Mostrando entradas con la etiqueta fortaleza. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta fortaleza. Mostrar todas las entradas

miércoles, 6 de abril de 2011

¿Un eje diamantino?


Riga, que fue de alemanes, polacos, rusos y es de letones.

El 29 de noviembre de 1898 lanzó el joven e impetuoso fuego de su vida a las heladas aguas del río Dvina a su paso por Riga, donde vivía. Arrastró así hacia el final sus 33 años llenos de ilusiones, fracasos, esfuerzo, estudio, altura de pensamiento, amores, errores y enfermedad.
Había hecho, sin éxito, oposiciones a la cátedra de Griego de Granada casi al mismo tiempo que su cercano amigo Miguel de Unamuno, con quien tanto tenía en común. Y aquel primer fracaso fue el comienzo, en 1892, de una breve carrera como cónsul en Amberes, Helsingfors y Riga que no llenó su corazón. Un corazón profundamente cristiano, aunque aquejado de desplantes heterodoxos, y una carga dolorosa de decepciones, sinsabores de amor y temores.
Ángel Ganivet había escrito dos años antes Idearium español que arranca así:
"Toda la doctrina de Séneca se condensa en esta enseñanza: No te dejes vencer por nada extraño a tu espíritu; piensa, en medio de los accidentes de la vida, que tienes dentro de ti una fuerza madre, algo fuerte e indestructible, como un eje diamantino, alrededor del cual giran los hechos mezquinos que forman la trama del diario vivir; y sean cuales fueren los sucesos que sobre ti caigan, sean de los que llamamos prósperos, o de los que llamamos adversos, o de los que parecen envilecernos con su contacto, mantente de tal modo firme y erguido, que al menos se pueda decir siempre de ti que eres un hombre".
Es necesario, en efecto, ese eje diamantino. Pero no basta. Los misterios de la vida y de la muerte necesitan, además, de algo más hondo y más cálido. No se vive girando, sino amando. Y no se alcanza el triunfo del amor hasta que no se descubre que amar no es sólo ser amado, no es sólo una meta de complacencia; hasta que se descubre que el amor lo es de verdad cuando se llega a vivirlo como un incondicional tributo: a la propia vida y a su proyecto; a los que caminan con nosotros y a su pobreza; a Dios y a su ternura.