Francisco Luis Bosco nació, vivió y murió en una de las
habitaciones del piso bajo de esta casa, la cascina
Biglione, en la colina llamada dei
Becchi, de Castelnuovo de Asti. En ella nacieron igualmente sus hijos:
Antonio (2.2.1808) y Teresa (16.2.1819), de su primera mujer Margarita
Cagliero; y José (17.4.1813) y Juan (16.8.1815) de la segunda, Margarita
Occhiena.
Cuando el pasado día 15 de agosto el Rector Mayor de los
Salesianos, don Ángel Fernández Artime, décimo sucesor del santo padre de los
jóvenes, Juan Bosco, proclamó abierto el año del bicentenario de su nacimiento,
recordó un bello texto del primer artículo de las Constituciones de la Sociedad
Salesiana: “…el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a
San Juan Bosco. Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega
total”.
Nadie sabía aquel lejano 16 de agosto de hace dos siglos cómo
era el corazón del niño que, al nacer, acababa de hacer feliz a su familia.
Pero la entrega total
de un padre, que murió setenta y dos años más tarde. fue el fruto de una
promesa hecha y bendecida por Dios, que llenó su vida. El 30 de diciembre de
1886, un año antes de morir, ya muy postrado de fuerzas, intentó bajar de su
habitación, donde estaba recluido por prescripción médica, para confesar una
vez más a sus muchachos. Su joven secretario, enfermero y cronista de aquellos
últimos meses, Carlos Viglietti, escribió ese día: “... sonriendo después, me
tomó de la mano y me dijo: Querido
Viglietti, si ni siquiera confieso a mis jóvenes ¿qué me queda para hacer por
ellos? Prometí al Señor que hasta el último aliento de mi vida sería para mis
pobres huerfanitos”.
A su promesa debe seguir la de todos los que hemos sentido latir el corazón en sintonía con el suyo. Como nos dice el Rector Mayor, “nos sentimos más animados no solo a admirar a Don Bosco, no solo a darnos cuenta de la actualidad de esta grandísima figura, sino también a sentir con gran fuerza el irrenunciable compromiso a IMITAR al que, desde estas colinas, llegó hasta la periferia de Valdocco, y también a la periferia rural de Mornese, para ampliar con él y con otras personas su deseo de buscar el bien de los jóvenes y de que cada uno de aquellos muchachos y muchachas pudiese ser feliz ahora y por la Eternidad”.
A su promesa debe seguir la de todos los que hemos sentido latir el corazón en sintonía con el suyo. Como nos dice el Rector Mayor, “nos sentimos más animados no solo a admirar a Don Bosco, no solo a darnos cuenta de la actualidad de esta grandísima figura, sino también a sentir con gran fuerza el irrenunciable compromiso a IMITAR al que, desde estas colinas, llegó hasta la periferia de Valdocco, y también a la periferia rural de Mornese, para ampliar con él y con otras personas su deseo de buscar el bien de los jóvenes y de que cada uno de aquellos muchachos y muchachas pudiese ser feliz ahora y por la Eternidad”.
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