miércoles, 18 de mayo de 2016

Su mirada.

Cuando Don Bosco, en 1862, tuvo conocimiento de la aparición de María, como Auxiliadora de los Cristianos, al niño Riguetto Cionchi en Spoleto, decidió dedicarle una nueva iglesia bajo esa advocación en el Oratorio de Valdocco. No se trataba solo de disponer de un espacio capaz de acoger a todos sus muchachos, sino de elevar un monumento a la Madre y Maestra de todas sus obras “en tiempos tristes”, decía él,  para la Iglesia y la fe cristiana.
Comenzaron las obras en 1863 y se consagró el 9 de Junio de 1868. Del nuevo templo decía Don Bosco: “No existe un solo ladrillo que no sea señal de alguna gracia”. Y por eso: “María Auxiliadora se ha edificado su casa”.     
La Basílica se amplió setenta años más tarde agrandando el espacio del presbiterio y sus aledaños y terminando esas obras en 1938. Lo único que queda de esa zona de la iglesia construida por Don Bosco fue el cuadro de siete metros por cuatro  que había encargado al artista natural de Pancalieri Tommaso Andrea Lorenzone. Don Bosco le dio la idea: “En lo alto María Santísima entre los coros de los ángeles, después el coro de los profetas, de las vírgenes, de los confesores. En el suelo los emblemas de las grandes victorias de María y de los pueblos del mundo que elevan las manos hacia ella pidiendo su auxilio”. Y el mismo Don Bosco la describía así: “La Virgen se mueve en un mar de luces y de majestad. Rodeada de ángeles los cuales la saludan como su Reina. Con la mano derecha sostiene el cetro, que es el símbolo de su gran poder, con la izquierda sostiene al Niño Jesús quien tiene los brazos abiertos ofreciendo de esta manera su gracia y su misericordia a quien recurre a su augusta Madre. Rodeándola y hacia abajo se ven a los Apóstoles y los Evangelistas, quienes transportados en un dulce éxtasis, mirando a la Virgen es como si exclamaran: Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros. En la parte inferior del cuadro se ve la ciudad de Turín, con el santuario de Valdocco en primer plano y con el fondo de Superga. Lo que es de gran valor en el cuadro es su idea religiosa que genera una impresión devota a quien lo observa”.
Como sugerencia para la reflexión de quien lea esto, añado unos párrafos de la crónica de Valdocco de aquellos días: «Cierto día –cuenta un sacerdote del Oratorio – entré en el estudio del pintor para ver el cuadro. Estaba sobre una escalerilla dando los últimos toques al rostro de la imagen de la Virgen. No se volvió al ruido de mi entrada, continuó su trabajo. Después de un rato descendió y se puso a contemplar el efecto que daban los últimos retoques. De pronto se percató de mi presencia: me tomó  de un brazo y me llevó a un punto desde donde pudiera apreciar mejor el cuadro y, una vez allí, me dijo: -¡Mire qué hermosa es! No es obra mía; no soy yo quien pinta, hay otra mano que guía la mía. Y esta, a mi parecer, pertenece al Oratorio. Diga, pues, a D. Bosco que el cuadro saldrá como él lo quiere. Estaba locamente entusiasmado. Después se puso nuevamente a su trabajo”. Cuando se llevó el cuadro a la iglesia y se colocó en su lugar, Lorenzone cayó de rodillas derramando abundantes lágrimas».

sábado, 14 de mayo de 2016

Cebuella.

