martes, 22 de diciembre de 2015

De costa a costa.

Cuando yo era niño no sabía, naturalmente (porque sabía muy pocas cosas, como ahora) que Charles Earle Funk atribuía al “mensaje a García” el valor de un ejemplo eficaz en la cultura popular: Con él se animaba (se obligaba, vamos) a los hijos a realizar cosas aparentemente difíciles, pero necesarias o convenientes y posibles de conseguir. Tampoco sabía que Un mensaje a García era un ensayo de Elbert Hubbard que, en 1899, contaba que el soldado norteamericano Rowan, en lucha contra los españoles a los que querían echar de Cuba (y lo lograron), tenía que entregar un mensaje nada menos que del Presidente de los Estados Unidos a un jefe de los rebeldes oculto en la sierra cubana.
Y me decían, como respuesta a mis interminables preguntas sobre lo que me encargaban y yo no quería hacer: Mensaje a García.      
Porque García – me decían - atravesó Cuba de costa a costa y a pie (yo no sabía si de Norte a Sur o de Sur a Norte, o de Occidente a Oriente o en sentido contrario, porque ni sabía cómo era ni dónde estaba Cuba) y entregó a García el precioso mensaje.
Y refunfuñando me entregaba a realizar la misión confiada echando pestes contra García, contra el jefe que necesitaba que le escribiese el Presidente de los Estados  Unidos y, con un poco de miedo – y supongo que con todos mis respetos por si llegaba a conocer mis sentimientos - contra el Presidente de  los Estados Unidos.       
Hubbard sabía que quien se entrega a una misión recibida con decisión y sin vacilaciones, con arrojo y entusiasmo y sin reticencias, se hace fuerte, cultiva la inventiva, supera la depresión del fracaso, consigue el triunfo, logra llegar a la otra costa. 
¿Educamos como el jefe de Rowan? ¿O más bien, queriendo acabar pronto y que las cosas se hagan bien, o temiendo cargar con demasiado peso la  presuntamente inmadura responsabilidad de nuestro hijo, hacemos nosotros lo que, sin duda, debe hacer él?
Hay una figura estimulante en el padre que le pregunta a su hijo si le quiere ayudar… ¡en lo que sea!, que le cede parte de un trabajo que han comenzado juntos, que le elogia y le agradece lo que ha hecho. Porque más adelante se da cuenta de que el hijo quiere hacer y hace algo de lo que no le habrían dado las ganas de hacer sin una escuela así.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Navidad.


El Papa Francisco nos entreabre la puerta ante el misterio amoroso de la Navidad. Sus afirmaciones son otros tantos interrogantes que deben remover nuestras entrañas al contemplar el entrañable regalo que Dios me hace de un Niño que es Dios, pero que nace hombre para vivir como yo, para sufrir como yo, para enseñarme a amar como Él lo hace, para amar como yo, para morir por mí.
«Dios no da nunca un regalo al que no es capaz de recibirlo. Si nos ofrece el regalo de Navidad es porque todos tenemos la capacidad de comprenderlo y recibirlo. Todos, desde el más santo al más pecador, desde el más limpio al más corrompido. También el corrompido tiene esa capacidad: pobrecito, a lo mejor la tiene un poco oxidada, pero la tiene. Navidad en estos tiempos de conflictos es una llamada de Dios que nos hace este regalo. ¿Queremos recibirlo o preferimos otros regalos? Esta Navidad en un mundo atormentado por las guerras, a mí me hace pensar en la paciencia de Dios. La virtud principal de Dios que se muestra en la Biblia es que Él es amor. Él nos espera, nunca se cansa de esperarnos. Él nos hace el regalo y después nos espera. Esto sucede también en la vida de cada uno de nosotros. Algunos lo ignoran. Pero Dios es paciente. Y la paz, la serenidad de la noche de Navidad es un reflejo de la paciencia de Dios con nosotros».
Me permito hacerme estas preguntas que entresaco de las palabras del Papa por si te sirven también a ti. 
¿Me gusta recibir regalos? ¿De cualquier persona? ¿También de Dios? ¿Me molestan los regalos que me comprometen, que me obligan a hacer algo que me parece que no va conmigo, que me dejan con el fastidio de tener que corresponder? ¿Tengo atormentado mi mundo personal, interior…? ¿Me da miedo ahondar en él? ¿Tengo oxidada mi sensibilidad hacia las cosas que estropean mi atención a lo que de verdad me interesa: nombre, dinero, amores…? ¿Me deslumbra y me basta el brillo de las luces, el color de los farfollas, la caricia de los sentidos? ¿Me gusta y deseo y necesito que Dios siga siendo paciente conmigo? 

martes, 8 de diciembre de 2015

Inmaculada.

