Primero Virgilio (¡perdón!: Publius Vergilius Maro 70-19 aC) y, cincuenta
años más tarde, Columela (¡perdón de
nuevo!: Lucius Junius Moderatus 4-70 dC), que habían aprendido de griegos,
cartagineses y latinos más viejos que ellos el cultivo de la vid, enseñaban a
su vez, con Georgica y el Liber
de arboribus, cómo se cultiva esta eximia planta, entre otros vegetales
ilustres. Por ejemplo, el gran poeta (Virgilio, naturalmente, porque Columela,
a pesar de haber nacido en Cádiz, de poeta nada de nada) en el segundo libro de
sus Geórgicas decía cosas tan
sabrosas como éstas (traducidas por mí más o menos): “…planta las vides en
tierra parecida a la de su madre”. “Que estén orientadas al Norte o al Sur si
al Norte o Sur en su infancia estuvieron”; y añade: “que es mucha la fuerza que
guarda el hábito de la juventud”... “Puestas en orden a igual distancia
separadas las filas por senderos amplios”.
El Istituto per i beni archeologici e monumentali
del Consiglio nazionale delle ricerche en colaboración
con la cátedra de Metodologías, cultura
material y producciones artesanales en el mundo clásico de la Universidad de Catania se han puesto a
ello. Quiero decir a cultivar la vid como los antiguos romanos y a
ver qué pasa.
Parece un reto y una
forma arqueológica en vivo ridícula e inútil. Porqué ¿qué van a enseñar gentes
de hace dos mil años después de que en el tiempo pasado se han hecho tantos
ensayos, cruces, injertos, cepajes, hibridaciones, podas, abonos y todo ese
mundo de mimo que los entendidos saben y practican?
La reflexión, muy
breve, va por otro camino muy diferente pero igualmente delicado: ¿Qué hay de
la educación que nos dieron nuestros mayores? ¿Su “producto” fue peor que el
que puebla hoy nuestro mundo? ¿Estamos convencidos de que la “ley” que hay hoy
en el aire y que rige la educación de nuestros hijos, de nuestros nietos, ha
dejado o deja o va a dejar en la historia la presencia noble de personas llenas
de ardor para el trabajo, de tenacidad para la lucha, de constancia en el
esfuerzo por formarse, de decisión para renunciar a todo lo que estorbe en la
construcción de una mujer y de un hombre abiertos a los demás, generosos en
darse, decididos a amar más a los otros – a todos los otros - para dejar de
amarse tanto a sí mismos?