domingo, 4 de agosto de 2013

Goma.



Copio de El Mundo el último capítulo (23/07/2013) del blog de Raquel Villaécija y Alberto Rojas: Las cicatrices de Ruanda. Una niña olvidada en la letrina.

“Hay criaturas que al nacer ya arrastran una condena. Joseph se quedó huérfano en el paritorio hace seis horas y su padre acaba de dejarlo en la puerta del centro Don Bosco, el único recurso para los huérfanos de Goma. Ahora duerme su primer sueño acunado por Beatrice, la mujer que cuidará de él hasta que se haga mayor de edad o la familia lo reclame. Esta congoleña madre de dos hijos no solo se ocupa de todos los menores sin padre de la ciudad sino que además ha adoptado a uno.
Al lado de Joseph descansa Herminia, una niña de pocos días a la que dejaron abandonada en las letrinas de un campo de desplazados. O Jean, cuya madre lo dejó tirado en una calle de la ciudad porque nació con una minusvalía. En esta sala ya no hay penas. Da igual que fuera zumbe la artillería. Una veintena de recién nacidos tendrá un futuro (el que sea, bueno o malo, pero futuro) gracias a la labor de los que trabajan en este mítico orfanato fundado por salesianos.
Uno de ellos, que lleva aquí 32 años, nos acompaña en la visita. Honorato Alonso es un religioso español comprometido con los intocables del Congo. Nos muestra todo lo que han levantado desde que este centro era un sueño casi imposible.
Éste es uno de los pocos sitios donde se oye a los niños reír y se les ve jugar. En la cocina, una enorme nave humeante, algunos jóvenes que estudiaron en el centro se dedican ahora a preparar el almuerzo para miles de niños. Los más pequeños ponen la mesa, reparten platos y cubiertos. Las madres violadas del Congo, también acogidas aquí, lavan la ropa y cuidan de los bebés. En Don Bosco, todos son una gran familia. 
Queríamos dedicar el último capítulo de este blog a ellos y a la labor que hacen, tan importante para los menores de Congo. Dignifican a las personas por encima de la violencia y los intereses que desangran el país”.  

martes, 30 de julio de 2013

Río.



Cuando al primer día del año 1502 el hispano-portugués Gaspar de Lemos, de la escuadra de Pedro Álvares Cabral, entró en la bahía de Guanabara, dio al lugar el nombre de San Sebastián de Río de Janeiro, el mes del descubrimiento. Buscaba plata. Aunque prefería oro, como todos los grandes navegantes, descubridores y colonizadores… no podía dejar de sentir el honor de haber llegado a aquel santuario acogedor y sorprendente. ¿Podía imaginar que quinientos años más tarde aquella inmensa y bellísima bahía sería un paraíso del turismo y del ocio, del placer y de la diversión y de muchas cosas más, no todas luminosas, justas y pacíficas? Invocó y le dio el nombre de San Sebastián, el joven asaeteado por preferir a Cristo en vez de la fidelidad al emperador.
Más de seis millones y medio de pobladores actuales (un poco más de la mitad, blancos; la tercera parte, “pardos” o mestizos; y el resto, negros) han podido escuchar al Papa de los católicos (en Río un poco más de tres millones y medio) entre sus primeras palabras al llegar el día 22: “No he venido a traer ni oro ni plata, sino lo más valioso, Jesucristo". La misión que el Papa lleva es la de invitar a optar por Cristo. Es la propuesta que hace a los jóvenes que han llevado la Cruz como signo de su opción. 
El mundo está lleno de la sabiduría de los que dominan el arte para convencer a los jóvenes de que mientras se es joven no se puede renunciar a nada que sea placentero. Es muy fácil distraer de la  contemplación de Jesús (que es Amor, entrega a los otros) demostrando que vender todo por seguirle no es muy halagüeño.
Por eso el Papa llama la atención a los que, embobados por el brillo del oro y de la plata, no pueden ver en Jesús la grandeza, la bondad, la belleza, la valentía, la generosidad de renunciar a una piedra para apoyar la cabeza con objeto de ser capaz de dar la vida por un amigo.

jueves, 25 de julio de 2013

Deja huellas.



