viernes, 16 de octubre de 2015

Yangsi.

Hacia el suroeste de China está la provincia de Sichuan donde la pimienta, cuyo aroma se parece al de los cítricos, es - dicen - la mejor del mundo. Y en Sichuan está la aldea de Yangsi, cuyas referencias conoces sin duda. Pero por si acaso lo olvidaste, te recuerdo que hubo en esta pequeña población un hecho llamativo hace unas seis décadas. Los niños dejaban de crecer cuando llegaban a los cinco o seis años. Hoy cerca del cuarenta por ciento de la población lo forman habitantes que no miden más de 120 centímetros. El fenómeno cesó, pero nunca se supo su causa. Como es natural, las hipótesis apuntaron en todas las direcciones, aunque de ninguna de ellas, por muchos estudios que se realizaron, llegó la explicación del hecho. 
Este recuerdo me lleva a preguntarme: ¿cómo son las generaciones que nos siguen a nosotros, padres y educadores? ¿Tengo entre mis hijos, entre mis educandos, algún enano?  Y no me refiero a la estatura física, como comprendes. Causa admiración cómo crecen los muchachos y muchachas hoy. En seis décadas (y en mucho menos tiempo) las generaciones que han ido heredando nuestros puestos nos miran desde arriba con cierta satisfacción y nosotros las miramos desde abajo con cierto complejo. Dicen los entendidos que la media del aumento en la altura ha sido en los varones de unos once centímetros. Lo atribuyen, en gran parte, claro está, a las mejores condiciones higiénicas.
¿Y por dentro? Me refiero a lo más dentro del misterio humano. Si se pudiese usar el centímetro para comparar el crecimiento del “yo” personal, ¿qué diríamos? ¿Son los hijos más valientes que sus padres? ¿Más honrados’ ¿Más trabajadores? ¿Más fiables? ¿Más amables? ¿Más generosos? ¿Más estudiosos? ¿Más emprendedores? ¿Más obsequiosos? ¿Más educados?... Hay tantas demarcaciones en el fondo del ser humano que no acabaremos nunca de repasarlas. Pero sí nos corresponde advertir y confirmar que en alguna de esas regiones hace falta acompañarlos para que realicen un laboreo a fondo y saquen de sí lo que, sin duda, es germen de grandeza. “Del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! lamentaba Bécquer.

domingo, 11 de octubre de 2015

Cariño

Os los presento en la medida en que las noticias que tengo de ellos me lo permiten.
Tonka (a la izquierda) vive la tristeza de su orfandad (su madre murió en un accidente) en una refugio de animales “dependientes” en Billabong (Australia). Samantha Sheema, responsable del centro de atención, nos dice que padece de una profunda depresión. Tonka lleva siempre consigo al osito. Y lo rompe con frecuencia. “Se lo sustituimos apenas tiene un destrozo sensible… Muchos animales encuentran alivio acariciando un juguete de peluche en su luto”.    
Al de la derecha le llaman Doodlebug y está internado en otro refugio australiano y a lo mejor lo has visto en Twitter. Como Tonka, intenta consolar con otro osito su soledad de canguro pequeño que ha perdido a su madre.
Necesitan un cariño que nada ni nadie puede ya darles. Naturalmente tienen memoria. Memoria de caricias, de abrazos, de presencia materna... Se me ocurre pensar: ¿un animal es solo instinto?; ¿por qué creemos (y tal vez afirmamos) que solo el ser humano tiene sentimientos?; ¿su “conducta” futura quedará condicionada por su situación actual?; ¿habrá algo en su evolución que abrevie su vida, que influya en sus actitudes, en sus reacciones, en su relación con los demás?
Me parecen inútiles para nuestra práctica diaria estas preguntas. Pero pueden valer para aplicarlas a niños, adolescentes, jóvenes, hijos o educandos, que crecen en algún modo dependiendo de nosotros.
Resulta evidente que los frutos de una familia, de unos padres, de un educador, de una educación,  son diferentes y a veces muy diferentes en seguridad, madurez de mente y sazón de corazón. No es solo la simiente la que cuenta (“De tal palo tal astilla”), porque hay una profunda relación de auténtico enriquecimiento entre el fruto y el árbol cuando la flor se va haciendo cosecha sanamente seductora para el mundo y los demás.

martes, 6 de octubre de 2015

Qué fatiga!!

