viernes, 19 de febrero de 2016

Yerba Mate.

El mate es un arbusto parecido al acebo que se daba desde siempre cerca de los ríos Paraná y Uruguay. Los nativos lo usaban intuyendo sus beneficios y los jesuitas de Misiones (Argentina) lo “domesticaron” y difundieron su uso teniendo presentes sus efectos que se deben a la cafeína, los antioxidantes, el potasio, los aminoácidos y las vitaminas, como dicen los entendidos. Regula el colesterol, retrasa el envejecimiento y acelera el metabolismo de los hidratos de carbono.
Ya en 1774 el jesuita José Sánchez Labrador, toledano y desterrado en Rávena (Italia) como consecuencia de la disolución de la Compañía de Jesús, escribía: "Dijeron en Europa, que su uso inducía en los rostros el desmayo de los colores, y los teñía de palidez. Los que pretendían entablar el uso del The oriental inventaron esta especie, para hacer que decayese el uso de la Hierba, que empezaba a tomar vuelo." 
Siempre ha habido competencia. Y en todos los campos. También en el uso de hierbas. El te de la india dejaba mucho dinero a los importadores en Europa de esa planta. Y era el dinero, que lo mueve todo y lo envenena casi todo, el argumento para rechazar, “porque inducía en los rostros el desmayo de los colores”, algo que hacía la competencia a la otra yerba del Asia.
Es un ejemplo. Pero bueno para tenerlo presente en la educación. Tal vez no nos damos cuenta. Pero nuestra conducta y la de nuestros hijos y educandos se mueven siempre en un juego social, familiar, político y cultural de comparación, rechazo y búsqueda. El ejercicio de escoger es constante. Diría que frenéticamente continuo. La educación, en cambio, en ese alto arte de elegir casi no existe. Y sin embargo es la clave para avanzar, crecer y triunfar. Naturalmente para avanzar, crecer y triunfar en la condición del ser inteligente del hombre que no es un acaparador de medios para gozar, presumir y mandar (y muchas veces envilecerse, manejar y sembrar amargura), sino un sabio navegante en busca de un vellocino de oro nunca alcanzado pero siempre embellecedor. 

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