Emmanuel Levinas está cerca de nosotros, ya que nos dejó hace poco más de
veinte años. Y porque fue un pensador profundo, original, rompedor, lo traigo
de nuevo aquí por lo que tiene de orientador de nuestro pensamiento de
formadores de hombres, tal vez desconcertado.
Judío lituano pagó esta condición en un campo de concentración como
prisionero francés, habiendo perdido a casi toda su familia por esa misma
desoladora sinrazón.
Lévinas aseguraba que
su patria, Lituania, “es el país en el que el judaísmo crítico conoció
el desenvolvimiento espiritual más elevado de Europa”.
En este modesto rincón
de pensamiento basta subrayar algo que tiene peso y valor en nuestra
estimulante tarea de reflexionar y educar.
Nos viene a sugerir que
la ontología de su maestro Heidegger conduce a una postura en la que cuenta,
sobre todo, el poder y conduce, sin remedio, hacia el ateísmo y el egoísmo.
La sociedad actual en
este mundo existente en el que respiramos tantas decisiones descabelladas y
tantos razonamientos de producción personal produce hombres con una
impersonalidad árida, neutra y sinuosa.
¿Qué nos toca hacer
para evitarlo? Porque podemos colaborar en el esfuerzo por lograrlo. La fórmula
que nos propone para cerrar esa puerta abierta hacia la nada es ser y enseñar a ser-para-el-otro.
Los que creemos en
Cristo como Maestro, los que vivimos adheridos a él como parte de su Vida,
constatamos, también con Lévinas, que el único camino para salvar todo es vivir
des-interesadamente.
Es, nos dice Cristo, la
única forma de hacer realidad el proyecto del Creador: ser para el otro, vivir
para el otro, dar la vida por el otro.
Los hombres grandes que
han vivido, casi siempre sometidos a persecución y a incomprensión han creído y
vivido así.
Cuando, al educar, nos
acercamos al tesoro que se nos confía, los jóvenes, debemos vivir con
entusiasmo y hace vivir esa convicción: ¡Se puede!
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