Volver la mirada en la hondura de los tiempos nos puede hacer bien. Podemos comparar modos, medios, grandezas y límites. Por si acaso vale, te invito a una escuela “elemental” en la antigua Roma. Y repasar el Latín. Sigo al justamente admirado José Guillén en su monumental obra Urbs Roma
Los niños y niñas empezaban su vida escolar a los siete años, hasta los doce, en el ludus magistri. Ludus era juego, pero también escuela. Y para que no hubiese duda, se dejó lo de ludus y se dijo ya más tarde schola.
Había que madrugar para llegar a tiempo. Cada niño llevaba un farol hasta que la luz del día permitía apagarlo. Si la familia tenía medios, al niño le acompañaba todo el tiempo un pedagogus al que se le escapaba alguna vez un coscorrón. Y si los medios eran más abundantes se añadía un capsarius con la capsa que custodiaba las tablillas para escribir y los volúmenes (rollos de papiro) para escribir con la penna (pluma) o la arundo (caña) mojadas en el atramentum (tinta). Además del abacus y los calculi  de piedra o madera insertados en sus cuerdas. 
La schola era un local abierto, humilde, un toldillo o una pergula, una taberna o pequeño local comercial donde se vendía sabiduría. Es un decir.
Los niños se sentaban en bancos corridos, sin respaldo. El magister, en la cathedra, un asiento un poco más elevado. A veces, si había pared, colgaba algún mapa en ella. 
Escribían en el disticus (dos pequeñas tablillas enceradas que se cerraban sobre sí mismas) con un stylus o instrumento de escritura, en punta por un extremo para escribir y liso en el otro para allanar la cera.
El ludi magister enseñaba a leer, escribir y contar. En Roma había pocos analfabetos.
Al ludi magister se le pagaba el auctoramentum seruitutis. Recibía regalos en las fiestas de Minerva (19 de Marzo), Saturno (17 de Diciembre) y la strena (1º de Enero). Cobraba poco de cada alumno en los Idus de mes (más o menos, a mediados), menos en los tres meses de vacaciones ni los días que el alumno no iba a clase. Diocleciano estableció en 301 lo que cada alumno debía pagar al mes: 50 denarios, algo así como 0’45 euros.
Los maestros, casi todos libertos, eran duros y exigentes. Usaban la ferula (palmeta) o el látigo hasta finales del siglo I en que se pasó a una blandura criticada por algunos.
Al final de esta etapa escolar todos leían y escribían bien prosa y poesía, sabían las cuatro reglas de aritmética y se sabían de memoria las XII Tablas. Como hoy.

jueves, 1 de octubre de 2015

Sangenís.

