La
Insigne Colegiata Abadía Mitrada de San
Andrés Apóstol es la catedral de Carrara. No es muy grande. Pero es
bellísima. Se empezó a construir en el siglo XII y creció durante otros dos y
ofrece a los que la visitan un intenso recorrido de fe, arte, historia y de
adhesión a la propia identidad ciudadana.
Pero
el nombre de Carrara suena más cuando se la relaciona con su bellísimo mármol.
Parece que en la Edad del Bronce, además de utensilios de esa aleación, se hicieron
de este mármol útiles domésticos y figuras votivas en algunos enterramientos.
Desde
los años 40 anteriores a nuestra era, los romanos se encargaron de convertir la
noble piedra de Massa en regalo para
el arte y para la historia. Llamaron marmor
lunensis a esta piedra de los “Alpes Apuanos”, por su coloración blanca sin
vetas con una cierta tendencia a un leve azul, como el de la Luna. O tal vez
porque la embarcaban en el cercano puerto de Luni. El Panteón y la Columna de
Trajano, por ejemplo, deben a estas canteras, según los entendidos, parte de su
brillante alcurnia.
Y
en el arte y la construcción para el recuerdo, la fe y la nobleza espiritual de
sus admiradores se volcaron los hombres del Renacimiento, como por ejemplo los hermanos
Pisano. Y, con su obra inimaginable, Miguel Ángel Buonarroti. Este genio, con
24 años, recién llegado a Roma firmó (“Bonarotus”
¿buena rueda?) en agosto de 1498 con el Cardenal Bilhères, embajador del rey de
Francia, una imagen de la Virgen con Jesús muerto en sus brazos, para la
capilla de santa Petronila, que era la necrópolis de los franceses insignes que
morían en Roma.
Miguel
Ángel dedicó casi un año en elegir y transportar el bloque que le habría de
servir para convertirlo en piadosa maravilla.
Pero en esta ocasión vaya el acento al lema de los “Carrarenses”. Carrara
viene de carro. Y muchos “carreros” volcaron en el transporte de este oro blanco, días y sudores, parte de su
vida. De ahí el precioso lema que se repite con las cuatro palabras que abren estas
líneas: Mi fortaleza está en la rueda.
Y hay muchas ruedas, grandes, medianas y pequeñas en la ornamentación de
Carrara. La rueda, los sudores y el trabajo han dado fortaleza y grandeza a los
hombres de estas tierras.
Sus vidas y su ejemplo deben servir a quien sueña con ser alguien grande
que solo el sudor, el trabajo, la constancia, el tesón, el esfuerzo y la “rueda” lo hacen posible.
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