Mostrando entradas con la etiqueta superación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta superación. Mostrar todas las entradas

jueves, 21 de febrero de 2019

ULURU o... Ayers Rock.


ULURU llaman desde siempre los anangu, aborígenes de Australia, a este monolito que les viene desde el Cámbrico, formado por feldespato y sales de Hierro, al que William Gosse, el primer occidental que subió a él en 1873, le dio otro nombre, Ayers Rock, que era el del primer ministro de Australia en aquella fecha.
Es, como sin duda sabes, una enorme roca de 349 metros de altura y 8 kilómetros de perímetro, en el centro de Australia, rodeada por cuatro desiertos y “surgida en la época de los sueños del pasado, presente y futuro”, en cuya cima, dicen, vive una serpiente pitón, centro de fe de la cosmogonía de los aborígenes: “los hombres hicieron la Tierra y la Tierra hizo a los hombres”.
La solidez de esa roca y la de la fe de los que la veneran puede servirnos para cotejar con ella la firmeza de nuestra historia colectiva, familiar y personal. Porque es el caso que esta historia personal y colectiva, que es la que de verdad nos interesa, necesita de un repaso a fondo.
¿Estamos satisfechos de la claridad y altura de miras, de la entereza de voluntad, de la firmeza, nobleza y grandeza de las convicciones y el carácter con el que se van modelando nuestros hijos, nuestros educandos? No podemos estar esperando “a ver lo que sale”. No podemos rendirnos a la idea de que “nos ha tocado” vivir una etapa de la historia en la que hay que rendirse ante la marcha del mundo. Eso es, naturalmente, lo cómodo, lo que creemos que cohonesta el esfuerzo que aplicamos para que crezcan con una aceptable dignidad en medio de un aire en el que dignidad y apariencia se confunden.           
La inmensa alegría de haber volcado ilusión, cercanía, afecto, propuesta de metas sucesivas y crecientes, seguimiento eficaz y respetuoso, análisis del camino que se va haciendo, de las dificultades que presenta, de los medios que se aplican para hacerlo vida y, sobre todo, el ejemplo de esa vida y de entusiasmo deben mantenerse enhiestos para que el fruto conseguido sea un fruto sazonado. 

jueves, 6 de diciembre de 2018

Freeride Mountain Bike (Concurso de Saltos).


El pasado 30 de octubre (estamos en el año 2018) tuvo lugar una edición más de la Red Bull Rampage. A los profanos de esta asombrosa carrera se nos perdona que la describamos a otros profanos como una bajada en bici a tumba abierta. Los que saben la llaman freeride mountain bike. Y los cronistas comunican que el ganador, con 89,66 puntos, fue el canadiense Brett Rheeder, de 25 años por delante de otros 18 competidores. Se realizó en Virgin en el estado de Utah. Y el autor de la proeza hizo dos backflip impecables  y un giro de 360 grados. Así lo afirman los testigos.   
Tuve ocasión de verlo, sin creer que Brett pudiese llegar a la meta, en este medio tan generoso de GOOGLE. Y quedé lleno de asombro.
Pero se me ocurrió que este hecho deportivo puede inspirar una convicción para nuestra misión de educadores. Lo que vi hacer a Brett no era fruto de una improvisación, de una idea loca, de una decisión sin cabeza. Era natural que antes de aquella victoria hubiese habido tanteos, fracasos, caídas, decepciones, atisbos del logro y decisión para llegar al triunfo.
Un sentimiento frecuente en nuestros muchachos es el de dejar de esforzarse porque pierden el atractivo en lo que buscan, no están acostumbrados a esforzarse, a perseverar, a convencerse de que los valores no se encuentran tirados por la calle, de que el triunfo es siempre fruto de una dedicación perseverante, odiosa a veces, efecto de la entrega de una personalidad madura o que se está empeñando en madurar.
La fuente de todos los triunfos es la persona: la persona con convicciones, con el deseo de llegar a ser alguien que sirva en una sociedad en la que es fácil que lo que se desea llegue de regalo, por puro deseo, sin haberlo ganado.

lunes, 17 de septiembre de 2018

Pingüinos Reales en peligro de extinción.