Como esta no es una página de historia y como sus lectores conocen bien la de los dos sitios de Zaragoza, queda reducida a subrayar una robusta determinación de un robusto ingeniero militar, Antonio de Sangenís y Torres, aragonés de Albelda, Huesca, a las órdenes del general defensor de la ciudad, José de Palafox y Melci en 1809.
Napoleón Bonaparte – le conocéis – que en el segundo asedio estaba en España, sentía como una dolorosa espina la resistencia de Zaragoza y sin duda pensaba también en ella cuando, ya en su exilio, decía: “Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses… esta maldita guerra me ha perdido”.
Las bajas humanas de Zaragoza fueron 52.000 valientes, hombres y mujeres, labradores, militares, amas de casa, monjas y curas, viejos, jóvenes y niños… Todos destacaron, todos dieron lo más hondo de su vida hasta darla también esta.
Volvamos a Sangenís. Como ingeniero militar se formó sólidamente, escribió tratados de Matemáticas y Defensa militar, dirigió la defensa de toda la costa cantábrica con fortines y baterías. Y a raíz del 2 de Mayo de 1808 y la barbarie de Murat en Madrid, se refugió en Zaragoza. Tomó parte en los dos sitios al frente de los ingenieros  y fue director de las obras de defensa. El 4 de Julio de 1808 estaba al mando más expuesto de las ocho puertas de la ciudad: la puerta y batería de Santa Engracia. Se encontraba con la “batería alta del molino del aceite, junto a las tapias de Santa Mónica”, cuando una bala de cañón acabó con su valiosa vida.
De él conservamos el ejemplo de su generosa entrega en la defensa de sus valores, que son los nuestros, y esta afirmación que debe ser también la nuestra: “Que no se me llame nunca si se trata de capitular, porque jamás seré de opinión de que no podemos defendernos”.
El mariscal Jean Lannes, a quien Napoleón había confiado la conquista de la ciudad, le escribió lo que vio cuando entró en ella: “Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestros enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores … ¡Qué guerra! ¡Qué hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena”.
Sangenís no capituló. La ciudad cayó el 21 de Febrero de 1809 porque ya nada ni nadie estaba en pie. 

sábado, 26 de septiembre de 2015

Darse prisa.

Esto se acaba. Me refiero, claro está, al Universo. Siempre creí que Universo era igual a algo que tiende a la unidad. Pues no, queridos. Ya sabéis que desde que Friedman, Lemaître, Hubble… Gamow (que dijo lo del big bang), desde hace casi un siglo los primeros y hace más de treinta años el último, se sabe que esto se acaba al dispersarse tanto que desaparecerá. Que la energía primordial se va reduciendo desde hace 17.300 millones de años, que es la edad que los estudiosos dan a la materia.  Dicen, por ejemplo, que hace dos mil millones de años (la sexta parte de su vida: más o menos, no vamos a discutir por medio millón de años) la energía era ya la mitad de la primigenia, así que hoy… ¡Qué cosas!
Por eso hay que darse prisa. Me refiero, naturalmente, a la pérdida de energía que en nuestra vida (ese precioso don de que gozamos en medio de tanta grandeza) debe desplegarse.
Hay otras teorías sobre el fin de la energía a las que dan nombre en Inglés, que es monosilábico y, por tanto, más contundente. ¡Y tanto!: Big Crunch, Big Rip…gran Colapso, gran Desgarrón.
Simón Driver, de la Universidad Occidental de Australia, decía hace unas semanas en la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional en Hawaii que faltan todavía cien mil millones de años para que el universo “se convierta en un lugar oscuro, frío y sin estrellas que brillen…”.
El Sol no ama. La Tierra no ama. La Materia no ama. Yo sí amo. Vivo entre seres que pueden amar, que sin duda quieren amar pero no les dejan, que seguramente aman pero lo hacen mal, porque confunden amar con recibir, esperan recibir, esperan que los quieran, pero no se fían, no hacen ejercicio de amor, no empiezan ellos a amar a fondo perdido, no han asistido a ninguna clase de amor, no han escuchado al único Maestro del Amor, Amante verdadero, porque él mismo es Amor: Cristo. Ungido de Amor por Amor y para Amar dando la Vida. 
¿Conoces a alguien con un colapso de amor, con un desgarrón de amor? Evítalo tú. Entrégate. ¡Ama! ¡De verdad! ¡Como nos ama la Verdad!

lunes, 21 de septiembre de 2015

Has visto?

