martes, 22 de abril de 2014

Homilia del Papa Francisco en la Vigilia Pascual.




"El Evangelio de la resurrección de Jesucristo comienza con el ir de las mujeres hacia el sepulcro, temprano en la mañana del día después del sábado. Se dirigen a la tumba, para honrar el cuerpo del Señor, pero la encuentran abierta y vacía. Un ángel poderoso les dice: «Vosotras no temáis», y les manda llevar la noticia a los discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea». Las mujeres se marcharon a toda prisa y, durante el camino, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». No tengáis miedo, no temáis, no temáis. Es la voz que anima a abrir el corazón para recibir este anuncia porque después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha resucitado, como había dicho... Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a Galilea; allí me verán». No temáis e id a Galilea. Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver al lugar de la primera llamada. Volver allí, volver al lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron.
Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Sin miedo, no temáis. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay otra Galilea, hay también una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió de seguirlo; ir a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cual es mi Galilea? Hacer memoria, ir atrás ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás, allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cual es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tener miedo, no temer. Volved a Galilea.
El evangelio de Pascua es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.
«Galilea de los gentiles»: horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo intenso de encuentro... ¡Pongámonos en camino!

sábado, 19 de abril de 2014

Cerezas.



Estamos en el Japón, en el parque nacional de Fuji-Hakone-Izu, de la provincia de Shizuoka. Y vemos al fondo el celebérrimo Monte Fuji coronado de nieve.  Pero hoy  no podemos quedarnos embebidos en la blancura perfecta del Monte. No por el frío que podríamos llegar a sentir, sino  porque tenemos delante parte de los cerezos en flor del parque que nos acoge.

Los japoneses tienen un verbo “de estación”, que solo usan en esta del gozoso florecimiento de los cerezos: Hanami, que significa “admirar las flores”. Pero no vale para las rosas o las lilas. Es un verbo propio de los cerezos, porque las flores por antonomasia son para ellos las del cerezo. El punto más alto de la floración de las sakura, las flores del cerezo, dura pocos días.  Y  los japoneses lo esperan para hacer un ejercicio de admiración, asombro, esperanza y luminosidad interior. Y desde comienzos de marzo se dan a conocer las previsiones de la floración, que varía de región a  región.

Es verdad que en España tenemos lugares como El Piorno, El Jerte, El Frasno, Corullón, Etxauri, Gallinera, La Bureba como escenarios de esa explosión de Primavera… Y que se organizan viajes familiares y colectivos para gozarse con la generosa pincelada de blanco que cubre a los afortunados cerezos de esos privilegiados lugares. Pero tal vez falta en nuestras vidas la actitud de pasmo ante la belleza de un fenómeno tan sugestivo como es la resurrección de la Naturaleza con esas vestiduras de gala.

Esta reflexión debemos pasarla a nuestra vida de creyentes cristianos. La Pascua no es solo una fecha en el calendario, ni solo la celebración de un hecho gozoso del pasado: la Resurrección de la Vida de Cristo entregada por amor. Es la realidad presente de ese hecho. Dios no tiene calendario. Porque para Él todo es presente. Y la Pascua cristiana, la Resurrección del Verbo de Dios, de su Cristo, es un acontecimiento que, lo sepamos o no, lo queramos o no, lo sintamos o no, invade nuestras vidas. También nosotros somos herederos de la Resurrección. No sólo de la que se operará en nosotros un día. Sino de la de Cristo, que ya ha venido a habitar, vivificado, en cada uno de nosotros.

lunes, 14 de abril de 2014

Don Bosco y...



Las Buenas Noches de Don Bosco para el siglo XXI no son las que él daba a sus muchachos en el siglo XIX. Ni las da Don Bosco ni las reciben aquellos muchachos. Pero al invocar el nombre del querido Padre como garante de lo que se dice en ellas, se desea seguir sus pasos, permanecer fiel a su espíritu, orientar hacia Dios, ayudar a formar familia  en la hora mágica de la despedida al final del día.
En la vida salesiana todos pretendemos prolongar su presencia entre los que tuvo como niña de sus ojos, los jóvenes. Por eso el 27 Capítulo General de los salesianos, que se acaba de clausurar, propone a todos, primero a los miembros de su Congregación, pero junto a ellos a todos los que se unen para formar su Familia, ser Testigos de la radicalidad evangélica, es decir, beber en el Evangelio y  dar de beber del agua que brota de él toda la riqueza que Cristo ha vertido en ella.     
Al frente de ese empeño está, desde el pasado 25 de marzo, elegido por los miembros del Capítulo, un nuevo Rector Mayor, el décimo desde la muerte de Don Bosco: don Ángel Fernández Artime.
Nació en Luanco (Asturias) hace 53 años y después del proceso de formación, fue director en Orense durante seis años hasta el 2000. Inspector de nuestra actual Inspectoría de Santiago el Mayor de León desde ese año hasta 2006. En 2009 se le confió la animación de la Inspectoría de Argentina Sur hasta la fecha de su elección como Rector Mayor. Aunque es el animador de la vida salesiana de todos, lo sentimos muy cercano a nosotros porque su vida salesiana la desgranó hasta ahora entre nosotros. 
Después de don Miguel Rua (formado por Don Bosco desde su infancia y primer sucesor suyo a su muerte, 1888, cuando contaba 51 años) el nuevo Rector Mayor es el más joven de los otros nueve. Y vive la pasión salesiana de estar entre los jóvenes.
El gesto con el que lo vemos en la fotografía es un gesto de maestro que nos acerca a otro Maestro: en pie, en la misma dirección, con la mirada hacia adelante, con la misma sonrisa, apoyando la mano sobre el hombro que sostiene a 15.000 hermanos en 132 naciones con 1910 comunidades con 13.336 obras.         

miércoles, 9 de abril de 2014

Por qué no?