A este precioso mono con cabeza de león y uñas de plantígrado, con las que se abraza a un dedo humano, lo llaman en la seria lista zoológica de congéneres, Cebuella pigmaea. Pero sus amigos de la Amazonia, donde vive, le llaman, por ejemplo, y con más confianza, tití pigmeo, tití enano, mono de bolsillo, chichico, mono de piel roja, tití león, mono leoncito, mono de bolsillo… No sé en China, de donde procede la foto que vemos. Es un primate platirrino (siguen diciendo los entendidos y seguimos aprendiendo los profanos) que es lo mismo que decir que es chatito. Y lo sitúan en la familia de los callitriquidas. ¡Qué horror!: con lo fácil que es decir de pelo lindo, bonito. Porque así lo tienen y así les gusta tenerlo. Son un poco presumidillos y cuidan mucho su aspecto, ya que conviven en comunidades reducidas en las que desean presentarse bien. Este de la foto, nos dicen, mide 12 centímetros, que suele ser una talla bastante corriente, aunque algunos llegan a 15. Y a todo esto hay que añadir que su especie está en camino de extinción. 
Produce dolor saber que hay animales, como el tití enano, que van a dejar de existir porque encuentran dificultad en reproducirse, les falta la tranquilidad que necesitan para desarrollarse y vivir, se los busca para convertirlos en mascotas, se les priva de su aire o se les hace difícil la soledad en que progresan de acuerdo con su naturaleza.
¿No pasa algo parecido con nuestros hijos? Algo parecido, pero aproximado, porque hay hogares en los que no se tiene en cuenta la fragilidad de los sentimientos de los hijos: el desconcierto ante la conducta de sus padres porque exigen lo que ellos no cumplen; la necesidad de afecto sin lograrlo porque no hay entre los esposos la cordialidad que están esperando y deseando y que no aparece nunca; la serenidad que solo se asimila cuando es el tono constante en que debiera transcurrir la vida familiar. Hay hijos que dudan de que sus padres los quieran. Porque se sienten perseguidos o porque si no constatan que los padres se quieren de verdad deducen que, con mayor razón, no los quieren tampoco a ellos. Consideran que son un estorbo para sus padres porque se sienten tratados como un estorbo.
Hay padres que no saben que sus hijos piensan y sienten cosas que nunca se atreverían a manifestar, porque les cabe el miedo de que no serían comprendidos o aceptados.

lunes, 9 de mayo de 2016

La vida.

Creo que ninguno de nosotros se ha puesto a contar cuántos insectos o plantas… se conocen en la Tierra. Parece que, en números muy redondos, se ha llegado a proponer que los insectos conocidos (la referencia es, naturalmente, a especies, no a individuos) son más de 800.000. Menos, pero muchas también, son las plantas: 248.000; 200.000 los artrópodos no insectos (arañas, cangrejos, ciempiés…); 70.000 los hongos; 50.000 los moluscos; 30.000 los protozoos; 27.000 las algas; 19.000 los peces; 12.000 los platelmintos (esos gusanos que no tienen patas ni vértebras);  9.000 las aves; 9.000 las medusas; 6.300 los reptiles; 4.200 los anfibios; 4.000 los mamíferos...
Esto es lo conocido. Pero es frecuente encontrar en la prensa o, más todavía, en publicaciones especializadas, que se han descubierto nuevas especies. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Berkeley han clasificado 1.000 nuevas especies de bacterias y arqueas (parecidas a las bacterias, dicen los entendidos, pero diferentes), que viven en lagos, cuevas y bosques de nuestro Planeta, la Tierra.
Bastaría este burdo recuento para despertar en cada uno de nosotros una seria actitud de admiración y respeto ante la vida en cualquiera de sus modalidades. Pisar una hormiga es un acto que tal vez se haga pensando que molesta o que mancha o que nos puede invadir. Nada de eso sucede ni va a suceder. ¿Cuántos millones de años hemos convivido con ellos y no han deshecho el mundo?
Y sin embargo, respetar la vida, ese maravilloso don inexplicable, es algo que para algunos no tiene importancia. Cuando se trata de un ser humano (pensemos en una ejecución mortal, en la víctima de una reyerta, en eso que tan perversamente se llama “violencia de género”, en una guerra, en un aborto…) se está frustrando el recto camino de la construcción de la historia, se está produciendo un fracaso de Dios. Y no hay nada más aberrante que lo más venerable de la historia, que es la vida, se someta al capricho, a la barbarie, al desahogo de quien se convierte con ello en un ser vil y despreciable.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Papiros.

