martes, 3 de septiembre de 2013

Como entonces.



Primero Virgilio (¡perdón!: Publius Vergilius Maro 70-19 aC) y, cincuenta años más tarde, Columela (¡perdón de nuevo!: Lucius Junius Moderatus 4-70 dC), que habían aprendido de griegos, cartagineses y latinos más viejos que ellos el cultivo de la vid, enseñaban a su vez, con Georgica y  el Liber de arboribus, cómo se cultiva esta eximia planta, entre otros vegetales ilustres. Por ejemplo, el gran poeta (Virgilio, naturalmente, porque Columela, a pesar de haber nacido en Cádiz, de poeta nada de nada) en el segundo libro de sus Geórgicas decía cosas tan sabrosas como éstas (traducidas por mí más o menos): “…planta las vides en tierra parecida a la de su madre”. “Que estén orientadas al Norte o al Sur si al Norte o Sur en su infancia estuvieron”; y añade: “que es mucha la fuerza que guarda el hábito de la juventud”... “Puestas en orden a igual distancia separadas las filas por senderos amplios”.
El Istituto per i beni archeologici e monumentali del Consiglio nazionale delle ricerche en colaboración con la cátedra de Metodologías, cultura material y producciones artesanales en el mundo clásico de la Universidad de Catania se han puesto a ello. Quiero decir a cultivar la vid como los antiguos romanos y a ver qué pasa. 
Parece un reto y una forma arqueológica en vivo ridícula e inútil. Porqué ¿qué van a enseñar gentes de hace dos mil años después de que en el tiempo pasado se han hecho tantos ensayos, cruces, injertos, cepajes, hibridaciones, podas, abonos y todo ese mundo de mimo que los entendidos saben y practican?



La reflexión, muy breve, va por otro camino muy diferente pero igualmente delicado: ¿Qué hay de la educación que nos dieron nuestros mayores? ¿Su “producto” fue peor que el que puebla hoy nuestro mundo? ¿Estamos convencidos de que la “ley” que hay hoy en el aire y que rige la educación de nuestros hijos, de nuestros nietos, ha dejado o deja o va a dejar en la historia la presencia noble de personas llenas de ardor para el trabajo, de tenacidad para la lucha, de constancia en el esfuerzo por formarse, de decisión para renunciar a todo lo que estorbe en la construcción de una mujer y de un hombre abiertos a los demás, generosos en darse, decididos a amar más a los otros – a todos los otros - para dejar de amarse tanto a sí mismos?

jueves, 29 de agosto de 2013

Zabazoques.



Como todo el mundo sabe (hasta mi primo Sindulfo que es un poco distraído), los almotacenes eran los encargados en los mercados medievales de chivarse de las desobediencias a las normas establecidas. Tenían un nombre sagrado porque su oficio era casi dar la vida (al menos la vista y el olfato) en beneficio de la comunidad para que la autoridad social y moral pudiese conocer y castigar al atrevido transgresor. Nombre sagrado, porque parece que, por su origen en los zocos árabes, la palabra equivaldría a “el que gana  méritos ante Dios” o almuhtasab.
Dependían del zabazoque (sahbassuq, jefe del mercado) y a él le referían con pelos y señales, a veces un poco exagerados, el delito.
Cuando hoy debe uno pasar por la fatalidad de asomarse a los zocos modernos, en los que respiramos (o no podemos ya respirar), de la política, los mercados, los bancos, los forbes, las modas, los ingresos, las trampas, el deporte, los contratos, la prensa, la radio, los partidos, las leyes, la justicia, los fichajes, las tvs, las parejas, las desparejas, los dopajes, el arte, el cine y el teatro… nos entra una justificada sensación de miedo por la enorme población de hurones que los llenan. 
Ya sabéis del hurón: se esconde, aparece, desaparece, husmea, se yergue en actitud atalaya, clava su segura dentadura de almotacén social y… ¡a otra carga! ¿Son defensores del orden, de la honradez, de la probidad de proceder, de la asepsia moral? No, en absoluto (o para nada, como se dice ahora). Han mordido y se han llevado tajada: para vender, para vencer, para convencer, para herir, para denigrar, es decir, ensuciar… Y, si pueden, descalificar, sembrar la sospecha, cargarse al enemigo, al que sobresale, al que triunfa… O al que tropieza, al que cae, al que le cuesta levantarse. ¿Saben lo que es compasión, respeto, esperanza, perdón, compasión? Prueben ustedes a decir algo (un algo muy pequeño, si quieren, y muy cierto) contra su “dignidad”. Pero salgan corriendo, porque la carrera del hurón es inimaginable.

lunes, 19 de agosto de 2013

52- Hz.