Resulta que lo de pedir un asiento para cambiar de aires en lejanos lugares no era solo un pacto, más que amistoso, entre aquel cuervo y aquella águila calva de Seabeck que ya contemplamos. Mire usted ahora este mirlo de alas rojas (Agelaius Phoeniceus) en la grupa de una Poiana de Jamaica (Buteo Jamaicensis), de la Reserva Natural de De Soto y Boyer Chute de Nebraska y Iowa, en la fotografía de Mike White; y esta osada comadreja (Mustela nivalis) -que puede verse al final de nuestra entrada- bien segura sobre un pájaro carpintero verde (Picus viridis) de algún lugar misterioso de estos lares. (Lo de bastardilla encerrado en paréntesis es para mi querido amigo Heliodoro que gusta, me dice, de acercarse al mundo vivo con nombres siempre vivos). 
Nuestro mal es que no miramos hacia arriba. Miramos, en cambio, mucho el fango que nos rodea y que no llega a animarnos a cambiar de camino. Es verdad que estamos hechos de barro (¡o de alguna otra sustancia menos noble!) pero ni podemos contentarnos con llorar nuestro sino, ni contagiarnos con la mísera convicción de algunos de que, de mancharse, hay que hacerlo hasta el tuétano. Es esa verdad (que vemos en crónicas de sociedad, de falso deporte, de pseudoarte, de economía, de política y hasta de religión) para algunos que hacen del lodo, que tantas cosas tapa, una meta, un objeto y un instrumento artero de muerte.
A nuestro alrededor hay muchos que pisan la tierra y vuelan sin mancharse, y cargan con otros, con sus caprichos, sus debilidades, sus cobardías, su vagancia, sus reticencias para ponerse a hacer algo por los demás. Y hay otros que critican que se atienda a gentes que huyen de la persecución en sus hogares, de pobres sin nada, de soñadores o de ilusos que saltan la valla creyendo que van a encontrar salvación y encuentran desconfianza, temor, rechazo… Sigo volando (o enlodándome) pero yo solo, hablando mucho, despotricando mucho, pero sin tener que cargar con nadie que no sea yo mismo. 
En el precioso mundo de nuestros estímulos para hacer del otro un yo-mismo hay un ejemplo maravilloso que nos propuso el Maestro de todo Amor: el del caminante que se encuentra, bañado en el barro de la agresión y del desprecio, a un miserable extranjero, un juthita, un cutheo, un abominable samaritano y… carga con él. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Es vil y despreciable.

Este animal que preside la lectura de hoy es un ser admirable. Vive en fondos marinos de Nueva Zelanda a mil metros de profundidad hasta donde no le ha interesado a nadie llegar hasta hace poco. Lo llaman, me parece, blopfish. Es pacífico y digno. Y, según nuestros estrechos criterios estéticos, muy feo.
No hay ser vivo que no sea, como el blopfish, pacífico. ¡En principio! La violencia de algunos animales los mueve a actuar como animales: depredadores, voraces, sañudos, reivindicativos, agresivos… todo lo que quieras, pero siempre en el ejercicio forzado de su animalidad. Nunca son viles. Un león ataca a un antílope porque necesita hacerlo para vivir. Un tigre que ataca, despedaza y se come un bisonte cumple con su deber. Y un cocodrilo como el de la derecha hace suyo a un aborregado ñu que intenta, como todos, atravesar un río.    
La vileza es una propiedad exclusiva del hombre. El hombre piensa, razona, estima, juzga, construye… y ¡ama!  Y ese hombre que se juzga a sí mismo digno, respetable, merecedor del aprecio de otros hombres, representante del grupo del que forma parte, forjador de un futuro más noble, más libre, más generoso no puede ser vil. No lo es, pero a veces nos comportamos con vileza. Nos convertimos en seres despreciables. Es vil, despreciable, el que no deja que el otro, todo otro, piense como quiera, vote a quien quiera, escriba lo que quiera, haga lo que quiera aunque no le guste. Porque si, en su afán de husmeador, descubre que el otro ha actuado de verdad mal, tiene el deber de hacerlo saber a la autoridad que corresponda que, sin duda, intervendrá también como corresponda. Digo yo. Atragantan los jueces aficionados que todo lo cascan, lo miden, lo critican y lo condenan. En los medios de comunicación (¿comunicación?), sermones, tribunas de televisión y de prensa, por la calle, en las tertulias, en los mentideros de todo tinte y calibre, en la mal llamada política, en los partidos, en las instituciones…. hay siempre algún mentecato, mal de la cabeza, que se siente con derecho y superioridad para decir cómo hay que hacer las cosas (¡si solo fuese eso!), calificar (¡descalificar, claro!), atacar, insultar, zaherir, despreciar, morder, despedazar si puede… al que no piensa como piensa él y no dice lo que manda él. Es el patético dictador que nunca admite que ejerce ese inaguantable oficio (¡ay de ti si se lo intentas explicar!), mientras que no acepta de ningún modo cualquier otra dictadura que no sea la suya.
Hay quien se recrea en sentirse rey del pensamiento, dispensador de opciones políticas, de fórmulas económicas, morales, sociales, inquisidor de intenciones ajenas y tristemente vil  payaso del gran circo del mundo. 