Cuando en el verano del año 79 d.C. el Vesubio se cargó todo lo que pudo a su alrededor, lo hizo de forma diferente según las distancias. Pompeya, como sabes, quedó arrasada por el fuego, el viento y las rocas. La población de Herculano, un poco más cercana y hacia el Oeste, se vio invadida por la lava que quedó como incrustada en ella. Basta pensar que sobre ese enorme depósito de lava solidificada se empezó a construir, hacia el siglo X, otra ciudad que se llamó Resina, o porque había un caserío con el nombre de Risina o porque aparecía resina o algo parecido en aquellos parajes. Pero con gran acierto volvió a llamarse Ercolano en 1969.
Entre los hallazgos de su lenta excavación está la biblioteca mejor conservada de la antigüedad, casi en su integridad. Sus papiros quedaron a salvo de la erupción del Vesubio y son, después de tanto tiempo y de su rareza, un tesoro arqueológico muy notable. La mayor parte son tratados de filosofía escritos en griego. Pero… (es natural que haya “peros” después de tal catástrofe y tantos siglos) no se pueden desenrollar. Se presentan sumamente frágiles de modo que en el primer intento de hacerlo se dañó totalmente alguno de ellos. Por otra parte su contenido nos ha llegado por otras manos y otros lugares.  
De todos modos, cuando se quiso identificarlos y clasificarlos se recurrió a una lectura por medio de rayos X. Y se pudo constatar que la tinta usada, en contra de la idea de que la mezcla con hierro en tinta no se dio hasta el año 420 d.C., la de los pergaminos romanos de Herculano estaban escritos con una tinta hecha a base de negro de humo, la goma que más tarde se llamó arábiga, y plomo.
Este largo preámbulo puede servir para una reflexión breve en dos líneas. El asombro sobre el fenómeno de la inventiva humana al servicio desde siempre de la ciencia y de la sabiduría. Y la veneración que debemos mantener, a pesar del torrente de instrumentos que nos ofrece hora a hora la técnica actual, por las enseñanzas que nos vienen desde muy atrás, pero que conforman nuestra actitud de solidaridad con el pasado que se convierte en el presente en escuela de solidez y pertinacia.

viernes, 29 de abril de 2016

Pasado?

Da gusto saborear el fruto de la investigación de los estudiosos del pasado. Todo es quietud, madurez, hondura, misterio… Hace gozar (y sufrir al mismo tiempo) saber que, por ejemplo, en Galicia (según las conclusiones de los que se hunden en la historia para sentir la riqueza que ella encierra) hubo unos 420 monasterios reales,  conventuales, familiares, parroquiales… De ellos se conserva la memoria, la tradición, documentos más o menos completos y precisos, sus muros, la iglesia, los nobles restos medievales desde el siglo VIII hasta el comienzo del XVI.    
Lugares como Abadín, Baralla, Sobrado do Picato, Penela, Amoexa, Vilane, Baleira, o Mosteiro de San Pedro da Esperela donde se vertió sangre de moros y cristianos.  Duarría, Río Roza, Orizón, Labio... La Capela de San Martiño, los monasterios de  Vilafrío, de Santa María de Moreira, dependiente del espléndido cisterciense de Santa María de Meira.
La lista sería larga e impropia de un lugar tan modesto como este, pero sugeridora de sentimientos y preguntas como los que siguen y que bien pudieran ser el arranque para nuestros hijos de una reflexión gozosa. ¿Dónde está el origen de nuestros apellidos? ¿Sé que tengo ocho bisabuelos (¿tantos?; sí: cuatro ellas y cuatro ellos) sin los que la vigorosa planta de mi “yo” no habría crecido nunca o, al menos, así?  O, de otro modo, ¿quiénes fueron los que dieron nobleza a mi estirpe? ¿He pensado alguna vez que no soy hijo del azar o nacido en una col como el Totó adoptado como propio por aquella encantadora viejecita de Milagro en Milán
Y, más importante aún, ¿me siento, no solo deudor, sino compromisario en esa maravillosa ráfaga de vida que me viene desde tan lejos, desde tantos ancestros, desde lugares, estados y situaciones para mí desconocidos, pero a los que debo dar respuesta con mi conducta personal?
Nos corresponde educar, formar, tal vez encauzar o reencauzar vidas. ¡Debiera darnos placer acompañar - ¡arduo trabajo! - a nuestros educandos hacia el pasado: hacerles sentir que son herederos de generaciones sin número, con grandeza, con ilusiones - ¡todos los sueños! - sobre sus descendientes (incluidos ellos mismos); abrirles a la ilusionante idea de desplegar la bandera de su apellido como  un proyecto que embellezca la vida de muchas personas y dé luz y calor a muchas más...!

domingo, 24 de abril de 2016

La Herencia.

