martes, 24 de julio de 2018

Fortitudo Mea In Rota (Mi fortaleza está en la rueda).


La Insigne Colegiata Abadía Mitrada de San Andrés Apóstol es la catedral de Carrara. No es muy grande. Pero es bellísima. Se empezó a construir en el siglo XII y creció durante otros dos y ofrece a los que la visitan un intenso recorrido de fe, arte, historia y de adhesión a la propia identidad ciudadana.
Pero el nombre de Carrara suena más cuando se la relaciona con su bellísimo mármol. Parece que en la Edad del Bronce, además de utensilios de esa aleación, se hicieron de este mármol útiles domésticos y figuras votivas en algunos enterramientos.
Desde los años 40 anteriores a nuestra era, los romanos se encargaron de convertir la noble piedra de Massa en regalo para el arte y para la historia. Llamaron marmor lunensis a esta piedra de los “Alpes Apuanos”, por su coloración blanca sin vetas con una cierta tendencia a un leve azul, como el de la Luna. O tal vez porque la embarcaban en el cercano puerto de Luni. El Panteón y la Columna de Trajano, por ejemplo, deben a estas canteras, según los entendidos, parte de su brillante alcurnia.
Y en el arte y la construcción para el recuerdo, la fe y la nobleza espiritual de sus admiradores se volcaron los hombres del Renacimiento, como por ejemplo los hermanos Pisano. Y, con su obra inimaginable, Miguel Ángel Buonarroti. Este genio, con 24 años, recién llegado a Roma firmó (“Bonarotus” ¿buena rueda?) en agosto de 1498 con el Cardenal Bilhères, embajador del rey de Francia, una imagen de la Virgen con Jesús muerto en sus brazos, para la capilla de santa Petronila, que era la necrópolis de los franceses insignes que morían en Roma. 
Miguel Ángel dedicó casi un año en elegir y transportar el bloque que le habría de servir para convertirlo en piadosa maravilla.    
Pero en esta ocasión vaya el acento al lema de los “Carrarenses”. Carrara viene de carro. Y muchos “carreros” volcaron en el transporte de este oro blanco, días y sudores, parte de su vida. De ahí el precioso lema que se repite con las cuatro palabras que abren estas líneas: Mi fortaleza está en la rueda. Y hay muchas ruedas, grandes, medianas y pequeñas en la ornamentación de Carrara. La rueda, los sudores y el trabajo han dado fortaleza y grandeza a los hombres de estas tierras.              
Sus vidas y su ejemplo deben servir a quien sueña con ser alguien grande que solo el sudor, el trabajo, la constancia, el tesón,  el esfuerzo y la “rueda” lo hacen posible.

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