El 15 de junio de 1520 la Iglesia no tuvo más remedio que declarar que Martín Lutero se había apartado del camino que la Iglesia venía haciendo trabajosamente tras las huellas de Jesús de Nazaret. Y unos meses más tarde (3 de enero de 1521) le indicó que quedaba fuera de la comunión con ella.  Entre noviembre de 1520 y junio de 1521 Lutero escribió un Comentario al Magnificat. Se lo dedicaba al joven Federico de Sajonia que años más tarde sería Príncipe de esa región. He aquí algunas de sus palabras.
“Para la ordenada comprensión de este sagrado cántico, es preciso tener en cuenta que la bienaventurada virgen María habla en fuerza de una experiencia peculiar por la que el Espíritu santo la ha iluminado y adoctrinado. Porque es imposible entender correctamente la palabra de Dios, si no es por mediación del Espíritu santo. Ahora bien, nadie puede poseer esta gracia del Espíritu santo, si no es quien la experimenta, la prueba, la siente. Y es en esta experiencia en la que el Espíritu santo enseña, como en su escuela más adecuada; fuera de ella, nada se aprende que no sea apariencia, palabra hueca y charlatanería.
Pues bien, precisamente porque la santa Virgen ha experimentado en sí misma que Dios le ha hecho maravillas, a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada, ha recibido del Espíritu santo el don precioso y la sabiduría de que Dios es un Señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y, en pocas palabras, quebrar lo que está hecho y hacer lo que está roto…
…cuando Cristo tenía que llegar, los sacerdotes se habían apropiado tal honor, eran los únicos que gobernaban, y la casa real de David se había visto reducida a la pobreza y al desprecio. Justamente como una cepa muerta, que no dejaba sospechar ni esperar que de ella pudiera brotar un nuevo rey de tan elevado rango. Y precisamente entonces, cuando esta falta de vistosidad había tocado su punto máximo, llega Cristo para nacer de esta menospreciada estirpe, de esta insignificante y pobre mozuela; el renuevo y la flor brotan de una persona a la que las hijas de los señores Anás y Caifás no hubieran creído digna de ser su más humilde criada. De esta suerte las obras y mirada de Dios tienden hacia la bajura; las de los hombres sólo hacia las alturas”.
La devoción de Lutero hacia María nos ayuda a comprender cómo ante Ella, “la humilde sierva”, toda mente y todo corazón se abren a venerar la bondad de Dios que hizo que ”la santa Virgen ha experimentado en sí misma que Dios le ha hecho maravillas, a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada, ha recibido del Espíritu santo el don precioso y la sabiduría de que Dios es un Señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y, en pocas palabras, quebrar lo que está hecho y rehacer lo que está roto”.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Sirajuli.

El Brahamaputra (en sánscrito y hindi: Hijo de Brahama) es uno de los ríos más impresionantes de la península indostánica. Nace en el Tibet y descansa, después de casi tres mil kilómetros de recorrido, en el golfo de Bengala. Como pasa por varias naciones recibe nombres dintintos: en el Tibet es Mazang, Damqog Zangbo o Yarlung Tsangpo; en China Yarlung Zangbo o Yǎlǔ Zàngbù Jiāng; en chino clásico Mǎquán Hé; la gente cercana le llama, familiarmente y para acabar antes, Luit.
Muy cerca y al norte del río está el aspirantado misionero salesiano de Sirajuli, en Assam. En Assam vienen haciendo desde 1906 un trabajo pastoral admirable los salesianos guiados por los que más adelante fueron obispos Louis Mathias y Stefano Ferrando. Hoy en las 66 obras de aquella Inspectoría de Guwahati viven y trabajan 240 salesianos. En la India hay 10 Inspectorías o Provincias salesianas que reúnen a 2.309 salesianos distribuidos en 360 comunidades.   
Si fuese Don Bosco quien nos diese estas Buenas noches, estoy seguro (¡perdone mi interpretación!) de que se mostraría feliz al presentarnos, dentro del asombroso y esforzado escuadrón de trabajadores del Reino de Dios en la India, a ese grupo de 50 aspirantes que vemos arriba y que quieren ser misioneros salesianos. Desde ahora, con sus 14 ó 16 años, algunos irán dejando el surco en el que están floreciendo al descubrir que la llamada a la que deben responder está en otra tierra de cultivo cristiano. Pero esta admirable floración puede y debe despertar en nosotros, como en nuestro Padre, la seguridad de que cuando nuestra conducta es fiel a su consigna, nuestra actitud de cercanía, aprecio y afecto hacia los jóvenes igual que la que él tuvo y nuestro entusiasmo hijo del mismo fuego (aunque sea un poco menos) que a él le alentó hasta el final de su vida, veríamos “lo que son milagros”. 
La consigna que nuestro Rector Mayor nos da para el año que empezaremos dentro de poco es (no lo olvidemos): ¡Con Jesús recorramos juntos la aventura del Espíritu!

sábado, 28 de noviembre de 2015

Antona García.