viernes, 11 de septiembre de 2015

Celti.

Parece que la Celti turdetana (hoy probablemente Peñaflor, en la provincia de Sevilla, tocando a la de Córdoba, y al lado del Guadalquivir que pasa joven y haciendo eses) fue una plaza romana importante en el comercio de aceites y alfarería en el siglo I aC. Tuvo moneda propia. En un ejemplar conservado aparece un jabalí alcanzado por una lanza (muy cerca, a unos siete kilómetros, está la sierra) y consta la abreviatura, CELTITAN, del nombre completo que le dio en el año 74 el emperador Vespasiano: Municipium Flavium Celtitanum
Además del yacimiento arqueológico de La Viña, se conservan restos funerarios, que siguen hablándonos. Una estela funeraria nos regala la biografía de un joven. Leamos:
"A los Dioses Manes. Aquí yace Quintus Marius Optatus, natural de Celti y de edad de veinte años. ¡Ay, dolor! ¡Oh tú, caminante, que pasas por la vera de este camino!, entérate quién fue el joven, cuyos restos mortales se guardan dentro de esta tumba. Apiádate de él y ofrécele tu saludo. Era diestro en lanzar el arpón y el anzuelo al río, de donde sacaba abundante pesca; como buen cazador sabía clavar su jabalina en el corazón de las fieras bravas; sabía también apresar a las aves con varas untadas de liga. Además cuidaba del cultivo de los bosques sagrados, y a ti, ¡oh Diana!, nacida en Delos, casta, virgen y triforme luna, erigió un santuario tutelar en la sombreada floresta, cumpliendo lealmente el voto realizado. En el gran predio de su heredad dio feliz impulso a las tareas agrícolas, haciendo que con ellas se uniesen los extensos valles a los pintorescos paisajes y las ásperas cimas de la sierra, bien surcando los eriales con el arado, bien metiendo y protegiendo en hoyos hechos con cuidado, los tiernos sarmientos de la vid”.
¡Una densa vida bien apretada en veinte años! Ilusionado con la vida, emprendedor,  amante de su tierra, superior a las bestias, habilidoso en las artes de pesca y caza, valiente y seguro ante las “fieras bravas”, de corazón devoto hacia Diana y fiel a la pietas paterna que, sin duda, cultivó hacia sus padres. Porque ellos ¿quién, si no?, pusieron sus restos en la orilla del camino (como se hacía con quienes se quería mantener cerca) y lloraron, ¡Ay dolor!, su precoz descanso.
¿Algo que escuchar? Sin duda. La identificación con un ejemplar modélico que nos anima a creer en nuestros hijos, en nuestros educandos, en su crecimiento integral, en su sueño de poder servir como ejemplo e incentivo para sí mismos y para los demás.    

domingo, 6 de septiembre de 2015

Una cruz barata...

