Así es de pequeña y de bonita la Nymphaea thermarum. El único ejemplar
que había en la colección de nenúfares del Real Jardín Botánico de Kew (entre
Richmond upon Thames y Kew, al Suroeste de Londres) una inmensidad de belleza
de 120 hectáreas donde trabajan 700 personas. Carlos Magdalena, asturiano,
investigador, descubridor, conservador… denunció la desaparición del nenúfar
enano, ¡el único de Kew!, sucedido el pasado día 9 de enero. Se trata de una
especie que procede de Ruanda. ¡y que, por estar en peligro de extinción, la
llevó al Real Jardín, según nos dicen los medios, nuestro gijonés! Scotland
Yard está detrás del autor del robo, pero…
En el jardín está uno de los mayores y
mejores bancos de semillas del mundo. Y en él se yerguen pabellones, pequeños
palacios, museos… que albergan ejemplares
soberbios de especies preciosas.
Cuando la obsesión por la educación de los
niños, de los jóvenes (y de los adultos) ronda por la cabeza, como a mí me
sucede, acude este pensamiento: ¿Cuántas “especies preciosas” de la educación,
de la maduración, de la formación de las personas han desaparecido y siguen
desapareciendo, con peligro de extinción, de este mundo en el que parece que lo
tenemos ya todo, y que todo lo que tenemos nos parece que está bien?
Parece como si fuese una necesidad adquirir
el grado suficiente de vulgaridad para parecernos a los muchos que la cultivan,
no sólo para no llamar la atención, sino porque nos parece que ser vulgares es
el mejor modo de llamar la atención. ¿En qué estoy pensando? En muchas cosas. Y
los inteligentes lectores de estas líneas están repasando, estoy seguro, otras
tantas líneas escritas en la vida social y dándome la razón.
Vayamos, por ejemplo, a uno de esos
panfletillos, que no sé por qué se llaman “del corazón”, para reflexionar sobre
estas tres cosas: cómo hay quien cree que es ejemplar publicar un producto como
ese; cómo hay quien ofrece jirones de su vida, no precisamente ejemplares, para
salir en esa prensa; y cómo hay quien alimenta su difusión y se alimenta con la
basura que ofrece.
Ya sé que hay quien me acusará diciendo: “¡Ya
estamos!”, “¡Intransigente!”, “¡Deja que cada uno haga, diga, coma… lo que
quiera!”.
¿Lo
ves? ¡Pero sigo queriendo que se salve la nymphaea
thermarum!
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