Rostov del Don (en ruso Rostóv-na-Donú) es una gran
ciudad de Rusia, capital del óblast
(algo así como región o provincia…) de Rostov, situada en la desembocadura del
río Don sobre el mar de Azov. ¿Ya te has situado? Es una ciudad muy antigua e
importante (colonia griega, fortaleza genovesa primero y turca después) con más
de un millón de habitantes hoy, muy industrial, comercial y notable nudo de
comunicación (¡el Don es muy don!).
Disfruta de una espléndida Catedral de la Virgen de la Natividad, se forma en
varias universidades, se entretiene con dos equipos de fútbol de primera
División (el CF Rostov y el CF SKA Rostov y será una de las sedes de
la Copa Mundial de Fútbol de 2018) y su equipo de balonmano juega en el
Campeonato de Rusia de balonmano. Y… (esto es lo que ahora nos interesa) ¡tiene
una unidad militar compuesta sólo por
hermanos mellizos!: la uniformidad duplicada a las armas, vamos. Es una unidad
contra revueltas y está acuartelada en esta ciudad. ¿Qué ventaja tiene mantener
a algunos pares de mellizos en una unidad militar? Parece que al trabajar en
equipo fraterno y gemelar se entienden de perlas, al vuelo, sin palabras: se
miran y ¡ya está! O, sin mirarse, reaccionan de un modo igual o muy cercano. Y
además, sorprenden y desconciertan al enemigo
con sus apariciones y reapariciones programadas.
Hasta aquí la anécdota y su ubicación. Pero de un hecho como éste podrían
sacarse reflexiones y decisiones parecidas a las que siguen: ¿Nos preocupa la
unidad de criterio, de solución, de actuación en los equipos que formamos:
familia, amigos, clubes, asociaciones…? ¿Soñamos con una familia feliz? Y, al
mismo tiempo, ¿nos proponemos hacer que lo que llamamos familia sea de verdad
una familia? ¿Acudimos a la reunión de nuestra asociación con el ánimo de
hacerla más compacta, más “asociada”, más rica en unión y fuerza, más eficaz,
más generosa, más… o voy a ella queriendo exponer mi última ocurrencia, porque
me parece que es deslumbrante, que soy un genio, que por ella me ensalzarán
todos los que la acepten?
Es sólo una
cuestión de sentido común que hace veintisiete siglos grabó Esopo, el Moreno, dicen, en la frase “la unión hace la fuerza” de su fábula Los Hijos del labrador. ¿Y dónde está el
sentido común?
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