Tagarabuena es casi un barrio de la noble ciudad de Toro, en la provincia de Zamora. De allí era una aguerrida moza, Antona García que, por su belleza y calidad humana, enamoró a don Juan de Monroy, hijo del señor de Belvís de Monroy, de Cáceres. Y con él se casó. En la contienda entre los partidarios de Juana, llamada la Beltraneja, e Isabel, hermana del rey Enrique IV de Castilla, fallecido en 1474, Monroy y su esposa Antona tomaron parte declarada por Isabel. Y el portugués conde de Marialba, de la parte de Juana, con los portugueses que los apoyaban, condenaron a muerte a Juan de Monroy, Pedro Pañón, Alonso Fernández Botinete, a un pastor llamado Bartolomé y a Antona, esposa de Monroy.  
Cuenta la historia (y a lo mejor es verdad) que a Antona, ajusticiada ante 400 soldados en la Plaza Mayor de la ciudad, la colgaron, como escarmiento, de una reja de la casa de Monroy. Y que Isabel, ya reina, la honró mandando dorar la reja de la que pendió Antona. Hoy la casa de Monroy es el palacio de Rejadorada.  
Casi dos siglos más tarde, en 1635, el gran Tirso de Molina escribió un drama dedicado a aquella gran mujer. Copio parte del diálogo entre el conde portugués Penamacor y Antona, de la que queda prendado. Le pregunta a la heroína por qué se pone de parte de Isabel de Castilla. Y ella le responde.
¿Por qué la amáis?                  Porque es santa.
¿Que tanta es su gracia?        Tanta.
Mayor es la vuestra.                ¿Sueña?
¿Es hermosa?                         Como un sol.
¿Es discreta?                           Como un cura.
¿Tanto?                                    Toda es hechizura.
¿Tiene valor?                           Español.
Será rubia.                                Como el trigo.
Será blanca.                             Como el ampo.
Será gentil.                               Como el campo.

Tanto Antona como el mercedario Gabriel Téllez nos animan a que miremos bien, a que admiremos mejor, a que nos enamoremos de tanta grandeza como nos ha precedido en nuestra incomparable Historia, a que elevemos el tono de nuestro agradecimiento a raíces tan nobles y aportemos lo más honroso de nuestros sentimientos, de nuestras vidas y de nuestros esfuerzos para seguir enamorados y enamorándonos de ella.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Por fin...

¿Laicidad o dictadura? Anda por ahí suelto algún indocumentado que pretende que la vida sea laica. La vida es laica sin que nadie lo pretenda. Laico es el adjetivo que se atribuye al pueblo que quiere y siente vivir su vida social sin que ningún dictador le dicte lo que tiene que hacer o lo que no tiene que hacer, lo que puede hacer y lo que no puede hacer. Porque laico es el adjetivo de pueblo. Laós es la palabra griega de donde nace laico. Es verdad que no siempre hubo libertad en Grecia. Que también en ella, patria de la laicidad, brotó alguna vez alguna planta envenenada que quiso corromper la libertad de su laicidad.
Quien siente ganas de que haya leyes que prohíban u obliguen a cosas, conductas o gestos personales que no dañan ni la convivencia, ni la libertad de los demás, ni el obligado crecimiento y maduración de la persona y de sus iniciativas propias o colectivas, tiene vena de dictador.
Es muy bonito (pero da pena o risa) ver, sentir y aguantar que quienes vituperan y casi sienten arrebatos de locura con el recuerdo de presuntos dictadores del pasado y del muy pasado, se levanten dictando (y, a ser posible, metiendo miedo) porque tratan de proponer y llegan después a imponer la libertad laica haciendo de dictador. Es dictador el que impone no comer carne roja más de dos veces por semana o el que destruye los signos de los que creen que Halloween es la forma más desenfadada de pasarlo bien o el que elimina la muestra de destreza y energía sorteando la bravura de las olas haciendo surfing.  
Hay una expresión muy nuestra que es la de decir que hacemos lo que nos da la gana. Entre otras poderosas razones porque además de la gana puede haber en el fondo de la propia conciencia fuerzas más hondas como la honradez, la convicción, la identificación, la fidelidad… Los nuevos tiempos no pueden venir con una ola que nos arrebate la posibilidad de poner una cruz en la tumba de las personas que no sufren ya con nosotros. ¿Hace una cruz mal a alguien? ¿A quién se le ha ocurrido borrar, raer o cercenar la flor de la vida que luce en tantos monumentos desde el Abydos de las primeras dinastías egipcias hasta las catedrales góticas que nos protegen de la ignorancia?
El dictador actúa siempre dictando lo que le gusta. Se me ocurre pensar que la dictadura del gusto, que tanto nos va atando, puede ir haciendo a la libre sociedad laica esclava del capricho del dictador que más fuerza tenga en su bocaza. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

