Copio
de El Mundo el último capítulo
(23/07/2013) del blog de Raquel Villaécija y Alberto Rojas: Las cicatrices de Ruanda. Una niña olvidada
en la letrina.
“Hay criaturas que al
nacer ya arrastran una condena. Joseph se quedó huérfano en el paritorio hace seis horas y su padre acaba
de dejarlo en la puerta del centro Don Bosco, el único recurso
para los huérfanos de Goma. Ahora duerme su primer sueño acunado por Beatrice,
la mujer que cuidará de él hasta que se haga mayor de edad o la familia lo reclame.
Esta congoleña madre de dos hijos no solo se ocupa de todos los menores sin
padre de la ciudad sino que además ha adoptado a uno.
Al lado de Joseph
descansa Herminia, una niña de pocos días a la que dejaron abandonada en las
letrinas de un campo de desplazados. O Jean, cuya madre lo dejó tirado
en una calle de la ciudad porque nació con una minusvalía. En
esta sala ya no hay penas. Da igual que fuera zumbe la artillería. Una veintena
de recién nacidos tendrá un futuro (el que sea, bueno o malo, pero futuro)
gracias a la labor de los que trabajan en este mítico orfanato fundado por
salesianos.
Uno de ellos, que
lleva aquí 32 años, nos acompaña en la visita. Honorato Alonso es un religioso
español comprometido con los intocables del Congo. Nos muestra todo lo que han
levantado desde que este centro era un sueño casi imposible.
Éste es uno de los pocos sitios donde se oye a los
niños reír y se les ve jugar. En la cocina, una enorme nave humeante,
algunos jóvenes que estudiaron en el centro se dedican ahora a preparar el
almuerzo para miles de niños. Los más pequeños ponen la mesa, reparten platos y
cubiertos. Las madres violadas del Congo, también acogidas aquí, lavan la ropa
y cuidan de los bebés. En Don Bosco, todos son una gran familia.
Queríamos dedicar el último capítulo de este blog a
ellos y a la labor que hacen, tan importante para los menores de Congo. Dignifican a las
personas por encima de la violencia y los intereses que desangran el país”.