Félix Ros Cebrián, antiguo
alumno de los Salesianos de Mataró, escribió… ya hace años: “Imagen breve de la
Congregación de perfil más moderno. Don Bosco malabarista”.
“Visitando, hace tiempo la
Institución “Virgen de la Paloma” me eché a reír ante su director, haciéndole ver la exactitud de edad
entre los alumnos mayores y el imberbe profesorado “latinista” aún. Jugaban
unos contra otros al fútbol.
- ¡Van a poder los chicos
con los profes! ¡Y no de poco! advertí.
- No importa, me contestó
el director, limpio el ánimo, ¡que nos puedan!, ¡que nos destrocen!
Esto es más que una pura anécdota, que pura
frase. “¡Que nos destrocen!”. Es un programa, un modo de partir hacia las
misiones contiguas, las cuales, naturalmente, van deviniendo más procelosas que
las de allende el océano. Ahí está el
auténtico secreto del auténtico salesiano: en que lo destrocen diariamente, en
que lo expriman como recién nacido a su madre, en que saquen de él cuanto sea
preciso. Verdadero almacén de recambios espirituales, toda la abnegada y
múltiple vida de esta Congregación es un sistema nutricio. El que pasó por sus
aulas –entendiendo por aulas más fechas que espacio– sale completamente “hecho”.
Y ello con materiales como de “Banco de
almas”, que eso es un salesiano sin más.
Reconocemos el triple
carácter que se anotará en Don Bosco, piedad, autenticidad y penetración… los
salesianos, como su fundador son rutas de su tiempo y ellos no esconden la
cabeza ante la problemática, como las infinitas avestruces de cada turno.
El que suscribe permaneció
unos años interno con ellos… -¿Comen lo mismo que nosotros?, pregunté a un
“antiguo”. – Comen, duermen, juegan, se lavan, rezan, estudian, ayunan y se
jeringan igual que tú y yo, contestó el otro.
Y yo entré así, con la
boca abierta, en el asunto. Olvidando el consejo de Lope en el “Caballero de Olmedo”. “No entres adonde no salgas”. Porque la
verdad, la verdad es que de esto, de los salesianos, nunca he terminado de
salir”.