lunes, 15 de julio de 2013

Metrópolis.



¿Os acordáis de Metrópolis, aquella película expresionista alemana, muda, de 1927, de Fritz Lanzg y su esposa Thea von Harbou? De ella se pueden decir muchas cosas, verdaderas o inventadas dada la complejidad de la hisoria. He aquí algunas, sencillas y breves.     
Una breve síntesis del punto de partida para recordar o situar: En el año 2026 (¡!) la ciudad está formada por los propietarios (que viven en una suntuosa, fría, atormentada y complicada superficie) y los trabajadores (pobladores perpetuos de un sórdido mundo subterráneo, anónimo y maquinizado). Un robot incita a éstos a la rebelión y a la destrucción de la ciudad bajo la que viven y para la que trabajan. Pero Freder, hijo de Joh Fredersen, el dueño de todo el complejo, se enamora de María, defensora de los trabajdores y cuidadora de sus hijos.
Mi primer subrayado es este de María. María, como suena en alemán, latín, español, italiano, portugués… No es sólo una figura simbólica. Es la fusión de la belleza, de la bondad, de la sencillez, de la generosidad, de la fe en los hombres, de la entrega, del amor. Es la personificación de la Madre de todos, de  María, Madre de Jesús, el Mediador, el Amor.
Juntos (y este es el segundo rayo de luz bajo cuyo ardor me parece oportuno acogerme)  Freder y María tratan de hacer sentir el amor a los sublevados, que nunca han sentido el amor aunque siempre han suspirado por él. Freder se convierte (gracias a la invitación de María y al amor hacia ella) en el Mediador entre el cerebro y la mano, es decir, el corazón de la ciudad que parecía no tenerlo, ni arriba ni abajo. No arriba por estar embrutecidos por el egoísmo. Ni abajo porque sin horizonte de libertad es imposible amar.
Y por último, los niños. Se preguntan los sublevados por ellos en un momento de lucidez: “¡Nuestros hijos!”. Es el instante de la verdad. María los ha amado, los ha guardado, los ha conservado como seres humanos y los presenta como la realidad de una promesa de vida frente a los inventos de destrucción del científico Rotwang que fabrica venganza y odio. Vale la pena ver de qué lado estamos nosotros hoy.

miércoles, 10 de julio de 2013

Psenes o avispas.



Esto es un nido de avispas. Mide, dicen, dos metros de alto y dos y medio de ancho. Ya es medir. Medía. Porque, por si las moscas, lo destruyeron al descubrirlo. Y albergaba – sin contar a las que estaban al hacer la foto, de viaje comercial – un millón de avispas, avispa más, avispa menos. Como todas las avispas, son himenópteros (es decir, de alas membranosas, como ya las llamó Estrabón hace más de veinte siglos) avispados, apócritas (como las clasifican los entomólogos, es decir con cintura de avispa, claro), atentos (o atentas a ese trabajo porque lo hacen las hembras) para que nadie turbe la vida de la colmena. Porque si intuyen amenaza, se lanzan sobre el hipotético intruso y haciendo uso de todos sus medios (mandíbulas, aguijón y si hace falta también de la lengüeta) defienden sus derechos. Y le inyectan una sustancia en la que los estudiosos han identificado, por ejemplo, dopamina, serotonina, noradrenalina, histamina, quinina, proteasa… que ¡no mata! (dicen), pero que puede provocar (dicen) un choque anafiláctico ¡que sí puede matar! Hay algunas, entre las 200.000 especies, como la llamada Blastophaga psenes (“insecto come-yemas”), que enriquece y poliniza de un modo muy complejo la variedad de higuera llamada Esmirna. 
Dejando en paz a las avispas, volvamos a nosotros, tan dados a asociarnos, a atacar, a temer que el que no es avispa es un enemigo, a acosarlo, a clavar nuestra mandíbula en el prójimo que no nos gusta, a eliminar al contrario, a negarle la capacidad de volar libremente, de pensar diversamente, de proyectar un futuro a su modo, de almacenar el fruto del propio trabajo, de dejar con nuestro veneno de intransigentes dictadores la hiel de nuestra rabia, envidia, obcecación, terquedad, intemperancia; a exhalar feromonas para engrosar nuestra banda y convocar a un ataque con rabia, como hacen las avispas; a dejar por los suelos nuestra fuerza, nuestra dignidad y nuestros caparazones, si es que dejan algo. Porque las avispas son también carnívoras.  

viernes, 5 de julio de 2013

Rafael y Roland.



