Don Bosco hizo de su vida un monumento de afecto y fidelidad filial a la Virgen, a la que invocó desde 1862 como Auxilio de los Cristianos. Pero quiso levantar también un monumento vivo. Y para ello dio con una columna robusta en una joven de un pueblecito de la provincia de Alessandria, María Mazzarello.
Había nacido en 1837 a la sombra de una ermita dedicada a María Auxiliadora en su pueblo de Mornese. Dedicó sus primeros años, con el resto de su familia, como braceros, al cultivo de las vides. Un tifus la redujo a poca cosa físicamente y se entregó a enseñar a las niñas de la vecindad a cortar y coser. Y crecía mientras tanto en fe, fervor hacia la Eucaristía y cariño hacia las niñas.
Por medio del capellán del pueblo conoció Don Bosco su condición humana y cristiana y le propuso que se pusiese al frente de las religiosas salesianas, Hijas de María Auxiliadora, que él quería que se entregasen a la educación de las niñas y las jóvenes. Y en 1872 nació el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
Sólo cinco años más tarde partieron las primeras misioneras con destino a Uruguay. La edad media de aquel primer grupo de valientes era de 21 años. Valientes porque si siempre hace falta serlo para dejar la patria e ir a lugares llenos de dificultad, mucho más todavía lo fue para ellas por su joven edad y las circunstancias de hace casi un siglo y medio. Hoy en Uruguay hay 15 obras y en América del Sur 566. En su papel de madre de la joven familia salesiana femenina supo crear un ambiente de afecto a los intereses de Dios mediante la continua lectura de su presencia en las personas y en los acontecimientos. Murió en 1881, con sólo 44 años y fue canonizada en 1951.
Hoy sus Hijas, 15.100, trabajan en 89 naciones (de estas, 22 en África, 23 en América y 18 en Asia) acompañando a los más necesitados de atención familiar y de educación en 1.535 obras o misiones.
La estela de santidad de la Cofundadora estimuló la búsqueda de Dios en todas y la búsqueda de los hijos de Dios más desheredados de los hombres para amarlos y servirlos. Y en ese surco de entrega y amor la santidad de María Mazzarello se difundió y hoy son cinco las que la iglesia ha declarado Beatas (dos de ellas mártires), una Venerable y dos Siervas de Dios. Y entre las niñas y jóvenes orientadas en su condición de cristianas, sobresale la Beata Laura Vicuña, chilena, que murió en Junín de los Andes (Argentina) en 1904 y fue declarada Beata por el Papa Beato Juan Pablo II en 1988.
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