viernes, 22 de febrero de 2013

Lesch- Nyhan.



Todos conocemos a personas aquejadas de enfermedades a las que califican de autodestructivas. Las más conocidas – y a veces muy bien y dolorosamente conocidas - son la anorexia y la bulimia. Peo hay otras menos aparentes, pero tal vez más profundas, como la depresión. Aunque algunos expertos en economía hablan también de una enfermedad social, a la que llaman austeridad excesiva, y que puede convertirse en un camino seguro hacia la catástrofe económica. Las referidas en primer lugar tienen su raíz en la mente y en la dificultad de percibir la realidad de un modo correcto. Y sucumben (o se sitúan en el borde del estrago final) sin saber ni querer ni poder decirse ¡basta! 
Hay otra, muy rara (los entendidos dicen que en España hay sólo 45 casos en la actualidad) a la que llaman síndrome de Lesch-Nyhan. El nombre se debe a que los doctores Michael Lesch y William Leo Nyhan describieron en 1964 en un niño de cuatro años la tendencia involuntaria, pero incoercible, a morderse los labios, los dedos, las manos… Dicen los que la tratan que se da en niños varones, desde su nacimiento, y que está relacionada con un exceso de ácido útico en su organismo. Que no tiene cura y que tienen una esperanza de vida a lo más de cuarenta años por las complicaciones que esa irregularidad produce.     
Pensaba yo (e invito a los que leen esto a que piensen en ello por si sirve) si no estamos viviendo una etapa de la vida de nuestra sociedad en la que la tendencia a mordernos mutuamente es también incoercible, pero terriblemente consciente y voluntaria. Miramos a nuestro alrededor y nada nos gusta. Y en vez de torcer la cabeza para llorar libremente o para no mirar, nos cebamos en el que nos disgusta y alimentamos el aire que respiramos de ira, de agresividad, de indignación mal digerida, de pesimismo enconado, de bosta venenosa.    
Si nos detenemos a considerar de qué fuente manan esas actitudes (nuestras o del vecino), advertimos fácilmente que su madre o su padre son el egoísmo, la vagancia, la envidia, los celos, el hartazgo de bien, el placer de matar.
Ningún animal mata porque sí. A no ser que sea, como dicen, racional. Porque es en los animales racionales donde se vive esa sinrazón de que la dificultad, la penuria, la locura de buscar la solución del mal lleve a destruir al que nos parece que lo causa.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.