Como todo el mundo sabe, Roland Garros jugaba al tenis. Pero no tanto ni tan bien como para que al Gobierno francés le pareciese oportuno dar su nombre al estadio que todos conocemos. La historia es que en 1927 Jacques Brugnon, Jean Borotra, Henri Cochet y René Lacoste (Los cuatro mosqueteros”) habían ganado a Estados Unidos la Copa Davis ¡en su casa! (en la de los americanos). Y se dijeron: “Necesitamos un digno estadio para la revancha (revanche en francés) de los vencidos (¡Si pueden!)”. Cedieron a la Federación francesa de tenis tres hectáreas y le pusieron el nombre de un joven luchador, en el aire, caído en batalla en 1918. Fue un pionero (pionnier en francés: un peón del ejercito, como nuestro gastador en los Tercios de Flandes - véase el Tesoro de la lengua castellana, ya con cuatro siglos: el soldado que trabaja con pico y pala - de la aviación).

Había nacido el 6 de octubre de 1888 (Saint Denis). Se apasionó de la aviación, el 23 de septiembre de 1913, cruzó el mar Mediterráneo en seis horas, trastornó el arte (¿arte?) de la guerra con un nuevo modo de ataque de los aviones con ametralladora. Cayó, fue hecho prisionero, escapó… y sobre las Ardenas (norte de Francia) fue derribado el 5 de octubre de 1918 del avión y de esta vida. Treinta años.

Rafael Nadal nació el 3 de Junio de 1986; hoy tiene 27 años. Leer la lista de triunfos en su vida de tenista llega a confundir a quien no está acostumbrado, como me pasa a mí, a trazar día a día el perfil de un ganador. Como, además, se leen nombres de lugares, de campos de juego, de tierras batidas, azules, césped, cemento… es fácil quedar aturdido.

Pero saber que desde muy joven soñó con jugar y vencer y que le resulta tan natural ser honrado, luchador, sencillo, cercano, superior al dolor, amigo de los contendientes, nada engreído, rico en afecto y en sonrisa, constante en su ser joven, generoso, incansable, trabajador… le hace grande en mi estima y afecto.

Como los jóvenes de hoy. Vivimos un tiempo en el que la honradez y el esfuerzo, la entrega al duro trabajo de la formación y perfeccionamiento en su calidad de hijos, compañeros, de estudiantes estudiosos y de trabajadores denodados nos hace prever un futuro bien asentado en la probidad y el servicio, en el desprendimiento y la entrega a los demás.

Y todo ello gracias a vosotros, padres, que habéis entendido bien que el mayor tesoro de vuestras vidas son y serán vuestros hijos y vuestros nietos; que os habéis preparado y os seguís perfeccionando como sus mejores entrenadores en la vida con el sentido del deber, del respeto, del esfuerzo, de la grandeza de espíritu, del altruismo y del amor.

sábado, 29 de junio de 2013

Gorgona.