Seguramente algún lector siente lo que yo. Pena porque a una ballena que mide 30 metros y pesa 180 toneladas se la llame con la frecuencia de su canto: 52 hertzios de frecuencia. Como a un televisor. Las demás ballenas llegan a 20 hertzios y viajan en compañía. 52-Hz vive sola, clamando sin respuesta, entre California y las Islas Aleutianas, frente a Alaska ¡desde 1989!, al menos.
Ha habido músicos, dibujantes, directores de cine que se han inspirado en ella para crear belleza y ternura.
Bruce Mate, investigador del Hatfield Marine Science Centre de la Oregon State University dice que a lo mejor no sabe pronunciar bien, aunque su llamada es potente: ¡52 hertzios! (y un tanto desagradable, pero pensemos que es una ballena). Otros dicen que es sorda. 
Mary Ann Daher, bióloga marina que estudia a 52-Hz desde que se la descubrió, escribe: «Recibo desde hace años cartas, correos y poesías de mucha gente que se identifica con este animal y que se siente sola porque es diferente de todos los demás».
Contemplando a 52-Hz con la mente (porque nadie la ha visto), ¡con la mente y el corazón!, he pensado en tantas personas como he conocido diferentes, a las que algunas veces he llamado raras, porque no he sabido admirarlas en su diferencia, ni me he admirado por su singularidad. Ni he sabido que al sentirse solas me pedían mis brazos y mi afecto. Extrañas porque nunca han pronunciado la vulgaridad de mis insolencias. Solitarias, como 52-Hz. Más ricas muchas veces que los que nos creemos normales porque vamos enganchados al rebaño.
Y, sin embargo ¿quién no es diferente? ¿Quién no vive solo? ¿Quién no tartamudea lo que siente porque le da vergüenza que se conozca el tesoro de su afecto?

miércoles, 14 de agosto de 2013

Edith Stein.



Edith Stein nació el 12 de octubre de 1891 (gran día para los judíos: Yom Kippur) en Breslau (Breslavia). Y murió con su hermana Rosa (siendo ambas carmelitas) como Sor Teresa Benedicta de la Cruz, en una cámara de gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942. Este mismo día de cada agosto se celebra en la Iglesia católica su fiesta como santa y patrona de Europa.
Los breves 48 años de su vida estuvieron jalonados por su vida feliz con su madre y sus diez hermanos (el padre murió cuando Edith tenía dos años); su resistencia a la escuela porque en ella no enseñan nada que ella no sepa y se aburre; su abandono de la fe hebrea a los 12 años "para afirmarse como un ser autónomo"; “una viva tendencia a la búsqueda de la verdad"; la entrada en la universidad; el encuentro con la fenomenología como algo más que una aventura de la mente; su tesis de doctorado sobre la empatía con el descubrimiento de la "alteridad"; su disposición a la escucha; su servicio como enfermera en la guerra; la visita, determinante para su futuro, a su amiga Ana, a la que encuentra serena y sostenida por la fe, viuda de Adolf Reinach, convertidos al catolicismo ("Este fue mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a los que la llevan... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad  y brilló Cristo"); la lectura de un tirón, en casa su amiga Hedwig Conrad-Martius, de la autobiografía de santa Teresa de Jesús ("Cuando cerré el libro me dije: Esta es la verdad"); su Bautismo el 1 de enero de 1922 ("Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea tras mi retorno a Dios"); su deseo de ser carmelita (“... hoy soy mucho más consciente de lo que significa ser esposa del Señor en el nombre de la cruz”); estudia, da clases, escribe...; le aterra la llegada del nazismo (envía una carta para el Papa en nombre de su pueblo); el 14 de octubre de 1933 entra en el Carmelo de Colonia (votos temporales el 21 de abril de 1935; el 21 de septiembre de 1938 los perpetuos: "Que ya sólo en amar es mi ejercicio" repetía a su san Juan de la Cruz en el recordatorio de su profesión); la trasladan a Echt (Holanda) con su hermana Rosa; presas el 2 de agosto de 1942 las apresan y llevan a Westerbork, como venganza por un escrito de los obispos holandeses contra las acciones sobre los judíos ("Ven, vayamos, por nuestro pueblo", le dice a Rosa); el 7, con 987 judíos más, las llevan a Auschwitz donde muere en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942 ("Quien pertenece a Cristo debe volver a vivir toda Su vida; debe madurar y convertirse en un otro yo, debe recorrer el camino de la crucifixión, debe dirigirse a Getsemani, debe subir al Calvario".

viernes, 9 de agosto de 2013

Aparecida.



El 10 de julio de 2007 el Papa Benedicto XVI aprobó el documento conclusivo de la Quinta Conferencia del episcopado latinoamericano:

"Al mismo tiempo que expreso mi reconocimiento por el amor a Cristo y a la Iglesia, y por el espíritu de comunión que ha caracterizado dicha Conferencia General, autorizo la publicación del Documento Conclusivo, pidiendo al Señor que, en comunión con la Santa Sede y con el debido respeto por la responsabilidad de cada Obispo en su propia Iglesia particular, sea luz y aliento para una fecunda labor pastoral y evangelizadora en los años venideros."

Se había compuesto del 13 al 31 de Mayo del año citado en el Santuario de Nuestra Señora de Aparecida, a 260 kilómetros de Río en un valle del estado de Sao Paulo, el centro de peregrinación más grande del mundo. Es un sustancioso mensaje social orientado por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Mario Bergoglio y actual Papa Francisco, como fruto de un amplio, ordenado y complejo dialogo: una mirada a la pastoral, con atención preferente hacia los pobres, una sacudida a la creatividad y renovación de la Iglesia. «¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza!». Bergoglio decía de él: «El documento de Aparecida no se agota en sí mismo, no cierra, no es el último paso, porque la apertura final es sobre la misión».



Sus tres partes contemplan la vida de nuestros pueblos hoy con los discípulos misioneros atentos a la realidad, la vida de Jesucristo que despierta en ellos la alegría de seguirlo, su llamada a la santidad, la comunión entre ellos y su formación; la vida de Jesucristo para nuestros pueblos en la misión al servicio de la vida, de la dignidad humana, de la familia, de las personas y de la vida. Y la atención a la cultura propia de nuestros pueblos.



Se cierra con una larga y encendida petición: “¡Quédate con nosotros, Señor…!”.