El perfil del Palacio de los Reyes de Navarra de Olite (Palacio Real o Castillo de Olite) ha despertado, sin duda alguna vez, tu atención y simpatía. Empezó a vivir como fortaleza (en aquellos tiempos todo tenía naturaleza de fuerza) en el siglo XIII. Y se remató en el siglo siguiente. Fue Carlos III, el Noble, quien en el siglo XV, comenzó la ampliación del anterior castillo, dando lugar al Palacio de los Reyes de Navarra. Y así te parecerá lo mires por donde lo mires, teniendo en cuenta la complejidad de su estructura y la variedad de sus estilos. Puedes apreciar esa variedad de elementos sobre todo si le sigues en su decadencia, su ruina, su abandono e incendios y, afortunadamente, su restauración y su vuelta a la belleza y a la vida a partir de 1923 y todavía en nuestros días.
Es tan bonito que se declaró como la primera maravilla medieval de España cuando cumplía cuatrocientos años de edad. Lo merece. ¡Lástima que los jardines que lo rodearon hayan desaparecido y se vea en lo alto, aislado, como un precioso trofeo encima de un armario. Pero todo se andará. 
Ese huevo que ves arriba le pertenece. No es sino la enorme tapa del enorme depósito de nieve como provisión para tiempos de sequía. Y me trae al pensamiento de nuestra actitud del vivir al día que hoy nos domina. Me atrevería a decir que “vivir al día”, pensando poco en el mañana y nada o casi nada en el pasado, es una enfermedad espiritual muy extendida. Y es grave porque, además de ser hereditaria, es gravemente contagiosa. El célebre y sabio carpe diem! de los romanos, tan mal entendido y tan peor aplicado, impera en nuestros ritmos. Y nos tiene sin cuidado cuando ahorramos esfuerzos en construir y construirnos sin que nos preocupe que, a lo mejor, la casa, hecha de ese modo, se nos puede venir abajo. El ahínco en estudiar, en capacitarnos para saber, para ser mejor, para vivir con más nobleza y servir con mayor honradez cede lugar al menor esfuerzo porque conocemos a muchos que sin esfuerzos de ayer van tirando hoy. ¡Y cómo tiran!

martes, 19 de abril de 2016

El Gris.

Llama fuertemente la atención el comportamiento del perro con el hombre. Por eso no extraña lo que se nos cuenta de la aparición de un perro, al que llamaron Gris, en momentos de peligro en la vida de Don Bosco. Lo vieron y acariciaron los muchachos del Oratorio. Y desde 1854, en que se dejó ver por primera vez, hasta 1866, el Gris acompañó a Don Bosco por Turín varias veces o le impidió salir de casa.       
Más asombrosa fue su aparición en Vallecrosia, una ciudad asomada al mar y a mitad de distancia entre Ventimiglia y Bordighera. Volvía Don Bosco a la casa salesiana acompañado por don Francisco Durando de una visita al obispo de la ciudad. Era una tarde lluviosa y transitaban por calles mal iluminadas y peor pavimentadas. Esto sucedió el 14 de febrero de 1883. El perro apareció delante de ellos y los fue precediendo a una cierta distancia hasta llegar a su destino. Don Francisco Durando decía que no había visto nada. Don Bosco, al comentar el hecho y cómo el perro acomodaba el paso al de los dos salesianos, decía que no podía ser el Gris, casi veinte años más tarde que el de Turín, pero que “seguramente era un hijo suyo o un nieto”.
Pero sigamos. A primeros de Mayo de 1959 regresaban algunos salesianos de Roma a Turín con la urna de los restos de Don Bosco que habían trasladado para la inauguración de la Basílica de Don Bosco en la capital de Italia. Apareció en La Spezia un perro que se empeñó en acompañar a la expedición. Don Renato Celato, un joven salesiano entonces, conducía el coche del Rector Mayor, don Renato Ziggiotti. Y nos cuenta que, al llegar de madrugada a la iglesia de la casa salesiana de la Spezia para descansar unas horas, vieron que había un perro echado junto a la puerta de la iglesia. Colocaron la urna en el presbiterio y el perro entró y se colocó debajo de ella. A mediodía del día siguiente salió al patio donde los muchachos jugaron con él sin que aceptase la comida que le daban. Pero a la hora de la comida subió el comedor de los salesianos donde dio varias vueltas por entre las mesas y donde alguno de los presentes le largó una patada. Salió de allí, pero cuando fueron a recoger la urna para viajar a Turín, lo encontraron debajo de ella, habiendo estado la iglesia cerrada. Siguió a la comitiva hasta Sampierdarena donde desapareció.   
Haz los comentarios que desees hacer, porque los míos serían, cuando menos, inoportunos.

