domingo, 17 de agosto de 2014

Un gigante.

Este gigante de la foto se llama Yakouba Sawadogo al que seguramente conoces por los periódicos. Por ellos sabes que en 1974 se propuso frenar el avance del desierto en su región de Gourga, en Burkina Faso. Ha recuperado en cuarenta años tres millones de hectáreas en ocho países del Sahel. Y ahora se pueden cultivar, habiendo olvidado que eran un desierto. El Sahel (que significa “borde”) es un cinturón de 5.400 km desde el Atlántico hasta el Mar Rojo. Está al sur del desierto del Sahara y tiene una anchura variable entre varios centenares y mil kilómetros. Y cubre una superficie de más de tres millones de kilómetros cuadrados.
Empleó los métodos tradicionales de la agricultura llamada “ZaÏ” puesta al día: en hoyos de unos veinte centímetros depositaba la semilla que interesaba con estiércol y compost. Las lluvias completaban la obra. 
Le salió bien y obtuvo “cosechas” dobles y hasta cuatro veces mayores. Añadió árboles que ayudaban a mantener la humedad del suelo. Y se dedicó a recorrer largas distancias en su moto para convencer a todos los agricultores de la nación que pudo, el resultado de su empeño. 
Se hicieron algunos documentales con su propuesta y dio en 2013 conferencias en 29 aldeas sobre el “ZaÏ”. Y una nueva iniciativa, organizada junto con Ashley Norton y Naaba Ligdi, llevará esta enseñanza, antes de las lluvias de 2014, en doce clases magistrales para cuatro estudiantes, a jóvenes agricultores de la región Yatenga que quieran luchar como él lo ha hecho.
¿Nos hemos medido, de verdad, alguna vez? ¿Qué nos falta para dar talla de gigante? ¿O, al menos, de aprendiz de gigante? ¿Qué medida es la que queremos para nuestros hijos, para los niños, los adolecentes, los jóvenes que crecen (o deben crecer) a nuestra sombra? Porque en un análisis que debemos hacer, continua y valientemente, debemos ver si nuestra sombra es la de una generosa entrega que estimule la entrega de nuestros educandos o es un paraguas de pura protección que les impide salir de sí mismos, lanzarse fuera de las propias y pobres bardas y aprender que sólo pensando en los demás, viviendo para los demás, yendo hacia los demás, queriendo a los demás… podremos ver una cosecha que detenga el desierto del egoísmo que parece invadir el mundo de hoy, tan estéril de amor en tantos gestos, tantas propuestas, tantos oscuros “saheles” de muerte.

martes, 12 de agosto de 2014

A ello.


1.    NO LO VOY A HACER. No tengo ganas. ¡Que no quiero, vamos!
2.    NO PUEDO HACERLO. ¿Qué me pasa? Voy a pensar en ello
3.    QUIERO HACERLO.  Necesito ser más, valer más.
4.    ¿CÓMO SE HACE? Voy a investigarlo.
5.    TRATARÉ DE HACERLO.
6.    PUEDO HACERLO.
7.    LO VOY A HACER.
8.    ¡LO HICE!

Basta con leer, creo yo, lo que dice y lo que hace el muñequito trazado, torpe pero expresivamente, de izquierda a derecha y de arriba abajo, para darnos cuenta de que es un retrato de una postura o de un proceso de raquitismo o de crecimiento.
Por desgracia es para algunos una postura vital: no tener ganas, no hacer nada, no esforzarse, no estudiar, no acometer una acción, no emprender un camino, no proponerse subir, no seguir subiendo, no subir siempre… Lo  vemos en muchos que dicen,  por ejemplo: “Nadie me echa una mano”, “Estamos en crisis”, “Más tarde”, “Ya veré”, “A ver si…”. Son “justificaciones” más frecuentes de lo que suponemos. Que nacen en una familia, en una comunidad, en una sociedad en la que no se enseña a esforzarse, a sufrir, a buscar, a trabajar, a ingeniarse, a superar, a ser uno mismo. El alivio, el bienestar, la debilidad de los responsables de educar, el subsidio, el “derecho”, la “libertad”… son las muletas de los que se deciden a ser cojos toda la vida. Y a pasear su cojera pidiendo compasión y cargando el peso de su cojera sobre cualquiera que les haga caso o no en su casa, en el grupo de familiares, de amigos, de compañeros de estudio y trabajo (¿estudio?, ¿trabajo?), de la sociedad.  
Decía alguien (no recuerdo quién, pero decía bien): «No digas nunca “No puedo”. Ponte a ello. ¡Hazlo!». Y otro: «Todo es posible para el que cree en sí mismo».
Y el gran Alexander von Humboldt (1769-1859), que recorrió todo el mundo investigando a fondo sus tesoros naturales: «Cuando no se quiere lo imposible, no se quiere».
Bastante más tarde, pero con la misma convicción, decía algo parecido Georges Clemenceau (1841-1929): «Solo triunfan los que se atreven a atreverse».

