Mostrando entradas con la etiqueta vocación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vocación. Mostrar todas las entradas

miércoles, 23 de noviembre de 2011

España vieja...

Llamar vieja a algunas personas es usar un apelativo de cariño: “¡Mi vieja!”. Porque esa voz es el resultado de muchos siglos de castellanizar un diminutivo latino lleno de ternura: ¡Vetula!, “viejecita”. Pero a otras les sienta tan mal, que hay que recurrir a circunlocuciones o a términos que no se sabe por qué parecen más respetuosos como “anciana”,  “longeva”, “abuela”, “decana”, “rica o entrada en años”,  “veterana”, “madura”, “mayor”… España va poblándose de viejos. Dentro de poco su bosque estará dominado por los que desde hace algunas décadas se llaman tercera, cuarta, quinta… edad.   
La Iglesia en España es joven. Sólo tiene dos mil años. Pero sus servidores, los administradores más íntimos de sus bienes, los sacerdotes, están siendo cada día menos y cada día más ancianos.  
L’Osservatore Romano, que es el diario vaticano, daba hace pocos meses un informe tomado de su Anuario. Los sacerdotes diocesanos en el mundo católico son 275.542 y los sacerdotes, miembros de institutos religiosos, 135.051. Hace doce años los números respectivos eran 265.012 y 130.997. Se ha dado un promedio de 3,7 por ciento de aumento. Pero…
Pero el crecimiento no se ha dado por igual. En Europa ha habido una disminución desde un 52 por ciento a 46 por ciento del número total de sacerdotes. En América hubo un leve crecimiento: de 29,7 se pasó a 29,9 por ciento. En África la variación ha sido también de crecimiento desde 6,6 al 8,9 por ciento. Y en Asia del 10,6 al 13,5 por ciento. Los fieles han aumentado en África, Asia y América Meridional, mientras que disminuyen en América del Norte y en Europa.
¡La vieja Europa y la vieja América del Norte! “Si América del Norte es joven”, dirá alguno. Sí, cuando la vejez se mide en años. Pero igual que hay jóvenes viejos con un DNI casi reciente, pero cargados de “bienestar”, ahítos de “libertad”, empapados en “consumo”, enhiestos en su egoísmo, hay naciones que producen a esos jóvenes y que, a su vez, son producidas por ellos. 
¿En qué familia se alimenta el altruismo, se fomenta la solidaridad, se alienta la entrega, se hace crecer el amor capaz de servir? En tan pocas que los frutos en esta cosecha sobre la que estamos reflexionando, aun siendo frutos sazonados, son tan escasos que hacen pensar. Tal vez la crisis que padecemos en los bienes económicos que nos hace padecer los ha engendrado precisamente la crisis de semilla selecta, de abono adecuado y oportuno, de criterios exactos, de baremos exigentes y de valores macizos en las familias.

martes, 18 de octubre de 2011

Miguel Rúa


He leído y oído estos días, y seguro que vosotros también, que Amancio Ortega, el del imperio Inditex-Zara, ha decidido poner al frente de su empresa, como Presidente no ejecutivo, a su hija Marta. La ha preparado durante estos años haciéndola visitar sus diversas tiendas extendidas por todo el mundo para conocer los entresijos de esta multinacional. La mayor ilusión de un padre es que los hijos continúen con la empresa creada por él. No todos los hijos aceptan el reto. Otros sí lo hacen.
De ese parecer era Don Bosco y para ello escogió y preparó a su primer sucesor. Lo bueno fue que escogió a un niño de 8 años, que se llamaba Miguel Rúa, (9.6.1837).  Don Bosco iba de vez en cuando a confesar al Colegio de La Salle (de las Escuelas Cristianas); muchos acudían a él; cuando le rodeaban, solía repartir estampas. Miguel nunca recibió una. Pero un día Don Bosco observó que Miguel le miraba fijamente, como suplicándoselo. Entonces Don Bosco extendió su propia mano izquierda y con la derecha hizo varias veces el gesto de cortarla por la mitad. Y así varios días.
Después de morir su padre, Don Bosco le dijo que si quería estudiar en su Colegio. No lo dudó. Su madre le dejó. Pasaba el día allí y por la noche iba a dormir a su casa. Un día fue de excursión con otros chicos, guiados por Don Bosco, a su pueblo; Miguel ya iba preparado y allí, en la iglesia del pueblo, le impuso la sotana. Tenía 17 años. A la vuelta Miguel le preguntó por qué años atrás le hacía el gesto de la mano cortada, y Don Bosco le dijo: “Porque tú y yo siempre haremos las cosas a medias”. A los 18 años fue el primero en hacer los  votos religiosos como salesiano, cuando aún no estaba aprobada la Congregación Salesiana. Fue uno de los 17 chicos, más o menos de su misma edad, que un 18 de diciembre de 1859 fundaron la Congregación Salesiana.
Muy pronto Don Bosco le encargó tareas de gran responsabilidad; era tal la pasión que tenía por Don Bosco que quienes le veían trabajar decían que era la fotocopia de Don Bosco. Fue varias veces a Roma con Don Bosco para entrevistarse con los Papas Pío IX y León XIII; éste, en 1884, cuatro años antes de la muerte de Don Bosco, le indicó que lo hiciera su Vicario, es decir, su segundo y prácticamente su sucesor. Cuando Don Bosco estaba en punto de muerte, Miguel le pidió que los bendijera; le cogió la mano y la elevó mientras iba haciendo la señal de la cruz y diciendo las palabras de la bendición. Hasta el final ambos hicieron las cosas a medias. Las dos manos juntas. A la muerte de Don Bosco los salesianos le eligieron como el primer sucesor.
Miguel Rúa caminó a medias con Don Bosco, adaptó la Congregación a las necesidades de su tiempo, consolidándola, abriendo nuevas obras y visitándolas en los diversos continentes. Murió en Turín el 6 de abril de 1910, a los 73 años, con la misma edad de Don Bosco. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 29 de octubre de 1972.
Estoy seguro que si DB estuviera con nosotros a más de uno le haría el gesto que le hizo a Miguel y le diría: “Te necesito; tú y yo haremos las cosas a medias”.

sábado, 13 de agosto de 2011

Un gigante.