La foto es de 1982. Está hecha sobre una pequeña isla, Ile des cochons, (de fácil traducción) del Océano Índico, camino del Polo Sur, bajando casi en línea recta desde Madagascar.
No lo vas a creer, pero los estudiosos afirman que, en los treinta y cinco años transcurridos hasta ahora, el número de pingüinos reales que la habitan ha descendido de casi dos millones a sesenta mil. Los que usan porcentajes dicen que la disminución ha sido del ochenta y ocho por ciento. Y lo peor es que parece que es inútil pensar en hacer algo. Porque no saben qué ha pasado, por qué ha pasado y, casi naturalmente, qué hacer.   
No es un fenómeno único. En muchas dimensiones de la población, de las costumbres, de las necesidades, de las actitudes, de las prácticas y… de la educación sucede algo parecido. Es corriente escuchar: ¿“Por qué ahora…?”, ¿“A qué se debe…?”, “¿Qué ha pasado que ahora sucede…?”.
No advertimos, pienso, en la hondura que produce en las costumbres (llamémoslo así) contemporizar, dejar pasar, no dramatizar, “¡no es para tanto!”, “¡eso se arregla solo!”… Y hemos aprendido a tragar.
Lo que condenamos ayer no nos parece tan malo hoy y aceptamos que tal vez sea bueno mañana. Cuesta ir contracorriente. No queremos pasar por intransigentes, no aceptamos ser “los únicos” que dicen ¡No! a lo que la mayoría está diciendo que… “Bueno” y algunos “Muy bien”.
La “costumbre” no es un fenómeno de crecimiento ni de mejora de la calidad. Es la cesión a la comodidad, a la inercia, a la identificación singular, a la natural dejadez… Cuando no a la cobardía, al instintivo dejarse llevar, a la insidia, al socavamiento de un edificio bien levantado. El criterio se tambalea, la voluntad desfallece.     
No dejarnos dominar por la somnolencia o la insensatez o despertar a tiempo debe hacernos prestar una atención optimista y creciente a la sublime misión que tenemos de consolidar personas cabales. 

martes, 28 de agosto de 2018

Chiribiquete o dejarse asombrar...


En la sesión número 42 del Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco (Manama, capital de Barein, ya sabes) fue declarado recientemente Patrimonio de la Humanidad este asombroso paraje natural y rupestre del corazón de Colombia, que es la Amazonia: el Chiribiquete.
Decir que ofrece, por ejemplo, más de setenta mil figuras de arte rupestre que nos han quedado al aire libre desde hace siglos es ya un buen estímulo para interesarte por ello.
Juan Manuel Santos, Presidente de aquella nación anunció, al conocer esta deseada declaración, que se ampliaría el parque quedando así protegidos su increíble biodiversidad y su inestimable legado histórico.
Si esta leve referencia que acabas de leer te hace sentir la curiosidad por ahondar en algunos de los medios que tienes a tu alcance para ampliar tu conocimiento y admirar su amplitud, sentirás la satisfacción de abrir tus ojos, tu mente y tu corazón a un mundo insospechado.
Pero en esta humilde página de propuestas para la reflexión cabe solo la que nos lleva a cultivar en nuestra tarea existencial y en la de nuestros sucesores esta idea, u otra parecida. No sé si del filósofo chino Lao Tse o de otro tan sabio como él, hace ya muchos años: “¡Ay del que ha perdido ya la capacidad de asombrarse con un ¡Ah!”.
Es frecuente que cuando nos referimos en el despliegue de nuestros argumentos a algún tema, a algún hecho, a alguna circunstancia valiosa para nuestro intento de educar, escuchemos un tajante “¡Ya lo sabía!” que nos deja sin ganas de seguir.          
Debemos orientar la cabeza de quien tratamos de acompañar en su maduración humana no sólo por el camino del saber, sino por la escala del sentir.
El que aprende agranda el saco de su conocimiento. El que modula su corazón con el asombro, la admiración, el aprecio, el agradecimiento, robustece el ejercicio y agranda su capacidad de hacer suya la riqueza espiritual de saber amar.

sábado, 14 de julio de 2018

El CF Chievo: un ejemplo de superación.


Los aficionados al fútbol, se juegue donde se juegue, conocen al equipo italiano Chievo, Al menos de nombre. El Chievo viene a esta página, no como un dato deportivo, sino como un ejemplo de estímulo, entusiasmo, entrega, fe, constancia (que es mucho más que entusiasmo) y amor.   
Nació en 1929 como parte de la Opera Nazionale Dopolavoro fascista en un apartado barrio de Verona. Tenemos ante nosotros la nobleza de la ciudad de Verona en la que Shakespeare llevó el amor de Romeo y Julieta, aunque nacidos en Siena.
En 1936 sus problemas económicos parecían acabar con su existencia. 
Acabada la Segunda Guerra Mundial renace y entra en Segunda División. Y poco a poco se afianza, impulsada por el entusiasmo de su gente de modo que en 1959 logra la categoría superior italiana.
Empresarios y entusiastas la aúpan y en 2001 recobra su honroso puesto en la serie A, es decir, la Primera División. Tener en cuenta que representa a un barrio de Verona que no tiene muchos más de 2.500 habitantes es pensar que su historia es fruto de generosidad, constancia, entusiasmo, personas que creen, que se entregan… Sigue en Primera, aunque su permanencia es cada temporada un milagro de fe en su fútbol.
Las metas que proponemos en nuestro arduo trabajo de educadores no pueden ser puntos de llegada, sino triunfos sobre la tendencia innata a no esforzarse, a contentarse con lo que parece que basta. “¡Ya está bien!” no puede ser ni nuestro raquítico ideal ni el deseo final de quienes tienen capacidad, necesidad y fuerzas para llegar todo lo arriba que se pueda.
Hubo una agrupación alpinista que se exigió vivir un lema –y un camino de acuerdo con el lema– encerrado en la palabra latina SPEM que expresa con valentía el programa de su existencia: SEMPER PLUS ET MELIUS (para los que olvidaron el Latín: SIEMPRE MÁS Y MEJOR) que no puede quedar en una bocanada de optimismo, sino que debe convertirse en un programa de vida.

