Como sabes, las ballenas
jorobadas o yubartas pueden pesar hasta 40 toneladas. No es de extrañar: miden,
alguna, claro, 18 metros. Y hay ejemplares que llegan a nadar 25.000 kilómetros
al año. Los machos ya grandes cantan horas y horas sin cansarse. Mezclan, dicen
los entendidos de quienes aprendo, aullidos, rugidos y pitidos. Y dicen que, si
lo hacen, por algo será.
Practican el veraneo. Nacen, con
solo cinco metros de “altura”, en los trópicos donde deben crecer (¡hasta un
metro cada mes) para poder viajar, en verano, hacia el Ártico o el Antártico
que son zonas más fresquitas. Pero no lo hacen por lo del fresquito, sino
porque su alimento es el krill, tan
abundante allí.
Tienen un peligro: ¡las orcas!
Las conoces: miden, los machos, de hasta 9 metros (las hembras, casi 8), negras
con manchas blancas para disimular su mala intención, y se comen todo lo que pescan, hasta tiburones. Y no digamos yubartitas, si alcanzan alguna.
Y aquí viene nuestra reflexión.
Las crías de yubarta, que necesitan crecer y engordar para poder alcanzar el
Polo que le toque, maman mucho. Y son ellas las que le piden a la madre que las
atienda. Rozan su cuerpo con el de la madre y, dicen los especialistas, que susurran. Porque el susurro no lo escuchan a distancia con su sónar peculiar las orcas, pero sí la madre cercana.
No es traer por los pelos (las
yubartas no lo tienen ni lo tienen las orcas) afirmar que en las familias
actuales es frecuente que la adhesión de los hijos hacia las madres sea muy
débil. La madre se convierte muchas veces en otra mujer para las hijas y se monta en casa una especie de escuela de llevar la contraria. Es
decir, el resultado es que la mujer–madre deja de ser madre porque se acentúa
en ella más su carácter de mujer. La madre, que debe conservar siempre su
identidad de diosa del hogar, expone
demasiado su convicción de que ella sabe lo hay que saber, tiene experiencia y
autoridad, ella es la que manda… Ante una madre-mujer así, la hija se aleja, se
rompe el contacto de la piel,
desaparece el susurro… y crece una
futura madre calcada sobre el desafortunado molde de la madre-mujer porque no
ha habido una mujer-madre. Pero lo mismo sucede con los hijos varones. Si una
madre no logra que su hijo se enamore
de ella, logrará que ese hijo se encuentre muy a gusto a distancia. En todo: en
distancia física, en distancia moral, en distancia afectiva. ¿No es triste?