sábado, 17 de mayo de 2014

San Patricio.



Lo pasó muy mal San Patricio, escocés de familia cristiana, cuando, siendo casi un niño, 16 años y de nombre Maewyn, y casi en la aurora del cristianismo en el siglo IV, fue vendido como esclavo por unos irlandeses. Pero el muchacho, que fue siempre paciente y aguerrido, pudo huir. En Francia, a donde logró llegar, se hizo monje. Y el gran San Germán (el de Auxerre, no el de París, que vino un poco más tarde) le ayudó a madurar su decisión de servir a los intereses de Dios. Completó después en Roma sus estudios y su formación como pastor bueno y allí recibió la ordenación sacerdotal. El Papa Celestino lo envió como obispo misionero a Irlanda, todavía no evangelizada. Y allí, cultivando la amistad humana y el amor cristiano con los jefes de tribu y con la gente sencilla en un lenguaje sencillo y convincente del corazón, fue labrando la nación como un baluarte de la fe.

Añado esta oración que se le atribuye. En este gozoso tiempo de Pascua que vivimos estos días, podemos vestirnos de blanco con los sentimientos, propósitos y deseos que vierte.  



            Que Cristo esté junto a mí - Cristo delante de mí -

            Que Cristo esté detrás de mí – Rey de mi corazón -

            Que Cristo esté dentro de mí – Que Cristo esté debajo de mí -

            Que Cristo esté por encima de mí – Que nunca se aparte.

            Cristo sobre mi mano derecha - Cristo sobre mi mano izquierda -

            Cristo alrededor de mí - Escudo en mi lucha-

            Cristo al dormirme - Cristo al sentarme-

            Cristo al despertarme – Luz de mi vida.      

            Que Cristo esté en todos los corazones – pensando en vosotros -

            Que Cristo esté en todas las lenguas – hablando de vosotros.

            Que Cristo sea la vista - en ojos que me miran -

            en oídos que me oyen – Que Cristo esté siempre.

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