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jueves, 3 de enero de 2013

Modos y modas.




Antes se decía “pero…” seguido de alguna afirmación, restrictiva casi siempre. Por ejemplo: “Las temperaturas serán muy agradables durante las horas centrales del día, pero por la noche hará un frío de… etc.”. Ahora hay que decir lo de antes (“… las temperaturas serán…”) pero (¡perdón!: eso sí) al llegar al “pero”, que debe parecer un poco vulgar, hay que decir: “Eso sí”. Uno no sabe a qué se refiere el “eso”, pero debe de sonar bien en orejas delicadas cuando se ha impuesto en el lenguaje al uso. Antes se decía, por ejemplo: “Y se recogieron catorce perdices como resultado final de la caza”. Ahora hay que decir: “Y se recogieron concretamente catorce… etc.” Para que nadie crea que “catorce” eran a lo mejor “trece”. Antes se decía: “Lluvias generalizadas en toda la península”. Ahora llueve sobre la “geografía”. Antes se decía. “El mal tiempo hizo imposible el juego sobre un campo totalmente embarrado”. Ahora lo que hace imposible jugar es la climatología (¡Nada menos que la climatología!). Antes se usaba la expresión “Sí o no” para dar a entender, digo yo, que la dictadura era un hecho del pasado y que se me permitía escoger o decidir. Ahora no hay más remedio que escuchar: Sí o sí. Cuando antes un jugador de fútbol se retiraba del campo del honor,  pongamos, por un esguince, se decía: Un esguince en la pierna derecha obliga al jugador… Ahora precisamos: Un esguince en su pierna derecha…Para que todo el mundo entienda que el esguince no lo padece el árbitro. Y así sucesivamente: las modas son irresistibles
Pero lo que no tiene razón de ser es que en vez de aquello que nunca entendí de Olé, olé, Holanda ya se fue. O, según otra versión más optimista: Olé, olé Holanda ya se ve con los reyes magos al fondo (que a lo mejor no eran ni reyes ni magos, sino pertinaces estudiosos del cielo) oigamos decir Ho, ho, ho a un señor más bien rellenito, muy bien abrigado y muy polar que se presenta a los niños como diestro maestro del lenguaje.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Uirapurú.



… o Irapuru, Guirapuru, Tangará, Rendeira, Pássero-de-fandango, Realejo… lo llaman. Porque vive y embellece la selva en las Guayanas, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia… Y, sobre todo, la selva amazónica de Brasil. Y es natural que en cada sitio le quieran dar su nombre.
Su apariencia no es muy brillante, ya lo ves en su retrato. Ni es grande, ni presume. Es más, se oculta. Y sólo en la etapa de la búsqueda de compañera y mientras hace el nido, por la mañana, durante unos minutos, y a lo largo del tiempo que emplea en rematar su casa, quince días, se hace oír.    
Pero su canto es único. No se parece a nada de lo que solemos escuchar de ruiseñores y canarios. Tan único, que dicen sus vecinos que la selva toda calla cuando él canta. Parece el preludio de flauta de una orquesta que también calla porque no se atreve a responder tan bellamente.  
Y añaden que su historia es triste y grandiosa. Un joven (dice una de las leyendas que afirma saber su pasado), enamorado de la esposa del cacique y sin poder hacerla suya, pidió al dios Tupá que lo convirtiese en pájaro para poder cantar para siempre su amor y su añoranza.
Alguna lección podemos aprender de este pájaro que se llama Uirapurú, es decir, el pájaro que no es pájaro. Se me ocurren éstas. Nuestra voz, ese don maravilloso del hombre, ¿llena la selva de la vida con belleza? Observad a los que hablan a vuestro alrededor. Observémonos a nosotros mismos. Además de que la modulación de las palabras no es fruto del esfuerzo por regalar a los demás algo agradable (hay madres que viven gritando, padres que ponen orden en su casa con palabras-látigo), todo el valor de la persona se nos escapa en críticas, dicterios, venganzas, desquites, amenazas, lecciones dictatoriales, excrementos verbales, ataques a lo más alto…
Parece como si, viendo que alrededor de nuestras vidas todo fuese caos, pretendiésemos, como señores de la verdad y la justicia, poner orden con el desorden ensordecedor de nuestros improperios: en el hogar (¡dulce hogar!), en la tertulia, en la asociación, en la calle…
Seguir adelante a trompazos (hablamos así cuando no tenemos más recursos que la trompa) nos hace acreedores a recibir el nombre de el hombre que no es hombre.

martes, 23 de octubre de 2012

¡Contacto!



Hemos sabido estos días que la beluga NOC aprendió a hablar (los entendidos dicen que no se la debe llamar ballena blanca o de otro modo más cariñoso, porque las belugas tienen dientes y las ballenas, no). La beluga es gordita, pero no llega a crecer mucho. Dicen los entendidos (y podemos fiarnos de ellos) que los machos, más grandes que las hembras, no sobrepasan los cinco metros y medio. Las belugas tienen una protuberancia en la frente y son muy sociables. Tal vez para serlo poseen un sentido del oído muy alto.
En la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos de EEUU (National Marine Mammal Foundation) en San Diego empezaron a sospechar, hará unos treinta años, que unas voces que se oían en el lugar donde nadaban ballenas, delfines y belugas procedían de una de éstas. Y la grabaron. Emociona escucharla… Y, más todavía, leer la interpretación del especialista de la Fundación, Sam Ridgway: que la ballena "tuvo que modificar su mecánica vocal para emitir este tipo de sonidos" y que "este esfuerzo sugiere una motivación para el contacto por parte del animal".
NOC murió hace cinco años. Pero escuchar su voz y saber que a lo mejor aprendió a “hablar” con los hombres para tenerlos de amigos nos debe llevar a una reflexión que eduque nuestro hablar. Y nuestro papel de maestros del habla con nuestros hijos, con nuestros nietos, con nuestros niños, con nuestros jóvenes, con nuestros amigos.
No ofende a nadie (y con ese deseo lo digo) afirmar que es triste constatar que algunas veces nos parece que en vez de hablar, ladran o mugen o rugen o balan. ¿Somos nosotros los que usamos un lenguaje que inspire violencia, miedo, humillación, deseos de huir, sometimiento, gregarismo, borreguismo o sentimientos de rechazo, antipatía, repugnancia, condena? Porque el habla se aprende esencialmente en el hogar. O en la guarida cuando no se ha sido capaz de crear un hogar.  
¡Cuántas veces hemos oído, y cuántas no escuchado, que enseñamos con la vida y que muchas veces hacemos de la voz, don precioso, un instrumentos de enemistad frente a todos y con todo! ¡Y cuántas veces hemos conocido familias en las que la voz es un tesoro adornado de belleza, respeto, estímulo, paciencia, cariño, acogida…!