jueves, 20 de marzo de 2014

Libertad de expresión.



Este principio, “libertad de expresión”, sagrado para los demócratas más puros, expresa con libertad (si no, no habría libertad de expresión) la esencia de la democracia. No se parece en nada a la que los griegos, que la inventaron, pusieron como mercancía en casi todo el mundo. Porque desde los griegos (entre los que muchos murieron por defenderla), ha habido y sigue habiendo (y habrá) en la historia imperios, tiranías, absolutismos, caciquismos, dictaduras que han pretendido ahogar a la democracia. Pero la historia llegó hasta nuestros días. Y seguirá llegando a los días que ya no serán nuestros. Y siguen las tiranías agazapándose algunas o haciendo ostentación de poder, que de todo hay entre los paralelos y meridianos de nuestra hermosa y acogedora tierra. Me da miedo insinuar su nombre, su naturaleza y su ubicación por si leen esto – que no creo - y me dejan sin tinta en el bolígrafo.
Pues bien, de vuelta a las democracias, vemos que se enarbola en ellas (o se suele enarbolar con exagerada frecuencia), como la bandera más defendida, hasta dar por ella la vida, la libertad de expresión. ¿Qué es? No lo pregunto para definirla después, como haría un sabio maestro heurístico, que no lo soy. Sino porque no lo sé y lo pregunto como un buen discípulo que quisiera ser. 
Observando a los demócratas que se manifiestan (porque hay demócratas que trabajan esperando que llegue el momento siguiente en el que puedan designar a sus candidatos para que los representen en el gobierno de la cosa pública), libertad es la condición del que hace, dice, exige, construye, destruye, ataca, muerde, pincha, apedrea a los que hacen, o hacen mal o no hacen, a los que no son de la propia cuerda, a los que están en el machito sin derecho, sin capacidad, equivocándose siempre.   
Y expresión es la evacuación (da igual la forma, las vías y el contenido) de la bilis que tienen por sangre, de la gangrena que alimenta sus tejidos más profundos, de la herencia de dictadura que de algún modo, y tal vez desde generaciones, alimenta sus vidas. 
¿Se dan cuenta estos esbirros de la libertad que, atacando a los que odian, están preparando la tierra para una siembra de destrucción en la que únicamente les quedará para seguir degollando un trono de huesos?

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