Monrovia, como sabes, es la capital de Liberia. Se llama así
en agradecimiento al Presidente de los Estados Unidos de América James Monroe
quien, por medio de la Sociedad Americana de Colonización, dejó en manos de un
grupo de esclavos negros “americanos” la nueva nación, Liberia, hace casi dos
siglos.
Bueno, pues en Monrovia – según nos comunican - cinco jóvenes,
cristianos y musulmanes, han fundado un grupo singular, “Dominic Savio &
Don Bosco”, para ayudar a prevenir el contagio del Ébola. Seguramente Josaphat y sus cuatro
amigos no saben tanto como nosotros, por todo lo que hemos visto y oído estas
últimas semanas sobre la enfermedad. Pero están al lado de ella y saben muy
bien que hace dos siglos, más o menos, Don Bosco y sus muchachos se emplearon a
fondo para atender a algunas de las muchas víctimas del cólera en Turín: “Creo que lo que Don
Bosco hizo en su tiempo durante la epidemia del cólera puede hacerlo también
hoy por medio de nosotros”.
Convencieron a uno
que tenía un coche a que los llevase a una aldea a tres horas y media de la
capital donde toda una familia de seis miembros había muerto víctima del virus.
Pagaron bien y en esa zona, donde no hay electricidad ni televisión y donde
nadie se atreve a internarse, tratan de hacer conocer las instrucciones del
Ministerio de Sanidad, es decir, la forma de vivir para evitar el contagio.
Además de repartir
octavillas y dar explicaciones en los mercados locales, distribuyen, casa por
casa, guantes, sudaderas de manga larga y desinfectante a base de cloro, para
reducir las posibilidades de contacto y contagio. Especialmente en las casas
donde hay algún enfermo o fallecido, para evitar que las prácticas tradicionales
se conviertan en una trampa para la salud.
Para adquirir
desinfectantes, guantes, suéteres, transporte y todo lo necesario, Josaphat y
sus muchachos hacen como Don Bosco: llaman a la puerta del que tiene algo que
no usa y van a la capital para encontrar ayuda para la periferia rural. La
información, la prevención y la apertura del corazón siguen siendo los modos de
trabajar.
A Josaphat se la ha invitado a que sea prudente: el
tanto por ciento más alto de víctimas está precisamente entre los que cuidan a
los enfermos. Alguno le ha aconsejado que lo deje. “Me parece que es una estafa
a Dios. Aunque fuese este el único acto que hago en toda mi vida, sería feliz
si lo llevo a término. Es Dios quien me ha dado vida y salud. Debo usarlas para
servir”.
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