Franciszek Ksawery Pruszyński, polaco, fue periodista, escritor y diplomático polaco. Vivió en su corta vida los vaivenes históricos de su patria (1903-1950) y adoptó para su vida el color del momento. Conservador en su juventud, llegó a simpatizar con el comunismo llegando a ser diplomático al servicio de la República Popular de Polonia.
En 1936 fue enviado como corresponsal a la Guerra Civil Española, en Madrid. En  1939 formó parte del ejército polaco al servicio de los aliados.
En la España republicana estuvo desde septiembre de 1936 hasta el año siguiente en que volvió a Polonia. Como fruto de su experiencia escribió En la España roja.
En sus crónicas se puede leer su experiencia visitando un hospital de sangre atendido, como enfermeras, por Hijas de la Caridad. De allí conservó «la imagen de una monja, joven, con una cruz “barata” que le colgaba del cuello, y que cambiaba vendas “sucias y repugnantes” de un herido». Y recordaba: «Jamás he agachado tanto la cabeza ante un ser humano y probablemente jamás en toda mi vida volveré a agacharla tanto»”.
“Agachar la cabeza” no es sino reconocer la grandeza de una persona, de un gesto, de un acontecimiento. Y es un gesto de personas que, por su madurez, descubren la grandeza personal, el valor, la generosidad y el amor de muchas personas sin aparente relieve y casi insignificantes socialmente, que viven con amor su relación con el prójimo. Y cuando una cruz “barata” sobre el pecho refleja toda la riqueza del corazón de quien se fía de Aquel que dio la vida por amor a todos los hombres de todos los colores y de todos los frentes, está cerca de descubrir el misterio de la fe en Cristo.  

martes, 1 de septiembre de 2015

El grato recuerdo...

De ANS (Agencia de Noticias Salesianas) de Argentina es justo copiar la reseña que sigue. Ciento cuarenta años parecen pocos en la larga y densa Historia de una nación. Pero estos ciento cuarenta años de la presencia salesiana en aquella bella y querida tierra están llenos de la fecunda siembra que don Juan Cagliero y sus nueve acompañantes y sus sucesores han hecho con tanto acierto.   
“El 14 agosto por la tarde quedó formalmente inaugurado el museo de Don Bosco en Argentina. Se trata de un espacio interactivo que tiene su sede en un lugar histórico para la Familia Salesiana: la Iglesia Mater Misericordiae, que fue el lugar en torno al cual se congregaba la Comunidad Italiana en Argentina, y la casa de los primeros salesianos enviados por Don Bosco, para cumplir el sueño de ser misioneros en la Patagonia.
Así mismo, en el 2015 dicho lugar cobró un significado especial, dado que este año, además del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, se cumplen 140 años de la llegada de los primeros misioneros salesianos a la Argentina.
La inauguración contó con la asistencia y participación de un numeroso público entre los que se destacaron los Exploradores Argentinos de Don Bosco, que asistieron en el marco de los festejos por el centenario de la fundación del movimiento. Durante el evento también estuvo presente el cardenal argentino Mario Poli, quien celebró la Eucaristía y tuvo palabras de agradecimiento y elogio para con los salesianos.
El Museo de Don Bosco en Argentina es un espacio preparado para que las personas que lo visiten puedan participar poniendo en juego los diferentes sentidos. Así, a lo largo de las cuatro salas con las que cuenta, se propone a los invitados no solo conocer y comprender la Obra de Don Bosco, sino también poder interactuar con la muestra, tomando un rol activo durante toda la visita. Se trata de un ámbito en el que la sola visita se transforma en una experiencia vital, que provoca, sensibiliza y motiva a la acción.
El Museo es una oportunidad para toda la Familia Salesiana de renovar el compromiso de llegar a los jóvenes y acompañarlos en sus retos, aprendiendo del pasado, para comprender el presente y soñar el futuro.”