jueves, 7 de agosto de 2014

Tillandsia.

La selva de nombres de plantas y animales por la que hoy nos movemos se debe al gran sueco Carlos Linneo (siglo XVIII) que llamó a la rara planta que vemos arriba Tillandsia recurvata. Lo de recurvata se entiende apenas vista. Y su nombre (y el de otras 650 especies, más o menos, de hermanas y primas hermanas) fue el que les dio Linneo en honor de su connacional Elias Tillandz (1640-1693) que la descubrió por América Central.
Se llaman en general plantas azules y esta, en particular, clavel de aire. Y de ellas hablamos aceptando, de antemano, no faltaría más, las correcciones de los botánicos.
Son un caso en la vida vegetal: ni comen ni beben. Mejor dicho, comen y beben del aire. Son – dicen los entendidos - epifitas. Es decir, adheridas a los árboles. Pero no son parásitas (aunque tampoco les hacen bien a las plantas sobre las que viven), ya que es del aire de donde toman la humedad y el alimento que necesitan.
Hace algunas semanas escuchaba, con mucha atención e igual asombro, una conferencia de un sesudo y sensato japonés a un grupo de personas del centro de América. Me atrevo a resumirla.
El Japón y nuestra nación (la que le escuchaba) se diferencian en cosas fundamentales como estas dos que educan y producen ciudadanos de muy diversa índole: 1. Un niño japonés, desde que es capaz, hace todo lo que necesita hacer para su vida. Se le indica cómo debe hacerlo y se le deja que crezca en esa actitud de valerse por sí mismo en todo lo que puede. Aunque sufra, aunque se exija, aunque se equivoque, aunque sude, aunque… 2. Un niño japonés oye, desde que entiende lo que se le dice, que debe dar algo a los que le rodean: a sus hermanos, a los compañeros, a los amigos, a los ciudadanos, a la patria.  
Y seguía diciendo el sabio japonés: Decimos que educamos y deformamos; decimos que ayudamos y estorbamos; decimos que damos e impedimos que se esfuercen por obtener; decimos que facilitamos y provocamos la dependencia, la vagancia, la mediocridad.   
Un japonés no es un clavel de aire, pero se parece mucho. Tiene sus raíces apoyadas en su familia, pero crece en virtud de su apertura al aire que le rodea con la avidez necesaria para tomar de él lo que le hace ser él mismo. Y, además, al aprender a dar, rompe el feo uniforme de egocéntricos con el que se visten muchos de nuestros hijos, de nuestros jóvenes y… de nuestros adultos (¿yo mismo?).

sábado, 2 de agosto de 2014

Voluntariado.

