en 1817 en Garding, un pueblecito pequeño que en aquellos años pertenecía a Dinamarca. Su familia era humilde, pero su padre, pastor protestante, le orientó hacia las lenguas clásicas. En la Universidad de Kiel se doctoró en Derecho. Y obtuvo de la Academia de Berlín la financiación de un proyecto gigantesco: editar todas las inscripciones latinas del Imperio romano: Corpus Inscriptionum Latinarum. Cuando murió en 1903 se habían publicado ya más de 120.000 epígrafes. Fue catedrático en diferentes universidades de Derecho romano, Filosofía e Historia antigua.
Además de su ingente trabajo científico, quiso aportar sus esfuerzos y servicios al bien de su patria como Diputado en el Parlamento alemán en tiempos del bien conocido Otto von Bismarck, contra el que se situó con la crítica a sus procedimientos, a partir de 1881.
Gracias a sus diligentes estudios lingüísticos se pudo establecer un cuadro muy aproximado de la distribución de los dialectos usados antes de la “imposición” histórica del Latín.
En la lectura repetida de la afirmación de Mommsen que abre estas líneas y la reflexión sobre su entrega al trabajo puede encontrarse un acicate poderoso para estimular el esfuerzo en el trabajo, sea de investigación, estudio, servicio en las muchísimas plataformas de enriquecimiento de la sociedad a la que nos debemos.