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lunes, 23 de mayo de 2011

María.


Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), un grande de la literatura inglesa del siglo XX, convertido al catolicismo en 1921, era un hombre sobresaliente, no sólo por su estatura y corpulencia (le faltaban siete centímetros para los dos metros y pesaba 134 kilos), sino por su valentía, su fortaleza al superar los severos muros que se le presentaban en su camino hacia la conversión, su sentido del humor y su mentalidad siempre abierta.
Afirmaba que su conversión al catolicismo se debía, entre otros factores, a dos hechos, de los que uno, referido a María, lo reflejaba así: «... un místico católico escribía: “Todas las criaturas deben todo a Dios; pero a Ella, hasta Dios mismo le debe algún agradecimiento". Esto me sobresaltó como un son de trompeta y me dije casi en alta voz: "¡Qué maravillosamente dicho!" Me parecía como si el inimaginable hecho de la Encarnación pudiera con dificultad hallar expresión mejor y más clara que la sugerida por aquel místico, siempre que se la sepa entender».
Su devoción a la Virgen en la que le acompañaban sus amigos, también convertidos, Maurice Baring y los PP. John O’Connor y Ronald Knox, lo expresaba interpretando un verso de la Eneida de Virgilio (Maria undique et undique coelum, que se traduce Mares doquier y por todas partes cielo) de este modo: María por todas partes y por todas partes cielo.   
El padre Vincent McNabb, otro de sus amigos, relataba así su último encuentro con Chesterton: «Fui a verlo cuando murió. Pedí estar solo con el hombre moribundo… Era sábado y pensé que quizás en otros mil años Gilbert Chesterton podría ser conocido como uno de los cantores más dulces de aquella hija de Sión siempre bendita, María de Nazareth. Sabía que las calidades más finas de los Cruzados eran uno de los tesoros de su gran corazón, y luego recordé la canción de los Cruzados, la Salve Regina, que nosotros los Blackfriars cantamos cada noche a la Señora de nuestro amor. Le dije a Gilbert Chesterton: "Escuche usted la canción de amor de su madre." Y canté a Gilbert Chesterton la canción del Cruzado: “¡Salve, Reina Santa!”».
¡Ojalá en nuestra vida esté siempre presente la Auxiliadora de Dios, como la definía Chesterton, la Señora de nuestro amor, como los Frailes Negros la tenían en sus vidas!; ¡ojalá nos convirtamos, como Cruzados de la fe, en dulces cantores de aquella Hija de Sión siempre bendita, María de Nazaret! ¡Y ojalá sigamos recordando y cantando la bellísima elegía de los hijos a su Madre como es la Salve, Reina y Madre tan filial, tan entrañable, tan española!
Y, sobre todo, ¡ojalá podamos repetir con claridad, acompañados por tal Madre en el paso definitivo hacia la Vida, lo que en la oscuridad de sus ensueños, semiconsciente, dijo: “El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras: cada uno debe elegir de qué lado está”!

domingo, 15 de mayo de 2011

Monumento a María

Don Bosco hizo de su vida un monumento de afecto y fidelidad filial a la Virgen, a la que invocó desde 1862 como Auxilio de los Cristianos. Pero quiso levantar también un monumento vivo. Y para ello dio con una columna robusta en una joven de un pueblecito de la provincia de Alessandria, María Mazzarello.
Había nacido en 1837 a la sombra de una ermita dedicada a María Auxiliadora en su pueblo de Mornese. Dedicó sus primeros años, con el resto de su familia, como braceros, al cultivo de las vides. Un tifus la redujo a poca cosa físicamente y se entregó a enseñar a las niñas de la vecindad a cortar y coser. Y crecía mientras tanto en fe, fervor hacia la Eucaristía y cariño hacia las niñas.
Por medio del capellán del pueblo conoció Don Bosco su condición humana y cristiana y le propuso que se pusiese al frente de las religiosas salesianas, Hijas de María Auxiliadora, que él quería que se entregasen a la educación de las niñas y las jóvenes. Y en 1872 nació el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
Sólo cinco años más tarde partieron las primeras misioneras con destino a Uruguay. La edad media de aquel primer grupo de valientes era de 21 años. Valientes porque si siempre hace falta serlo para dejar la patria e ir a lugares llenos de dificultad, mucho más todavía lo fue para ellas por su joven edad y las circunstancias de hace casi un siglo y medio. Hoy en Uruguay hay 15 obras y en América del Sur 566.  En su papel de madre de la joven familia salesiana femenina supo crear un ambiente de afecto a los intereses de Dios mediante la continua lectura de su presencia en las personas y en los acontecimientos. Murió en 1881, con sólo 44 años y fue canonizada en 1951.
Hoy sus Hijas, 15.100, trabajan en 89 naciones (de estas, 22 en África, 23 en América y 18 en Asia) acompañando a los más necesitados de atención familiar y de educación en 1.535 obras o misiones.
La estela de santidad de la Cofundadora estimuló la búsqueda de Dios en todas y la búsqueda de los hijos de Dios más desheredados de los hombres para amarlos y servirlos. Y en ese surco de entrega y amor la santidad de María Mazzarello se difundió y hoy son cinco las que la iglesia ha declarado Beatas (dos de ellas mártires), una Venerable y dos Siervas de Dios. Y entre las niñas y jóvenes orientadas en su condición de cristianas, sobresale la Beata Laura Vicuña, chilena, que murió en Junín de los Andes (Argentina) en 1904 y fue declarada Beata por el Papa Beato Juan Pablo II en 1988.