Que Shoep, perro alemán, haya dejado su huella en la arena de la playa del Lago Superior, en Estados Unidos, no tiene importancia. Pero sí su historia, aparentemente sin relieve. Porque cuando su amigo (me da vergüenza llamarle “dueño”) John Unger lo presentó en Facebook a los que quisieron verlo, más de 351 mil nuevos amigos, desde entonces, sintieron un nudo en la garganta. Aparecía dormido en brazos de John sumergido en el agua. Los remedios para su artritis no eran eficaces. Pero los brazos de su amigo metido en el lago y el agua que lo envolvía durante un largo rato le permitían cerrar los ojos, tal vez dormir y tal vez, también, olvidar que era viejo.
Hace pocos días ha muerto, a los 20 años, Shoep. Nos deja una huella que puede poner algo de ternura en estas vidas nuestras tan llenas, muchas veces, de prisas o hasta violencias, de cansancios y de exigencias. ¡Qué poco espacio dejamos a la intuición de que una persona que vive cerca de nosotros necesita un gesto de cariño de nuestra parte! Sentirse querido es el estremecimiento más hondo del ser vivo. Ese sentimiento no lo despiertan palabras repetidas (¿por costumbre?, ¿para cumplir?…). Me decía una persona con experiencia en el trato con personas en fase terminal: “Es posible constatar, al menos en algunos casos, que una caricia, un susurro, una palabra de cariño es para ellas mucho más de lo que se puede imaginar”.
Sin que lleguemos al final, ¿por qué no sustituimos los rebuznos con que comentamos algunas veces conductas propias o ajenas, nuestras y más bien suyas, con palabras “humanas” que hagan sentir al que las recibe que al menos lo tenemos en cuenta como compañeros del mismo camino?

sábado, 20 de julio de 2013

El Dragoncete Burlón.




Hace unos días una buena amiga me envió un correo de los que ponen los pelos de punta. Hacía ver que en la fachada de la catedral de Salamanca, construida en 1.102, aparece un astronauta, fiel retrato de Neil Alden Armstrong, el primer hombre que puso sus pies en la Luna hace, por estos días, 44 años. La conclusión era fascinante: antes de la Biblia hubo extraterrestres que dejaron su huella en la tierra.
No sé si el descubridor de este MISTÉRIO (respeto la ortografía del autor que, para mayor claridad, escribe también MISTERY) no se aventuró a comentar que, a la derecha y un poco más arriba, aparece un simpático dragón (en postura poco obsequiosa), sonriendo por la envidia que nos da verle tomándose un helado.   
Se queja el autor de que hasta la fecha las autoridades no hayan dado ninguna  explicación a este portento. Y nos invita a juzgar por nosotros mismos: “¡Juzgue usted!”.
Hay algunos deslices en la presentación que pueden ayudarnos a aliviar nuestro estado de ánimo, sin duda alterado, y sin esperar a las autoridades. La catedral construida en 1.102 fue la “Vieja”, no ésta, la “Nueva”, que vino cuatro siglos más tarde y en la que figura el astronauta. El llamado en el correo “Frontis de la Catedral”, en el que, según se dice, debería estar el astronauta, es la fachada plateresca de la Universidad, posterior a 1520.
La prensa local de aquellas fechas puede ayudarnos a saber que se conoce el nombre del autor del astronauta, el tallista Miguel Romero que, en 1992, para suplir los desperfectos de la fachada Norte con vistas a la exposición de las Edades del Hombre de 1993, añadió estas ingeniosas obras de arte. ¡Lastima que un vándalo (¿de dónde salen los vándalos?) le rompió al astronauta el brazo derecho hace tres años!

Y de todo esto ¿qué sacamos? Personalmente sufro, como educador que quisiera ser. No vale para alimentarnos cualquier cosa que nos metamos por la boca. No es verdad cualquier noticia que nos llega con un halo de misterio y de ocultismo que parece hacerla más creíble. No podemos dejar aparte la lectura de fuentes de fiar y el recurso a especialistas e investigadores para nutrir nuestra mente y nuestro espíritu con vapores llamativos que poco a poco envenenan nuestro juicio.