La Tarántula.

… es, como sabes, una nebulosa en la gran Nube de Magallanes de nuestra Galaxia. Cosa de casa, a una distancia de nosotros de solo unos 160 mil años luz. Los astrónomos estudian qué pasa y qué pasará entre dos de las estrellas peculiares, calientes y macizas de la VFTS 32, que es una especie de almacén especializado en esa clase de estrellas. Es cada una de esa pareja como 30 veces mayores que el Sol y llega a vivir a 40 mil grados de temperatura, intercambiando con la otra el 30 por ciento de su materia.
Los centros de esas dos estrellas están muy cerca uno de otro: a solo 12 millones de kilómetros, que a nosotros nos parece mucho, pero para ellas es una bagatela. Son, dicen, “estrellas-vampiro” y, desde luego, una pareja rara. Y les auguran un final catastrófico: o un choque con una gran explosión lanzando por todas partes rayos gamma de larga duración o formando un sistema binario con agujeros negros y ondas gravitatorias imponentes.
Lejos de ese mundo temible y lejano, yo pensaba en los que están a punto de formar otras parejas, cerca de nosotros, en nuestras humildes coordenadas mundiales. Las que día a día se forman en tantos encuentros ocasionales, o de relaciones frecuentes y que proyectan vivir en unión y agrado. ¿No hay riesgo en ello? Naturalmente, no. Pero a veces lo que es natural y normal deja espacio a lo que es desengaño, desilusión, capricho, cansancio, exigencia, intransigencia, despecho, rechazo, desprecio, violencia… No exagero. Y tú, lector, inteligente y benigno, me das la razón porque lo sabes bien.
¿Qué ha fallado? Una pareja humana solo tiene un factor que procure el milagro de una misma identidad. En cristiano esa identidad se llama “una sola carne”. Y ese factor es el amor. El amor  - escribía Pablo de Tarso a sus amigos cristianos de Corinto - es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.
Pero una condición como esa no se improvisa, no es patrimonio de un inmaduro, de un pelele, de un hombre o una mujer a medias. Es el fruto de una autoeducación constante, generosa y en sazón. ¡A sazonar!

viernes, 13 de noviembre de 2015

El Kilo.

Nos hacían aprender: “Un kilo es el peso de un cilindro sólido de platino e iridio que está muy guardado en el Bureau International des Poids et Mesures en Sèvres”, cerquita de París. Y el metro era, hasta 1960, un prototipo consistente en “la distancia que hay entre dos muescas en una barra de platino e iridio del mismo Bureau”.
Yo me hacía un lío con las palabras, me intrigaba lo del iridio y me indignaba que el metro y el kilo lo tuviesen los franceses. Y, naturalmente, me daba miedo pensar que al comprar garbanzos, pongo por caso, el kilo que usaban no fuese bueno.  
Después de 126 años ya no valen las definiciones almacenadas en la recámara de la memoria. Y afortunadamente ya no tienen de qué presumir el cilindro y la barra de Sèvres. Estoy de acuerdo con David Newell, físico del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Gaithersburg, en Estados Unidos, en que “es un momento emocionante”. Duermo mal desde que lo sé. Dicen que el kilogramo no será más preciso, pero sí más estable. ¡Menos mal! Algo han conseguido los de Gaithersburg. Y no como el de París que podía sufrir un sofocón o un resfriado si no estaba siempre bien aislado. O perder algún átomo que otro. O ganarlo.
Como no estoy en edad de aprender más definiciones físicas o matemáticas, pero sí de defender posturas, me pregunto: ¿Qué criterio de valores tenemos al cultivar la preciosa cosecha que nos toca cuidar? ¿Pesamos y medimos con la medida adecuada? ¿O hemos decidido que no vale la pena vigilar, rechazar y eliminar al ladrón o maligno que nos sorprende de noche y le dejamos sembrar cizaña? Se nos ocurre que es inútil; que la mala hierba estará siempre entremezclada con la buena; que ya se darán cuenta los segadores del buen trigo al elegir y a los que coman el pan de separar el pan sano del pan envenenado.
Es decir, nos resulta más cómodo no hacer nada y dejar que sea la vida la que enseñe; nos parece que no pasa nada si no hacemos nada. Si la cosecha nos sale mal podremos siempre echar la culpa a los amigos, al mundo de hoy, a los otros, al primer otro que se nos ocurra: “¡Su madre no supo decirle las cosas como son!”. “¡Su padre no movió un dedo en su educación!”. “¡Los maestros de hoy no son como los de ayer que hacían siempre de los muchachos hombres de provecho!”.