Desde el 20 de Julio hasta el 2 de Agosto 32 voluntarios, jóvenes y animadores salesianos procedentes de Seúl (Corea), están prestando un servicio de voluntariado de verano en Darkhan, Mongolia.
No son los de la foto. Los de la foto son los que dieron la bienvenida al padre Carlos Villegas, filipino, jefe de la primera comunidad salesiana formada por los seis salesianos que en 2001 acudieron a la llamada del Nuncio Apostólico de Mongolia a los salesianos de Corea del Sur. Procedían de Vietnam, Corea del Sur, Eslovaquia y Filipinas
«La primera presencia salesiana que se erigió - leemos en las noticias sobre las dos obras actuales - fue una escuela técnica superior reconocida por el Gobierno. Empezó en 2001 con 30 estudiantes y en la actualidad atiende a unos 300 cada año en 5 áreas técnicas: mecánica automotriz, confección, servicios de secretariado, soldadura y albañilería, cursos todos que incluyen el estudio de informática. La segunda tarea emprendida fue un orfanato para 20 niños. En estos centros, respetando la legislación de Mongolia, los Salesianos nunca han enseñado religión.
En 2005, en Darkhan, a unos 220 kilómetros al norte de la capital, se erigió la segunda presencia, por primera vez como un centro juvenil, que se convirtió en 2007 en una parroquia dedicada a María Auxiliadora. Desde 2009 a la estructura se añadió una pequeña granja». 
Volvamos a los componentes del grupo de voluntariado. En el verano alternan su presencia entre Mongolia y la China del Norte. En invierno lo hacen en el Este de Asia, como Papua Nueva Guinea o Camboya. Ambos servicios los prestan durante dos semanas en tiempo de vacaciones.
El “jefe” del grupo de voluntarios, don Chang les decía a los expedicionarios, en la Misa con la que comenzaron su servicio: 1. que el programa tiene como finalidad compartir que es ya en sí mismo un valor; 2. que todas las actividades se realizan dentro de un definido plan de misión; 3. que esa misión consiste en intercambiar vida,  medios materiales, tiempo, esperanza y sueños. Y esperan que ellos se sientan animados a vivir las mismas actitudes aprendiendo a compartir.
Como unas Buenas Noches no son sino una invitación a pensar, asimilar y vivir, parece que en lo escrito hasta aquí es más que suficiente para pensar seriamente, para remover nuestro corazón, un poco cerrado en sí mismo y para despertar en nosotros proyectos que nos lancen a tener en cuenta al que nos necesita.

lunes, 28 de julio de 2014

Mandar.

Don Benito Pérez Galdós, canario de Las Palmas (1843-1920), escritor egregio, tuvo tiempo en su larga vida para escribir novelas, teatro, crónicas de la historia patria, y para ser diputado en los ratos libres. En su ingente obra destacan, por su volumen y brío, los cuarenta y seis “episodios nacionales”. En el Prólogo de uno de ellos, Gerona, escrito en junio de 1874, hacía notar: «En el invierno de 1809 a 1810 las cosas de España no podían andar peor. Lo de menos era que nos derrotaran en Ocaña a los cuatro meses de la casi indecisa victoria de Talavera: aún había algo más desastroso y lamentable, y era la tormenta de malas pasiones que bramaba en torno a la Junta central. Sucedía en Sevilla una cosa que no sorprenderá a mis lectores, si, como creo, son españoles, y era que allí todos querían mandar. Esto es achaque antiguo, y no sé qué tiene para la gente de este siglo el tal mando, que trastorna las cabezas más sólidas, da prestigio a los tontos, arrogancia a los débiles, al modesto audacia y al honrado desvergüenza».
En la Relación de Andresillo Marijuán sobre los meses de increíble resistencia de Gerona al asedio francés, brotan, como contraste y entre muchos personajes y acciones heroicas, las inverosímiles andanzas de los hermanos Siseta, Bardonet, Manalet y el pequeño y pobrecito Gasparó; el doctor don Pablo Nomdedeu y Josefina su hija, etc...
Y, al frente de todo y de todos, el gobernador Mariano Álvarez de Castro. Su imagen de defensor y responsable de la fidelidad de la ciudad bien pueden definirla estas palabras de un bando suyo del 1º de abril de 1809 “… a los sitiados: «Se impondrá pena de la vida ejecutada inmediatamente a cualquier persona sin distinción de calidad ni condición, que hablare de capitular o rendirse»”.
Escribió Andresillo: “Yo estaba en Santa Lucía. Don Mariano se presentó allí, y no crean ustedes que nos arengó hablándonos de la gloria y de la causa nacional, del Rey o de la religión. Nada de eso. Púsose en primera línea, descargando sablazos contra los que intentaban subir y al mismo tiempo nos decía: «Las tropas que están detrás tienen orden de hacer fuego contra los que están delante si éstos retroceden un solo paso». Su semblante ceñudo nos causaba más terror que todo el ejército enemigo. Como algún jefe le dijera que no se acercase tanto al peligro, respondió: «Ocúpese usted de cumplir su deber y no se cuide tanto de mí. Yo estaré donde convenga»”. 