jueves, 14 de abril de 2016

Gaius Appuleius Diocles

Cayo Apuleyo Ninfidiano y su hermana Ninfidiana dedicaron a la Fortuna Primigenia, en Palestrina, una estatua en recuerdo y honor de su padre, Cayo Apuleyo Diocles, que murió en aquella ciudad “a los 42 años, siete meses y veintitrés días” en 146. En la base del monumento pusieron sus hijos la lápida que bien puedes leer arriba, pero que transcribo por si acaso no.

                                                  C. APPVLEIO DIOCLI
                                               AGITATORI PRIMO FACT
                                            RVSSAT NATIONE HISPANO
                                              FORTVNAE PRIMIGENIAE
                                      DD.C. APPVLEIVS NYMPHIDIANVS
                                                 ET NYMPHYDIA FILII
Cayo Apuleyo Diocles había nacido en Mérida Augusta (lo dice brevemente la tercera línea). Y había sido conductor – agitator - de cuadrigas en el equipo rojo (se lee en las líneas segunda y tercera).
Desde que Nerón, casi un siglo antes, había traído de uno de sus viajes a Grecia el espíritu deportivo, los juegos y un poco más tarde sus sucesores el pan gratis, habían empezado a corromper a una ciudadanía, la de la capital del Imperio, que estaba más por divertirse que por trabajar. Los circos (“máximo”, al pie del Palatino, y el de Calígula y Nerón, al pie de la colina Vaticana) eran lugares de encuentro, de apuestas, de comida, de luchas y de pasarlo bien durante horas y horas y hasta días y días.
Algún experto ha sumado los premios que nuestro paisano Cayo Apuleyo desde que empezó a correr a los 18 años, hasta su retirada profesional, pudo ganar en su carrera de carros: hasta 35.863.120 de sextercios, que hoy serían – aventura un cálculo posible - 13.600 millones de euros.
En el circo de Nerón apareció, entre otras dedicadas a héroes del mismo deporte, una lápida en la que se contaban detalladamente sus proezas: 4.257 carreras (alguna hasta con siete caballos unidos en un mismo tiro) y 1.462 victorias; dando, además, el nombre glorioso de los caballos. Y sus ganancias.
Nos vale para meditar. La grandeza debe nacer de la entrega constante. El honrado no es el que lo es en un acto concreto, siendo artero en los demás, sino el que ofrece en una bandera llena de sudor tal vez, pero limpia de marrullería, el fruto de su trabajo. Y tenaz no es el que pone toda su fuerza en conseguir un premio halagüeño, sino el que pone en su vida, día a día, acto a acto, gesto a gesto, la constancia del esfuerzo sin mengua hasta que la cuerda aguanta.
Nuestro arte de educadores y padres consiste en alentar sin desfallecer, con la belleza de la trasparencia, el entrenamiento de nuestros artistas de la  vida en ciernes. 

sábado, 9 de abril de 2016

Y volvió!!

