viernes, 9 de agosto de 2013

Aparecida.



El 10 de julio de 2007 el Papa Benedicto XVI aprobó el documento conclusivo de la Quinta Conferencia del episcopado latinoamericano:

"Al mismo tiempo que expreso mi reconocimiento por el amor a Cristo y a la Iglesia, y por el espíritu de comunión que ha caracterizado dicha Conferencia General, autorizo la publicación del Documento Conclusivo, pidiendo al Señor que, en comunión con la Santa Sede y con el debido respeto por la responsabilidad de cada Obispo en su propia Iglesia particular, sea luz y aliento para una fecunda labor pastoral y evangelizadora en los años venideros."

Se había compuesto del 13 al 31 de Mayo del año citado en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, a 260 kilómetros de Río en un valle del estado de Sao Paulo, el centro de peregrinación más grande del mundo. Es un sustancioso mensaje social orientado por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio y actual Papa Francisco, como fruto de un amplio, ordenado y complejo dialogo: una mirada a la pastoral, con atención preferente hacia los pobres, una sacudida a la creatividad y renovación de la Iglesia. «¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!». Bergoglio decía de él: «El documento de Aparecida no se agota en sí mismo, no cierra, no es el último paso, porque la apertura final es sobre la misión».



Sus tres partes contemplan la vida de nuestros pueblos hoy con los discípulos misioneros atentos a la realidad, la vida de Jesucristo que despierta en ellos la alegría de seguirlo, su llamada a la santidad, la comunión entre ellos y su formación; la vida de Jesucristo para nuestros pueblos en la misión al servicio de la vida, de la dignidad humana, de la familia, de las personas y de la vida. Y la atención a la cultura propia de nuestros pueblos.



Se cierra con una larga y encendida petición: “¡Quédate con nosotros, Señor…!”.

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