Parece más que
oportuno abrir la ventana de nuestra sencilla bitácora a las palabras que nos
regala el Rector Mayor de los Salesianos sobre el tesoro del Tiempo. Va en dos
partes sucesivas:
En una buena parte del mundo el mes de septiembre es
inicio de actividades académicas, y muchas familias organizan su vida en torno
a esta realidad. En otras partes se sigue con el ritmo propio. Será el inicio
del año nuevo el que determine los cambios. Pero en ambos casos, siempre se nos
hace presente el cúmulo de posibilidades que se nos presentan. Y del modo más
natural damos por supuesto que es normal amanecer cada día, disfrutar de buena
salud, tener tantas oportunidades en la vida… pero no siempre es así ni lo es
para todos.
Y es cierto que el tiempo, o mejor dicho la vida -que
tiene como medida de la misma el tiempo-, encierran un cúmulo
de posibilidades, realizaciones, vivencias…
Hace unos días, conversando con un laico octogenario,
me daba el consejo de que viviera apasionadamente la vida, que la exprimiera como
se exprime un limón o un racimo de uvas para sacarle el jugo. Lo decía él, un
hombre con una excelente formación intelectual, académica y religiosa. Y no
quería decir que se debiera vivir alocadamente de acá para allá, o buscando,
por insatisfacción, esto o lo otro. Se refería, más bien, a ese apasionante
ejercicio de ser dueño de la propia vida, ese regalo recibido con
verdadero don por el Señor de la Vida.
Por eso vuelvo a mi alusión sobre el tiempo ofreciéndoles
unas curiosidades acerca del tiempo y de sus posibilidades. La reflexión es la
siguiente:
Imaginémonos que existe un banco que cada mañana abona
en nuestra cuenta persona la cantidad de ochenta y seis mil cuatrocientos
euros.
Este extraño banco no arrastra nuestro saldo de un día
para otro, sino que cada noche borra, de nuestra cuenta personal, el saldo que
no hemos gastado.
Pues bien, cada uno de nosotros tenemos ese
banco. Su nombre es ¡TIEMPO!