Sin duda conoces la anécdota. Joâo Pereira de Souza, jubilado como pescador y albañil, de 71 años, vive en una isla cercana a la costa de Rio de Janeiro, Brasil. En 2011 encontró una mañana en la playa un pingüino cubierto de petróleo y con grandes dificultades para moverse y, probablemente, vivir. Se lo llevó a su casa y le dedicó casi diez días para dejarlo limpio y fuerte de modo que pudiese vivir en libertad. Se despidió de Dindim (le había regalado también ese delicioso nombre) sin suponer lo que sucedió algunos meses más tarde: que Dindim volvió. Y desde entonces, cada año ese cariñoso Spheniscus magellanicus (¡con lo bonito que es Dindim!) después de recorrer unos dicen que cinco mil, otros que hasta ocho mil kilómetros, regresa para pasar unos días con su amigo.
Me resulta muy difícil definir eso tan misterioso que llamamos sentimiento. Tiendo a creer que brota de un juicio racional que el hombre elabora a partir de experiencias, de relaciones, de sensaciones. Y quedo alelado cuando conozco la “conducta” de perros que demuestran que sienten, que recuerdan, que agradecen, que necesitan pagar con su “afecto”; que lloran la ausencia del que “aman” (¡porque aman!) y se agitan como fuera de sí cuando vuelven a encontrarlo. También los pingüinos, como los perros, tienen “alma” y me doy cuenta de que todo ser vivo (no sé si los gatos también) se modela interiormente con una actitud de dependencia amorosa que los guía. Hemos visto el modo de comportarse con ternura (¡pobrecitos, con la ternura de que son capaces!) los elefantes huérfanos cuidados y mimados por sus tutores.
¿Y el hombre? Me temo que el hombre es mucho más inteligente (¡menos mal!) y por eso es capaz de fabricar sentimientos voluntarios y tal vez conscientes de cálculos, rechazos, exigencias, despechos, resentimientos, venganzas y hasta violencia.
¿Cómo es posible? No han recibido amor. Es triste oír a algún padre que dice de su hijo: “Me ha salido…”. Los hijos no “salen”. Son, decía el del verde gabán del Quijote, pedazos de la entraña de sus padres. Pero cuando el padre no sabe amar, amar siempre, amar en todo, amar sobre todo, amar cuando exige, cuando corrige, cuando propone, cuando endereza, cuando se muestra “decepcionado”… el hijo se tuerce. Porque se ha retorcido interiormente al convencerse de que su padre no le quiere.

lunes, 4 de abril de 2016

Takinoue.

Será verdad o no será verdad. Yo tiendo a creer que, siendo tan bonito, no puede ser sino verdad. En Shintori, de la prefectura de Miyazaki, en Japón, viven la señora Kuroki y el señor Kuroki. Tal vez lo sabes ya. Nos sonríen desde la foto. Cultivan el campo y, como buenos japoneses, la belleza. Detrás de ellos se puede ver un mar de flores que no han nacido porque sí. El señor Kuroki, nos dicen, se propuso curar con ellas a su esposa, afectada de ceguera y de otro mal peor, la tristeza y la depresión. Desde 1956 viven en ese lugar. Poco a poco en su larga vida la diabetes, leemos en la noticia que comentamos, sumió a la señora Kuroki en una creciente ceguera y en una incurable desgana que la fue recluyendo en su hogar.
Pero el corazón de un enamorado (mira su mano sobre el hombro de su amada) fue capaz de crear un mundo nuevo. Sembró semillas de ternura y 'shibazakura', una especie de rosas muy aromáticas. El olor de tantas flores y el calor del amor de su marido hicieron que la esposa saliese al sol, al aire y a la encariñada caricia del esposo sobre su hombro que refleja la de su corazón. Te hará bien leer más de esta noticia en algún medio de comunicación de esos pocos que regalan auténtica belleza y sincero amor.
Mientras tanto, puedes pensar y preguntarte conmigo: ¿cómo es el mundo que cultivo?; ¿qué semillas siembro en él?; ¿qué lo llena?; ¿son mi gusto, mi proyecto, mi interés, mi cuenta bancaria las rosas que riego para mí?; ¿no me he dado cuenta de que la inercia sigue alimentando en mí al niño caprichoso del pasado, molesto por todo lo que los demás hacen y no me gusta y empeñado en que los demás hagan lo que me gusta a mí?; ¿me empeño en pensar que la razón está siempre de mi parte, que si cedo es por no pasarlo yo mal y no para que los míos crezcan con el buen olor de una familia que se ama? Es decir, ¿me he empeñado en ser, y lo vivo con arrojo, un verdadero esposo, un auténtico padre, un valiente educador?