Parece que la Celti
turdetana (hoy probablemente Peñaflor, en la provincia de Sevilla, tocando a la
de Córdoba, y al lado del Guadalquivir que pasa joven y haciendo eses) fue una
plaza romana importante en el comercio de aceites y alfarería en el siglo I aC.
Tuvo moneda propia. En un ejemplar conservado aparece un jabalí alcanzado por
una lanza (muy cerca, a unos siete kilómetros, está la sierra) y consta la
abreviatura, CELTITAN, del nombre completo que le dio en el año 74 el emperador
Vespasiano: Municipium Flavium Celtitanum
Además del yacimiento
arqueológico de La Viña, se conservan restos funerarios, que siguen
hablándonos. Una estela funeraria nos
regala la biografía de un joven. Leamos:
"A los Dioses Manes. Aquí yace Quintus Marius
Optatus, natural de Celti y de edad de veinte años. ¡Ay, dolor! ¡Oh tú,
caminante, que pasas por la vera de este camino!, entérate quién fue el joven,
cuyos restos mortales se guardan dentro de esta tumba. Apiádate de él y
ofrécele tu saludo. Era diestro en lanzar el arpón y el anzuelo al río, de
donde sacaba abundante pesca; como buen cazador sabía clavar su jabalina en el
corazón de las fieras bravas; sabía también apresar a las aves con varas
untadas de liga. Además cuidaba del cultivo de los bosques sagrados, y a ti,
¡oh Diana!, nacida en Delos, casta, virgen y triforme luna, erigió un santuario
tutelar en la sombreada floresta, cumpliendo lealmente el voto realizado. En el
gran predio de su heredad dio feliz impulso a las tareas agrícolas, haciendo
que con ellas se uniesen los extensos valles a los pintorescos paisajes y las
ásperas cimas de la sierra, bien surcando los eriales con el arado, bien
metiendo y protegiendo en hoyos
hechos con cuidado, los tiernos sarmientos de la vid”.
¡Una
densa vida bien apretada en veinte años! Ilusionado con la vida,
emprendedor, amante de su tierra, superior
a las bestias, habilidoso en las artes de pesca y caza, valiente y seguro ante
las “fieras bravas”, de corazón devoto hacia Diana y fiel a la pietas paterna que, sin duda, cultivó
hacia sus padres. Porque ellos ¿quién, si no?, pusieron sus restos en la orilla
del camino (como se hacía con quienes se quería mantener cerca) y lloraron, ¡Ay dolor!, su precoz descanso.
¿Algo
que escuchar? Sin duda. La identificación con un ejemplar modélico que nos
anima a creer en nuestros hijos, en nuestros educandos, en su crecimiento
integral, en su sueño de poder servir como ejemplo e incentivo para sí mismos y
para los demás.