Nos vale (y mucho, pienso yo) ese doble retrato de los mandos de Sevilla, donde todos querían mandar, y el don Mariano, único e indiscutido jefe, que murió (no se sabe cómo, pero es seguro que por haber sido como fue), siendo fiel a la misión que le encomendaron y a la necesidad de que todos (niños y jóvenes, mujeres y hombres, monjas y frailes, españoles y extranjeros, que los había…) diesen la vida - ¡juntos! - por la ciudad que amaban.  

miércoles, 23 de julio de 2014

Las hermanas Mitford.

La historia de las seis hijas del barón de Redesdale: Nancy, novelista; Diana, fascista; Unity, hondamente nazi; Deborah, duquesa; Pamela, aristócrata en el campo… y Jessica (1920-1996), la comunista (no incluimos a Thomas, el único hermano varón, por la distancia que mantuvo siempre en su vida) es de sobra conocida. Sobre todo a partir de 1960, cuando Nobles y Rebeldes (1960), la primera de las obras de Jessica,  mostró la historia inquieta, divertida, rebelde, anticonformista de casi todas ellas. Basta recordar su “huida” a los 19 años, con su novio, para luchar en la Guerra Civil de España. Y su postura, después, en la defensa de los derechos humanos en Estados Unidos afiliada en el Partido Comunista, aunque no siempre conforme con la línea que este mantenía.         
Cuando contemplo la vida de estas seis hermanas se me viene la imagen de un cohete del que, en un momento en que parecía un sólido proyectil, brotan enérgicamente seis ráfagas de colores y direcciones bien distintas.
Pero más allá de atender a esos hechos nos haría bien comprobar de qué modo se subraya que, a pesar de esas diferencias casi abismales en las ideas, se mantuvo, como claramente confiesan, y sin debilidad la estima y el afecto fraterno.
La aplicación a nuestras vidas, familias, grupos, asociaciones… es inmediata. Con cuánta frecuencia sucede que la diferencia de opiniones, por ejemplo, lleva consigo el debilitamiento o hasta la desaparición de los lazos de una amistad. La conclusión parece diáfana. No había tal amistad. “Me uní a él porque pensaba lo mismo que yo. Cuando me di cuenta de que no era así no quise ya saber nada”. Pero mientras tanto, decíamos que era nuestro amigo.

En el fondo juega el egoísmo. Al amigo le interesa el amigo, el otro, su persona. Cuando se resquebraja la que creíamos poder llamar amistad es que no había más que interés. Y el propio interés es la polilla del amor. 

viernes, 18 de julio de 2014

Lutetia.

