Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 13 de marzo de 2019

Göbekli Tepe, Observatorio del Tiempo.


Sin duda sigues con atención todo lo que sucedió, sucede o puede suceder en este mundo (llamado así por ser limpio), cosmos (llamado así por ser bello), universo (llamado así por abarcarlo todo).
No eres el único. Hace ya casi once mil años en Turquía, hombres de curiosidad, ciencia e inquietud quisieron dejarnos unos pilares de piedra con su testimonio de los efectos de un enjambre de fragmentos de cometas que provocó una edad de hielo conocida como Dryas Reciente o Joven Dryas (Dryas es, como sabes, el nombre de una atractiva y pequeña flor fanerógama de ocho pétalos blancos que crece en lugares altos de montaña).
Un pilar llamado Piedra del buitre muestra en el conjunto de Göbekli Tepe, tallados, animales presumiblemente relacionados con las constelaciones y nos sirven para una sencilla reflexión sobre nuestra vida y nuestra historia, nuestro hoy y nuestro mañana, el hoy y el mañana de nuestros destinatarios.
¿Dedicamos algún tiempo de nuestro siempre escaso tiempo para reflexionar sobre el tiempo y los acontecimientos que en ellos nos han de venir? No deben caber en nuestras expresiones, porque no lo han permitido nuestras observaciones, intuiciones,  decisiones e intervenciones frases como éstas: ”¿Cómo lo iba a suponer yo?”, “¡Nunca lo hubiera pensado!”, “¡Si lo hubiera sabido…!”…
Y sin embargo, nos toca hacer de adivinadores del futuro en medio de la contemplación del presente.          
No podemos ignorar ni los fragmentos de cometa que van labrando la personalidad de nuestros hijos, ni las constelaciones sociales entre las que se mueven, ni los efectos notables que dejan huella en sus juicios, opciones y actos.   
Dicho de otro modo más corto: Debemos acompañar a quien está creciendo con interés, tiento, respeto, tacto, calor de afecto y apertura incondicional de amigo.    

lunes, 12 de mayo de 2014

Parsimonia.



Dicen los entendidos que parsimonia quiere decir usar, condicionar, desplegar las cosas, la vida, el propio aliento con un ritmo firme, entregado, decidido, enérgico (añade todos los adjetivos que quieras), pero también oportuno, prudente, sabio, cuidadoso. Un buen amigo me permite comentar una parábola sobre la parsimonia en forma de cuento que él escuchó a su abuelo. Tal vez lo conozcas ya, pero va bien recordarlo y aplicarlo de nuevo en tu labor de educador. Y como el cuento en sí es sustancia pura, te ahorro glosas. 

Narraba así: “Érase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiró tristemente diciendo: «¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca?» Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz: «Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se irá soltando. No ignoro que deseas crecer pronto… Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven».

El príncipe, para cerciorarse, tiró con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto caballero. Tiró un poco más y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era por fin rey! Con un nuevo tironcito, inquirió: «Dime, bobina. ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos».

En el mismo instante, una bellísima joven y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, la curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando más hilo para saber cómo serían sus hijos de mayores.

Entonces se miró al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito de escasos cabellos nevados… El príncipe se asustó de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban agotados! Desesperadamente intentó enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Y la débil voz amiga nunca escuchada y que tan bien conocía le habló así: «Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al intentar pasar la vida sin molestarte en hacer el trabajo de cada día. Este es el fruto». Y con un grito de pánico, cayó muerto.

miércoles, 18 de abril de 2012

Traperos de tiempo.


