Las Náyades eran, en la mitología
griega, ninfas de las aguas dulces. Sus primas, las Oceánides, lo eran de las
saladas; y las Nereidas, del Mediterráneo.
Diana Nyad nació como Diana Sneed.
Murió su padre cuando Diana tenía tres años. Y Aristóteles Nyad, el nuevo
marido de Lucy Curtis, la mamá de Diana, adoptó a la niña y le dijo más o
menos: “En adelante serás una Nyad”. Es decir, una Náyade (léase Nyad en
Inglés, please). Como sabes muchas
cosas sobre Diana Nyad, mi querido amigo lector, yo subrayo sólo algunas para
pasar después a una ajena moraleja.
Diana, licenciada en lenguas modernas (Lake
Forest College 1973: Inglés y
Francés), escritora (tres libros), conferenciante, colaboradora en programas de
radio… ¡y nadadora desde niña! En su autobiografía,
escrita en 1978, el mismo año en que intentó por primera vez nadar desde Cuba a
Florida, decía aproximadamente lo siguiente: «Para mí un maratón de natación es
como una batalla por la supervivencia contra un enemigo brutal - el mar - y la
única victoria posible es "tocar la otra orilla”».
Estableció
un récord mundial femenino de 4 horas y 22 minutos en su primera carrera (16
km) en el lago Ontario en julio de 1970. En
1974 logró
el récord de la mujer de 8 horas y 11 minutos (35 km). Al año siguiente nadó 45
km en menos de 8 horas. En 1979 estableció un récord mundial de natación de
fondo (hombres y mujeres) en aguas abiertas al nadar 164 kilómetros desde las
Bahamas hasta Florida en 27 horas y media. Y sigue…
Desde
1978 intentó nadar desde Cuba hasta Florida (1978, 2010, 2011, 2012), pero las
corrientes, las medusas, crisis de fuerza, el asma… se lo impidieron. Por fin
desde la mañana del 31 de agosto de 2013
hasta las 13:55 del 2 de septiembre de 2013, después de 53 horas, había nadado
177 kilómetros desde La Habana hasta Key West (Florida). ¡Con 64 años! Y
comentaba: «Una vez que cumplí 60 años quería darme a mí misma alguna lección
de vida: y una de esas lecciones supone no rendirse».
“Tocar la otra
orilla”. “No rendirse”. Las mujeres grandes y los hombres grandes lo han sido y
lo son porque no se rinden. Porque se empeñan en llegar a la otra orilla. Cuántas veces y con cuánta facilidad y
rapidez hacemos el duro ejercicio de dejar lo que cuesta. Conocí a una
admirable mujer que ante los retos de la vida se decía a sí misma: “¡Como yo me
ponga!”. Y se ponía. Y salía victoriosa.
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