La noticia no es noticia
porque, además de ser pequeña, ya no te es noticia si ya la conoces, pero nos
sirve para compartir una reflexión, muy corriente y oportuna.
Una mamá coreana viaja de
Seúl a San Francisco con su primera hija, Junwoo, que tiene cuatro meses. Y tiene un temor: que la niña llore y moleste
a los compañeros del largo viaje que deben hacer. “Compañeros” porque van
juntos, pero desconocidos y probablemente de muy diferente talante y de variado
aguante, de día y especialmente de noche, si la niña se expresa como una niña
de cuatro meses y llora.
La joven mamá preparó –leo– varios cientos de bolsitas con dulces y tapones para los oídos y los repartió
entre los viajeros. Quiso así pedir disculpas anticipadas por las posibles
molestias que pudiera causar su hijita y aliviar la molestia de su posible
llanto.
Los pasajeros se expresaron
con mucho agrado por viajar con una preciosa criatura, pero afirmaron que no era
preciso el gesto elegante de la joven mamá.
Coincidieron los que al leer
esta simpática noticia lo comentaron en sus glosas de internet, pero
algunos añadieron que es muy frecuente que nos quejemos por alguna nadería que
se nos hace insoportable, solo porque no nos gusta. O que la tolerancia ante lo
que nos desagrada es más frecuente de lo que debiera darse.
Es verdad que en nuestra
condición de formadores y de conciudadanos debemos orientar y criticar lo que
nos parece injusto, egoísta, hiriente, inmoral, desaprensivo…. Pero en la
conversación (o en la discusión o en la manifestación de nuestras entretelas)
debiéramos ser y enseñar a ser más pacientes, tolerantes y comprensivos para
permitir que no se nos escape la oportunidad de corregir yerros.
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