A don Gregorio Marañón y Posadillo (eminente endocrinólogo y sabio escritor, entre otras muchas prendas) le gustaba llamarse “trapero del tiempo”. Lo decía con sencillez para explicar la profusión de su obra como fruto de aprovechar los minutos que mediaban entre su llegada a casa y el anuncio de que la comida estaba en la mesa. Los dedicaba siempre para añadir algunas líneas a los trabajos de investigación y escritura de ciencias o historia que tenía en el bastidor. “Traperos del tiempo” son, efectivamente, los hombres que tienen tiempo para todo, porque no tienen tiempo para nada que no sea algo.
Alfonso de Lamartine advertía: “El tiempo es tu nave y no tu morada”. Luis Martin (beato como su esposa Celia Guérin y padres de cinco hijas todas ellas religiosas, de las que la menor, Teresa del Niño Jesús, es santa) repetía ese verso de Lamartine en su hogar. Y en sus Manuscritos autobiográficos lo recordaba Teresa, aunque escribía:La vida es tu nave...”.
Nos sirven estas citas para una reflexión que puede sernos útil. Tanto Lamartine como Martin insistían en la caducidad de eso que llamamos tiempo. “Se nos escurre y no vuelve”, solemos decir sin saber lo que decimos, porque ignoramos qué es el tiempo, si es que es algo, porque usamos relojes. En cambio Teresa, por error o porque lo había visto a la luz de la eternidad, sustituía tiempo por vida. Y hace bien: las frases “no tengo tiempo”, “no me llega el tiempo”, “estoy perdiendo el tiempo”… deben leerse, con la traducción de Teresa, de este otro modo: “no tengo vida”, “no me llega la vida”, “estoy perdiendo la vida”… Por lo que un “pasatiempo” es un “pasavida”. Y para algunos un “pasavida “ que dura toda la vida. Es el objeto de la reflexión de Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando”. Tan callando, que no nos damos cuenta de que se nos escurre la vida sin enterarnos. Pero los “traperos del tiempo”, que lo tienen  también muy presente (o, seguramente porque lo tienen muy presente), necesitan apretar las manos sobre el barro de la obra que saben que se les ha confiado y quieren hacer de ella, de su vida, un taller de artífice que enjoye la historia, un horno de pan que remedie al hambriento, una nave que traslade a los viajeros de la travesía humana al puerto de la auténtica Vida.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Matar el tiempo.


No recuerdo si fue en el Catón de los niños, de Saturnino Calleja (dulce, amable compañero, fuente de todo saber, enciclopedia universal de mis años infantiles) o en otro de aquellos libros familiares, donde vi una figura que me infundió terror (tendría yo cuatro años…): un niño, armado con una escopeta, estaba en disposición de disparar contra un reloj de arena. Y figuraba, además, la solemne definición de aquel acto: MATAR EL TIEMPO.      
Mi terror (mi dominio de la metáfora era, más o menos, como ahora, muy cortito)  me asediaba por dentro con perfiles sin explicaciones: “¡Un niño con una escopeta! ¡Un niño en actitud de matar, él solo, decidido, sin que nadie le dijese nada! ¡Quería matar a aquel extraño reloj que yo no había visto nada más que en dibujo! ¿Mataba al tiempo disparando sobre un reloj de arena? ¿Y qué pasaba después? ¿Buscaba más relojes? ¿Se acababa el tiempo cuando matase al último? ¿Cómo es el tiempo? ¿Qué es el tiempo? Si aquel niño no lo mataba, ¿lo mataría una persona mayor? ¿Y por qué querían matar al tiempo?”.
Yo entonces no tenía idea de lo que era el tiempo. Ni ahora tengo idea de lo que es.  Pero he tenido que vivir la vida y aunque la vida es otro misterio, he tenido que  experimentar en qué se emplea. En mí y en otros. Y he visto que la vida se desenrolla como una bobina de papel. Y que el rollo de algunos acaba pronto y que el de otros, aunque es largo, sigue en blanco. En otros hay borrones y otros lo llevan roto. He visto obras de arte, proyectos y realidades, belleza y grandeza, miseria y mezquindad, garabatos como si se estuviese esperando no tener que escribir ni dibujar ya nada, porque es pesado comprometerse en plasmar algo serio. O se estuviese también esperando a que otro hiciese lo que uno no quiere hacer o no sabe o no puede. Tal vez muchas de estas acciones y omisiones tengan que ver con el tiempo y se parezca a matarlo.
¡Pero qué felices nos hacen los que se afanan (con el gozo de estar viviendo de verdad, de estar creando, de estar sirviendo, de estar amando) para poder regalar a los otros, sacada casi de la nada, una obra de arte!.