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martes, 5 de junio de 2012

Distributismo.


Suena poco y hasta parece que suena mal. Pero fue el nombre que Gilbert Keith Chesterton, su hermano Cecil e Hilaire Belloc dieron a una propuesta de justicia social que superase el racionalismo sin corazón, el cientificismo sin horizontes, el socialismo en todas sus formas de tijeras para la libertad, el liberalismo industrial sin alma y el capitalismo sin hígado. Hundían sus raíces, tal vez un poco ingenuamente, en la doctrina que el Papa León XIII había desplegado sabiamente en su encíclica Rerum Novarum.
E idearon una asociación a la que dieron el nombre de Liga Distribucionista en la que recibieron el eficaz apoyo del irlandés padre dominico Vincent McNabb, conocido ya por los lectores de estas Buenas Noches. Quedó elegido presidente – y lo fue hasta su muerte - el mismo Gilbert que puso al rojo su semanario G.K. Weekly (El semanario de G.K.) para difundir la iniciativa. En la primera reunión de la liga Gilbert fue nombrado presidente, cargo que ejerció hasta su muerte. Y se crearon delegaciones en Bath, Birmingham, Croydon,  Londres y Worthing.
El francés Peter Maurin, fundador del movimiento del trabajador católico y aliado con la sierva de Dios Dorothy Day, batalladora periodista norteamericana, continuaron  la obra.
Maurin proclamaba que era necesario que todo hombre tuviera su casa, cristianos, católicos o no: “Quienes ya tuvieran una, tenían que tener otra “Habitación para Cristo”, el hermano sin casa. Y Chesterton escribía sobre la “limosna” o, mejor, la ayuda al necesitado, afirmando que la diferencia entre un Católico y un Altruista es que el Altruista le da dinero a las personas que se lo merecen y el Católico le da dinero a quien no se lo merece, porque sabe que en un principio él no merece tampoco el dinero que tiene (¡Ojalá!).
Un hombre, trabajador y entusiasta como Chesterton, que murió a las 62 años después de haber escrito 80 libros, cientos de poemas, más de 200 cuentos, artículos y ensayos; que sufría, como otros miembros de su familia, temporadas de depresión; que fue atacado por su conversión al catolicismo y que defendió su decisión con el fervor de un misionero, bien vale como ejemplo para nuestra vida, muchas veces encerrada en nuestros mezquinos intereses y en proceso de ahorro para capitalizar con vistas a la vida eterna.