Este caballero andante de 68 años está afectado por un fuerte proceso bronquial. Y ha recurrido a uno de los colonos de su explotación artiodáctila para acudir a resolver asuntos propios en la ciudad desde su pueblo de Ghongking, en China. El dócil portador tiene una alzada de 90 centímetros y pesa 250 kilos. No sabemos su nombre, pero seguro que lo tiene. Ha sido un acierto el de este ciudadano chino al escoger este medio tan fuerte y fiable, aunque un poco lento, para sus viajes de ida y vuelta a la ciudad. Y seguro que le ha dado un nombre. ¿Por qué no? La fama de algunos seres, entre ellos los que llamamos animales, es decir, que tienen alma o soplo interior, ha nacido del desprecio en que se han sentido crecer. Pero cuando el trato que reciben es de aprecio aparece en ellos la amistad. Sí, la amistad.
Hablemos ahora de los habitantes de la llamada en Inglés Pig Island. Es un islote, hoy deshabitado, de los 700 de Exuma, que forman el rosario de las Bahamas entre Cuba y La Española al Sur y los Cayos de Florida al Norte. Son congéneres del dócil portador de Ghongking. Están allí desde que, no se sabe cuándo, alguien los llevó para tener asegurada la despensa suina. Pero hoy es meta de excursiones que las empresas turísticas ofrecen a los desocupados turistas que viajan provistos de comida para ellos. Desde la borda de la embarcación en que van se la regalan a los alegres, limpios y lustrosos cerditos que, resueltos en su natación, acuden a recogerla. ¿Por qué no?
¿Y por qué damos por perdidos a esos aspirantes a ser ciudadanos de la sociedad futura, cuando los vemos indolentes, perdidos en un lenguaje que no dice nada, pero que muestra su hambre y su sed por ser importantes y no lo logran porque no encuentran quien confíe en ellos, quien se atreva a alimentar su alma (también ellos tienen alma) haciéndoles sentir que son objeto de aprecio, de amor, de deseo de verlos desprenderse de la costra ociosa en que crecen? Están esperando – decía Don Bosco – “una mano amiga” que les ayude a mirarse como instrumentos preciosos en una familia, en una asociación, en una sociedad que los necesita.    
Cuaresma es el tiempo cristiano de la limpieza de fondos. Un vino nuevo debe llenar de alegría y luz nuestras barricas de esperanza y una increíble alegría debe empapar nuestra conciencia por haber tendido nuestra mano amiga a quien nos pidió confianza. ¿Por qué no?

viernes, 4 de abril de 2014

Niumbaha superba.



El murciélago panda (Niumbaha superba) es una especie de murciélago de la familia Vespertionidae. Basta mirarlo para que uno se dé cuenta de lo bien que le sienta el sobrenombre de Panda que le dan. Vive en los bosques de Ituri de la República Democrática del Congo, Ghana, Costa de Marfil y Sudán del Sur. Los estudiosos de estos pequeños mamíferos nocturnos dicen que es una especie rara que no se puede encuadrar entre los demás murciélagos del género Glauconycteris. Y por eso lo llaman “raro”, que es lo que significa niumbaha en la lengua Ubangui Azande que se habla en la zona concreta del centro de África ya indicada. Azande significa “el pueblo que posee muchas tierras”, ya que fueron guerreros y conquistadores.
Seguramente te han llamado la atención las zonas blancas de su pelaje que los hacen más atractivos y simpáticos y que despiertan las ganas de tener uno. No te lo aconsejo. No te enseño los incisivos, que son de miedo en los vampiros, los únicos que tienen desarrollados (no comen insectos como los demás murciélagos, sino que se alimentan de sangre, como sabes). A mí me han impresionado sus orejas. Grandes como las de todos estos animales que de noche deben descubrir con ese radar particular la presencia de insectos.    
Se acabó el niumbaha. Pero bueno es considerar que no son nada raro en la sociedad humana, diurna y nocturna, los y las lenguas largas. Piensa uno que a veces se impone por alguna ley poderosa el ejercicio de hablar. Copio algunos sinónimos cuya carga se siente especialmente en determinadas personas, grupos y tertulias…: parlotear, rajar, enhebrar, ensartar, predicar, arengar, sacar a colación, traer a cuento, meter baza (y no dejarla meter), calentarse la boca, hablar a chorros, hablar por los codos, proclamar, vociferar, gritar, interrumpir, traer, murmurar, criticar, rezongar, cuchichear, comadrear, chismorrear        
No nos damos cuenta de que nos escuchan o nos oyen (que no es lo mismo) personas que juzgan en silencio, condenan en silencio, clasifican en silencio, sufren en silencio, acumulan en silencio… Y, en silencio, como es natural, tratan de evitar una sola palabra que pueda servir de motor de arranque para los decidores, detractores y e interventores de la tertulia o de la conversación no enhebren de nuevo la palabra ¿Es que el silencio no es muchas veces mucho más precioso, más amable, más justo, más atractivo que la palabra?