El fuerte de Cabrerizas Altas es, con el fortín de Reina Regente, la avanzada de la defensa de Melilla. En Cabrerizas estaba el Batallón Disciplinario del Ejército (o “corrigendos”) hasta que, a mediados del siglo pasado y por la necesidad de reforzar el frente ante el llamado Ejército de Liberación del Sahara, fueron trasladados allí sus componentes.
Uno de los testigos de la llegada de aquel batallón me contaba, emocionado a pesar de los años trascurridos desde entonces, más de medio siglo, su impresión. Los vio, al llegar, como un desfile de espectros: vestidos casi con harapos, decaído el ánimo, como sin fuerzas, volcado cada uno en su propia rabia interior.
Al cabo de no mucho tiempo se operó en ellos una prodigiosa transformación. No eran ya el Batallón disciplinario, sino el 5º Tabor de Tiradores de Ifni; lucían con orgullo sus nuevos uniformes color arena; y a sus caras se asomaba el vigor joven de una Primavera.
¡Cuántas veces “gobierna” la familia un padre que no se ha preocupado de estudiar el alma de sus hijos, que no se da cuenta de que el propio ejemplo es el supremo y primer estímulo para que crezcan! Que una palabra de ánimo llena de ternura ayuda a corregir un error, a superar una prueba, a afirmar la sensación de la propia valía.
Pues ¡no señor! El cansancio (¡sí!: ¡Ya estoy harto de este inútil!), la falta de auténtico amor (¡No sé para qué me he casado!), la estúpida creencia de que a un padre lo único que se le pide es que eche algún hijo a este mundo y, en último término, pero que es la raíz de todo, un personalismo inmaduro que contagia a toda la familia, hace que el hijo o los hijos se hundan en el abismo del autodesprecio, en la necesidad de hacer algo que, como poco, llame la atención hacia su persona y que se metan por caminos de los que será muy difícil que sepan y puedan y quieran salir.
Y esos padres, seriamente comprometidos en la marcha hacia la autodestrucción de sus hijos, hacia la construcción de hogares (¿hogares?) prontamente rotos, deshecho porque han coincidido en él dos seres humanos (es mucho decir madre y padre) decididos a realizarse en su persona libre sin haber realizado el modelado de las personas de sus hijos, creerán que son ellos los que tienen la razón.
¿Exagerado? Tomando cada uno con serenidad y valentía lo poco o lo mucho que le corresponda se puede enderezar la senda de la educación de los hijos, la más sublime y reconfortante acción de los padres junto a sus hijos.