Dicen los que entienden que en el sistema solar hay unos 25 millones de asteroides, metálicos o silíceos, de más de 100 metros. El de nuestra foto se llama Lutecia, del tipo M (metálico), que tiene la forma irregular que se puede apreciar y mide, más o menos, 132 kilómetros de largo. Dicen que tiene cuatro mil millones de años. Se llama Lutetia (el nombre que le dio Julio César a la actual París) porque en París lo descubrió el 15 de noviembre de 1852 Hermann Mayer Salomon Goldschmidt, un alemán que fue a la capital del arte para aprender a pintar, pero que se dedicó definitivamente a mirar el cielo desde el balcón de su casa (¡y descubrió 14 asteroides!, incluida Lutetia).
Otro nombre amable: Rosetta. Es el de aquella piedra, parte de un cipo de Tolomeo V de Egipto, hoy en el Museo Británico, con un mismo texto escrito en tres “lenguas” (jerogífico, demótico y griego) que descubrió en 1799, como quien no quiere la cosa, en el delta del Nilo, el soldado francés Jean-François Bouchard. Como sabes, fue el estudioso Jean-François Champollion el que descubrió poco después, en 1822, el significado del jeroglífico y de la “lengua” egipcia, valiéndose del griego correspondiente en la misma piedra.        
Y Rosetta llamó la ESA (Agencia Espacial Europea) a la sonda espacial que hizo esta foto, entre otras cien más, hace cuatro años. Pasó muy cerquita, a 3170 kílómetros, de Lutecia, camino del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko sobre el que un módulo de “aterrizaje” intentará posarse este año.
¿A qué viene todo este absurdo viaje por el mundo cercano, el tiempo misterioso y el arcano espacio? Es fruto de la preocupación que me viene cuando contemplo junto a tantos mundos llenos de talento, dedicación, constancia, esfuerzo, entrega,  insomnio… y observo a muchos jóvenes que carecen de espíritu. Les falta curiosidad por saber, por aprender, por investigar, por acercarse a la Vida, a la Naturaleza, a la Historia con avidez como el que sabe que es parte de ellas y debe sentirse parte interesada por ellas. No ya – o solo – porque la vida vacía deja de ser vida y se convierte en muerte mal disimulada. No ya – o solo – porque estudio es crecer en el conocimiento del “aire” que nos rodea y gracias al cual vivimos.
Hay quien no ha oído nunca que vivimos recibiendo y que debemos vivir dando. Que somos o debemos ser fuente. Que no nacemos para hacer vida propia del programa “¡Ahí me las den todas!”. Como Teresa nos encarece al escribir a su marido Sancho Panza, al saber que le han hecho gobernador de una Isla, mira tú por dónde, precisamente “Barataria”: «Sanchica hace puntas de randa, gana cada día ocho maravedís horros, que va echando en una alcancía para ayudar a su ajuar; pero ahora que es hija de gobernador tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se ha secado, un rayo cayó en la picota y allí me las den todas». 

domingo, 13 de julio de 2014

"Y un Proyecto..."

Hace unos días, en un discurso programático de su misión y la nuestra, el rey Felipe VI, decía, entre otras verdades: «… una nación no es sólo su historia, es también un proyecto integrador, sentido y compartido por todos, que mire hacia el futuro». No negaba el pasado, la historia; sino que subrayaba las secuelas de la historia, que son el ahora, que son el mañana, que somos nosotros, que son nuestros hijos, que somos todos. “Proyecto” es un plan basado en la plataforma del presente, construida en el pasado por todos los que fueron capaces de unirse para darle solidez, y que se nos propone para que, uniéndonos, ya unidos, codo con codo, mente con mente, corazón con corazón («proyecto integrador, sentido y compartido…») nos sirva para convivir madurando, creciendo, haciendo un mundo mejor para unos hombres mejores en todas las dimensiones del mundo y del hombre.
El Papa Francisco afirmaba pocos días antes: «No se puede ir hacia adelante sino desde atrás». El toque de sentido común, de sentido realista y de sentido estimulante de esas palabras nos hace pensar en la necesidad de avanzar llevando con gusto y estima, con atención y respeto, en nosotros la herencia del pasado.
Estas palabras deberían despertar en cualquier padre y en cualquier educador la decisión de indicar con constancia, firmeza e imaginación las pistas completas por las que caminar después de haber caminado. Es muy frecuente que algunos niños y algunos adolescentes (y no tan adolescentes) quieran que todo en su vida sea nuevo. Lo que quieren en el fondo es que les dejen hacer lo que les dé la gana. Son niños y adolescentes a los que no se les ha ayudado a comprender que las “ganas” son la afirmación absoluta de sí mismos sin tener en cuenta que en las “sociedades” en que vive,  los que ”conviven”, es decir, los otros necesitan y tienen derecho a compartir para formar sociedad.     
¿No has notado que se dan con frecuencia, en esta sociedad que queremos hacer mejor, “brotes de dictadura”, no verdes precisamente, sino marchitados por el DDT de querer deshacernos de los que nos contradicen?

martes, 8 de julio de 2014

La Tesela.