La isla más pequeña (2 kilómetros cuadrados) y la más septentrional de las siete del Archipiélago toscano (hay además peñascos y otros accidentes menores; pero están también la isla de Elba y la de Montecristo: ¿recuerdas?: Napoleón, Dumas…) es la de Gorgona. Tiene 220 habitantes. De estos, 40 son un poco especiales: asesinos condenados a penas largas que pasaron en parte en otros penales hasta que merecieron ser trasladados aquí. Y aquí están ¡felices! ¿Felices? Bueno, uno de ellos dice: “Estás fuera y eres libre. Yo conduzco un tractor. Trabajo. Parezco una persona normal. En los demás sitios estás encerrado 23 horas al día”. Y junto con otro preso, también de 30 años, cultiva la viña (sólo una hectárea) de la dinastía de los marqueses de Frescobaldi, productores de vino desde la Edad Media y que venden su producto, 2.700 botellas de vino blanco, a 50 euros la botella a buenos gustadores. Pagan un sueldo a los presos y venden el vino.
Gorgona es colonia penitenciaria desde 1869. Pero hoy los reclusos viven allí una vida muy especial. Porque otros se dedican a preparar selectos productos cárnicos, pollos, queso, aceite de oliva, hortalizas, frutas... Los presos sólo pasan las noches en sus celdas. Y dicen: “¿Por qué no se puede establecer un sistema de rehabilitación como el nuestro en otras partes?". "Aquí hay una buena vida. Eres libre. Tienes la oportunidad de aprender. Me siento afortunado. En otras prisiones es horrible. Vives en jaulas, como los perros salvajes. No son aptas para seres humanos. Si estás encerrado en una celda, privado de cosas básicas como la intimidad, te vuelves peor. Aquí puedo ver el mar, salir a pasear. El tiempo pasa".
La “alcaidesa” de Gorgona, Maria Grazia Giampiccolo, es una inteligente mujer partidaria de dirigir a los presos hacia el mundo del trabajo, construyendo relaciones con empresas del exterior: "Necesitamos posibilidades reales de reinsertar a los reclusos en la sociedad. Si la respuesta no va más allá de la cárcel, siempre será inadecuada".
Ahora vamos a lo nuestro: ¿nos parece que hay muchos padres y educadores que tengan en cuenta estos criterios en la educación de sus hijos, niños, adolescentes y jóvenes confiados a su cuidado y a su amor?
Conocemos el milagro de la educación de Juan Bosco que, para evitar que los jóvenes fuesen a parar a la cárcel, creó para los que encontró en el arroyo un clima de acogida, de aprecio, de autoestima, haciéndoles sentir que crecían con el estudio y el trabajo como “honrados ciudadanos y buenos cristianos”. Es triste comprobar que algunos padres no se han enterado todavia de que sus hijos no saben si su padre los quiere, si su padre los estima, si confía en ellos.

lunes, 24 de junio de 2013

24 de junio: Celebramos la fiesta del onomástico de Don Bosco y de su sucesor



(ANS - Roma) - El Lunes 24 de junio, fiesta de San Juan Bautista, día que en Valdocco  se celebraba tradicionalmente el onomástico de Don Bosco, la Congregación celebra la fiesta del Rector Mayor que, como dice el artículo 126 de las Constituciones; "es el superior de la Sociedad Salesiana, el sucesor de Don Bosco, el padre y centro de unidad de la Familia Salesiana".
Esta tradición fue continuada  en diferentes formas: desde la casa madre de Valdocco, como hicieron los primeros Rectores Mayores, a la elección de algunas Inspectoría europeas o de la India, como  hizo Don Egidio Viganó, que reanudó la tradición interrumpida desde los años treinta a los años ochenta, y Don Juan Edmundo Vecchi.
Don Chávez también este año celebrará, como de costumbre, la fiesta del Rector Mayor en la Casa Generalicia junto a los Salesianos de la comunidad, los miembros del Consejo General, los Inspectores recientemente nombrados y otros invitados.
El sencillo programa tendrá dos momentos relevantes: la Eucaristía, presidida por el Rector Mayor en el final de la mañana y por la tarde una academia musical y artística donde participará  la comunidad "Madre Ersilia Canta" de las Hijas de María Auxiliadora.
El Vicario General, P. Adriano Bregolin, recuerda que "es una oportunidad para recordar y agradecer en unidad de espíritu con el que ha sido llamado para dirigir la Congregación y la Familia Salesiana. Un compromiso que Don Pascual ha asumido entregándose completamente”.
La fiesta del Rector Mayor de este año será la última del sexenio y del mandato del Padre Pascual Chávez Villanueva, décimo Rector Mayor de la Congregación Salesiana, IX sucesor de Don Bosco.