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martes, 24 de abril de 2012

Se la mata.


El verso completo, casi final (porque añade ¡arriba, corazón!) de la poesía, casi un soneto, de Gregorio Marañón que trascribimos, es: “Si la pena no muere se la mata”. Y, si no recuerdo mal, era el lema de su exlibris en los muchos y densos libros de su biblioteca.
Arriba, corazón, la vida es corta
y hay que aprender a erguirse ante el destino.
Sólo avanzar importa,
arrojando el dolor por el camino.
Otras horas felices
matarán a estas horas doloridas.
Las que hoy son heridas
se tornarán mañana cicatrices.
Espera siempre, corazón, espera
que ninguna inquietud es infinita,
y hay una misteriosa primavera
donde el dolor humano se marchita.
Con tu espuela de plata
no des paz al corcel de la ilusión.
"Si la pena no muere se la mata",
¡arriba, corazón!

El capítulo 11 de la segunda parte del Quijote se abre, ¿recordáis?, rebosando de la pena del Caballero al comprobar la maldad del encantador que había convertido a su princesa Dulcinea en aldeana. Pero entonces Sancho, que no sólo escuchaba, como nos dice magistralmente Doré en este grabado, sino que pensaba (¡y cómo pensaba!) y se expresaba, le dijo a su señor: “Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias...”.
Y otro sabio, el bufón Don Galán, del Águila de Blasón de don Ramón del Valle-Inclán, le ilumina el camino al caballero don Juan Manuel Montenegro: El que está triste siempre/ lo está demasiado. E insiste (cuando le oye a don Juan Manuel explicar: Siento como si un gusano me royese el corazón): Es el pensamiento: un cuervo loco que por veces húyese de la cabeza y se esconde en el pecho.
Y Claudio, aquel rey impostor y alevoso, que robó a su hermano Hamlet el trono y el lecho, le decía a su sobrino: Las lágrimas que lloran con exceso una muerte son un poco saliva contra Dios.
Son tan sensatas y equilibradas estas reflexiones de un pensador, un rey, un escudero y un bufón, que bastan para robustecer la convicción de que nuestro pecho no debe albergar la nostalgia que se fragua y se revuelve en la cabeza.