No viene mal repasar nuestro cuadro de pesos y medidas. ¡Y usarlo!

domingo, 8 de noviembre de 2015

Letanía.

(¡Qué bien nos viene -en este mes de noviembre- acariciar esta preciosa letanía que nos sigue regalando Gustavo Adolfo Bécquer en la Solemnidad de Todos los Santos).

Patriarcas que fuisteis semillas
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas,
rogadle por nosotros.
Almas cándidas, santos Inocentes,
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado,
rogadle por nosotros.
Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de verdad depositario,
rogadle por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo en sangre roja,
al que os dio fortaleza en los combates,
rogadle por nosotros.
Vírgenes bellas cual las azucenas
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura,
rogadle por nosotros.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas,
rogadle por nosotros.
Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y rico tesoro,
al que es caudal de ciencia inextinguible,
rogadle por nosotros.
Soldados del ejército de Cristo,
santas y santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a aquel que vive y reina entre nosotros.

martes, 3 de noviembre de 2015

Y con el mazo dando.

Como sin duda sabes, sabio lector, los obeliscos son hijos de Egipto. Pero el nombre que hoy usamos para hablar de ellos, no. Es griego. Los griegos tenían en su admirable Grecia el obelós, es decir, el asador. Y cuando fueron a Egipto a alimentarse de ciencia y sabiduría quedaron asombrados ante esos monumentos a los que dieron el nombre de obeliscós, es decir, asadorcitos, “pinchitos” en jerga moderna. (Los griegos, además de sabios, eran alegres e irónicos: Obelix vino más tarde).
Parece que en el mundo hay unos cuantos obeliscos egipcios fuera de Egipto. Por ejemplo, ocho en Roma (Roma tiene, además, otros tantos hechos en Italia), tres más en esa península y hay otros ocho en varios lugares del mundo.
Asuán (Sienet antiguamente), en el Sur del Egipto antiguo, era la patria de los obeliscos y de muchas de las piedras (de granito sienita) usadas en monumentos y pirámides. El obelisco que preside estas líneas desde Asuán, es, desde hace siglos, símbolo y lección. A mí se me ocurren estos y estas. Tú serás más fecundo.
Símbolo de la perennidad de lo noble. Aunque yace y parece que no habla, ahí está para decirnos todo lo que su permanencia dicte a tu sensibilidad. No espera ya que lo acaben para elevarlo y trasladarlo desde su cuna a algún lugar suntuoso. No vale. Se rajó y en su cabeza partida no hay dignidad para erguirse como sus hermanos, los que ya apuntan hacia las estrellas. Pero, antes de que un leve temblor de rocas lo rajase, dándolo por perdido, hubo una legión de especialistas en darle, golpe a golpe, enérgica, pero suave y constantemente, la forma que le habría hecho grande y sagrado. Ya no sueña con levantarse. Pero los turistas que lo visitan y suben, como ves en la foto, hasta su noble costado, piensan con él y como él en su frustrada historia. 
Y hasta alguno piensa en el camino paralelo de la educación, en el inútil esfuerzo por hacer de un niño, de un joven un hombre hecho y derecho. ¿Por qué de una materia viva como es esa promesa infantil y juvenil no florece siempre y se convierte en fruto maduro el que tanto podía haber logrado? ¿Lo malograron sus padres? ¿Naufragó él entre ilusiones, distracciones, debilidades, cobardías, concesiones al agrado? ¿Hay alguna obra de arte en la que la tenacidad del maestro, la docilidad del discípulo, la mutua colaboración no hayan exigido constancia, tenacidad, pincelada tras pincelada, correcciones, golpes de gubia, de azuela, lima o punzón?