Desde hace tres meses miramos al que fue Papa Juan Pablo II como beato. El Papa actual, Benedicto XVI, añadió del pasado 1º de mayo ese título con el que la Iglesia católica reconoce su santidad, a los que ya tenía en vida, conocidos por todos. Uno de ellos fue el de Grande, Magno. No hace falta recordar su vida ni sus actos para aceptar ese calificativo como sumamente adecuado a su persona, a su servicio a Cristo y a su historia.
Cuando en el primer aniversario de su muerte, el 2 de abril de 2006, el Papa Benedicto XVI se preguntaba: “¿Cuál es el legado de este gran Papa…? Su herencia es inmensa, pero el mensaje de su larguísimo pontificado se puede muy bien resumir en las palabras con que quiso inaugurarlo aquí, en la Plaza de San Pedro, el 22 de octubre de 1978: «Abrid, más aún, abrid de par en par las puertas a Cristo»”.
La cercanía de tantas personas a él en sus últimos días, en sus últimas horas, estuvo llena de pena y de cariño. Se iba. Era irremediable. Su alta torre de pregonero de Cristo se abatía. Y sus últimas palabras, en polaco, fueron: «Dejadme que me vaya a la casa del Padre». Es decir, las mismas de la inauguración de su pontificado: «Dejad que se abran las puertas, dejad que Cristo, la Puerta, el Buen Pastor y el Camino hacia el Padre, me tome en sus manos».    
Cuando una personalidad que preside una institución decae notablemente por su debilidad física, aparecen siempre agoreros con alma de buitre que esperan, desean, invocan a la muerte para que vengan otros a quien poder seguir mordiendo.
También se dio (lo sabes por los medios de comunicación) con nuestro Beato: “Que pongan a otro!” “¿A qué espera para renunciar?” “¡Vacío de poder!”… Es verdad que hay “gobiernos” que requieren toda la entereza de la vida. Pero hay otros que consisten precisamente en gobernar muriendo, amando. Uno de ellos es el de la paternidad.
Si Juan Pablo II invitó a abrir las puertas de par en par a Cristo, es justo creer que él lo hizo así. Y que cuando Cristo le llegó clavado en la cruz, se apresuró a ofrecerse para ser cirineo suyo, llevar su propia cruz, aceptar morir clavado como Él, con Él. Ese fue el supremo gesto de gobierno, el único cristianamente eficaz, porque el seguimiento hasta el final de Jesús no podía hacerse sin acabar, como Él, ofreciendo su vida en el dolor.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Chiara Amirante.


Conocí a Chiara Amirante hace catorce años. Cuando nos hablaba de su experiencia personal y de fundadora tenía unos 32 años y había fundado ya la Comunidad Nuovi Orizzonti. Once años antes estudiaba en la Universidad La Sapienza de Roma, ciudad en la que había nacido en 1966, cuando le diagnosticaron una ceguera para la que no había solución. Ofreció a Dios su vida si le concedía la vista y poder así servirlo. Al día siguiente se encontró curada.
Y pensó que en la Estación Termini de su ciudad podía dar con las personas a las que se sintió llamada a servir. Una drogadicta, a la que albergó aquella noche en su casa con susto por parte de su madre, y otra más al día siguiente, fueron las primeras piedras vivas de su obra que nacía de un modo casi espontáneo. Muchachas (y más tarde muchachos) con problemas de drogodependencia, alcohólicas, prostitutas, enfermas de SIDA, recién salidas de la cárcel…. Fueron engrosando una familia muy peculiar marginados sociales, especialmente jóvenes, que encontraban cariño y guía para poder mirar el sol. La Comunidad Nuevos Horizontes tiene un programa pedagógico rehabilitador propio con el que se empeñan y logran en muchos casos la reconstrucción integral de la persona uniendo la dimensión psicológica a la espiritual y humana. 
Dieciocho años más tarde cuenta con unos 20.000 colaboradores, miles de simpatizantes y más de 150.000 Caballeros de la luz que realizan diferentes acciones para la evangelización de la calle. Y, como corresponde a su espíritu, se han constituido más de 500 grupos de oración.
En el Evangelio de Juan encuentra el faro para su entrega en la noche de tantos ciegos de amor: «Como el Padre me amó yo también os he amado a vosotros. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea colmado. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado». Y con esa luz experimentó la plenitud de la alegría en el sufrimiento y decidió llevarla a todos los desesperados. El Arte de Amar es su camino. Algunos de los “convertidos” han querido formar parte del núcleo animador de la obra con promesas de pobreza, castidad, obediencia y alegría.
En 1996 puso en marcha el proyecto Ciudadela Cielo, del que hoy hay cinco centros de ese carácter en Italia, Brasil y Bosnia Erzegovina. Además de 142 centros de acogida, formación y orientación; 101 centros de servicios para la Prevención y Sensibilización, Comunicación y sus medios, Espectáculo y animación, Formación, Promoción de la Cultura, Editorial, Servicios Sociales y Cooperación Internacional, Economía y Trabajo, Expresiones artísticas, Espiritualidad y oración.
Hoy Nuovi Orizzonti es una Asociación internacional privada de fieles de derecho pontificio.
¿Cómo es posible todo esto? Jesús lo anunció: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!». Chiara se dejó encender.