Carranque (cerca de Illescas-Toledo), La Olmeda (en Pedrosa de la Vega– Palencia), La Tejada (muy allí también, en Quintanilla de la Cueza), Clunia Sulpicia (Coruña del Conde– Burgos), Almenara Puras (Olmedo- Valladolid), Itálica (Santiponce– Sevilla… son otros tantos luminosos cementerios de otras tantas luminosas teselas milenarias, testigos y frutos de invasiones, luchas, conquistas, holganzas, sueños de belleza, programas de eternidad…
Asombran los mosaicos que afloran cuando la afición al pasado de nuestros buscadores de tesoros ocultos nos las ofrece. Pero yo gozo y sufro al mismo tiempo con cada una de las humildes teselas que los forman. Pétreas o cerámicas (¿qué más da su cuna?) no son nada y lo son todo. Sin una, sin dos o sin más el mosaico es siempre grandioso. Pero sin ninguna, no existe. Es verdad que la alianza sellada por su conjunto (una y otra y otra y otra…) con su inteligente coordinación, las convierte en una fascinación para el alma de un nostálgico. Pero es cada una de ellas, dispuesta a no estar sola, la que hace posible, la maravilla que contemplo y la que me anima a escribir lo que escribo. Porque la siento como un ser vivo o como el rasgo imprescindible de un ser superior igualmente o, mejor, soberanamente vivo. 
El que me ha aguantado hasta aquí ha adivinado que me ocupa un pensamiento más alto. Pienso, en efecto, en la maravilla de una mujer, de un hombre que, desde niño, animado por la sabiduría de sus padres, de sus educadores, de sus maestros, de sus amigos; de los libros, de la experiencia, de la necesidad de ahondar en la Naturaleza y en la Vida, ha ido haciendo de la suya una obra de arte. No ha desechado nada noble, nada cálido, nada radiante, nada difícil, nada generoso para convertirse en ese modelo de gracia humana que enriquece la Naturaleza y hace grande el mundo que tiene la suerte de tenerlo en su alma.

Hay padres y educadores y formadores (los conocemos) que desechan con facilidad muchas de las teselas que requiere la talla del cincel y el esmeril o el fuego del horno para que la obra de arte resulte redonda. Todo lo que supone esfuerzo, renuncia, trabajo, constancia, altruismo, abnegación, sacrificio… queda fuera de un plan de la existencia en el que cuenta poco o no cuenta nada el Amor. 

jueves, 3 de julio de 2014

Athena.

Aunque todos conozcáis a Athena Orchard, creo que es mérito suyo quedar en estas páginas de admiradores de la valentía y la sensatez. El pasado 28 de mayo murió a los 13 años en Leicester (Inglaterra). Era una muchacha animosa, deportista, risueña, comunicativa, afectada por un osteosarcoma que apareció en la cabeza y se difundió rápidamente a pesar de las atenciones médicas adecuadas que recibió.
Produce tristeza la muerte de una persona. Más si es cercana. Más si es parte viva de la propia familia. Más si es joven. Todo eso era Athena. Y todo eso lo vivieron sus padres en el corto recorrido del final de su vida. Porque todo ello era normal en la anormalidad de que su vida joven quedase truncada. Su padre, Dean, la describía como «una persona muy espiritual» e «inteligente». Y Caroline, su madre, decía: «Athena era la persona más valiente que he conocido. Siempre se preocupaba de que los demás estuvieran bien antes que de sí misma, siempre era positiva».
Pero pocos días después de su muerte descubrieron la altura espiritual de una niña, ¡su hija!, que dejaba un “testamento” de sabiduría, de valentía, de ternura en la parte posterior del espejo de su habitación.
Durante todo el tiempo de su tratamiento, al menos, había escrito casi tres mil palabras como un regalo para la familia y para nosotros.
Supongo que lo publicarán oportunamente por la esplendidez que encierra y porque a todos nos hará bien. Transcribimos sin comentario (sería un atentado a su grandeza) las frases que se han publicado en la prensa.
«Cada día es especial, al menos la mayor parte de él».
«La vida solo es mala si lo haces mal»
«La felicidad depende de nosotros mismos»
«Tal vez no se trata de un final feliz, tal vez se trata de la historia».
«El propósito de la vida es una vida con propósito».
«La diferencia entre ordinario y extraordinario es ese pequeño extra. La felicidad es una dirección, no un destino»
«Recuerda que la vida está llena de altibajos; sin las bajadas las subidas no significan nada»

«La vida es un juego para todos, pero el amor es el único premio».