viernes, 29 de junio de 2018

Busco un Hombre, decía Diógenes.


Sin duda has disfrutado viendo un inteligente chiste gráfico en el que un más que espigado ciudadano, con un bastón en la mano como el clásico y exigente Diógenes el cínico, nos decía: “Busco una muchedumbre humana”.
Si en la sabia Atenas del siglo V nacían personas como Diógenes, discípulo del exigente Antístenes, resultaba difícil encontrar un hombre (“¡Busco un hombre!” decía con una lámpara encendida en pleno día), no nos debe extrañar que haya quien en el XXI necesite buscar y buscar para encontrar una muchedumbre de hombres, una muchedumbre humana.
Muchedumbres de forofos sí hay. Y de osos. Y de lobos. Y de cerdos… Basta con darse una vuelta por los andurriales de las distintas ocupaciones, aficiones, asociaciones…, donde el número de los que la forman es inmenso,  para encontrarla. Pero si la multitud que buscan los “Diógenes” de hoy es humana,  es decir, está ennoblecida por hombres, mejor que llorar como el  Diógenes de entonces, debemos dar la vida y colaborar con algunos de los posibles hombres de mañana para que su futuro no embrutezca ese mañana.
Es verdad que cada hombre se hace a sí mismo. Pero es verdad también que la necesidad de un acompañamiento en el camino de la maduración nos pide a nosotros, los responsables (al menos en parte) de esos frutos maduros  una generosidad incondicional. 
Tal vez, debamos también advertir que en ese camino que nos ocupa (¡que nos inquieta!) hay Igualmente escollos humanos que no debemos ni ignorar ni temer. Cada hombre se consolida a sí mismo siempre que no haya a su lado el riesgo de una mina, de una corriente turbia, de un aire viciado que lo malogre. 

domingo, 24 de junio de 2018

Lo "cómodo" no puede educar...


Quedó varado en la costa meridional de Tailandia, hace unas semanas, un calderón, es decir, una ballena piloto o delfín. No hacía lo que los científicos de habla inglesa les atribuyen como spyhopping, elevarse sobre la superficie para espiar. Lo hacía para morir en la playa.  El biólogo marino Thon Thamrongnawasawat, de la Universidad Kasetsart de Tailandia, no tuvo dudas: “Con 80 bolsas de plástico en el estómago no puede vivir”. ¡Ocho kilos de porquería insoluble en vez de alimento asimilable!
Por mucho que me apene el plástico, mi reflexión no va contra él, sino contra el hombre que se envuelve, con el plástico y con muchas actitudes vitales, en el criterio de adoptar la comodidad como norma para vivir mejor.
Nuestra responsabilidad como educadores de una materia moldeable no puede ser la de admitir que lo importante es no esforzarse. Y, sin embargo, el mercado de productos y métodos de hoy suele crecer cuando se ofrece la posibilidad de no sufrir, no esforzarse, no exigirse.      
Da pena oír la respuesta de un muchacho que empieza un nuevo periodo de su formación como futuro profesional y, sobre todo, como actual persona: “¡Es muy difícil!” “¡No se acaba nunca!”, “¡No me gusta!”, “¡No hay quien lo trague!”
El plástico fue (o nos pareció que era) un invento admirable. La solución a un montón de problemas. Pero tal vez no advertimos el mal que lleva en su entraña.
Y la reflexión que sigue, por si pudiese afianzar convicciones, es que no podemos educar acudiendo al criterio de lo cómodo como criterio que lo preside todo.
Los hombres más grandes de la historia se hicieron grandes siempre en medio de la dificultad o, al menos, del esfuerzo. Porque son la dificultad y el esfuerzo los alimentos espirituales que hacen al hombre compresivo, acogedor, emprendedor, pertinaz en el bien, en la generosidad, en la renuncia…       
Hubo quien, teniéndolo todo a su alcance, quisieron hacer el camino en la penuria de medios y de ayudas. Sabían que lo importante al final del camino no es tener, haberlo hecho, sino ser, haber sido capaz de luchar y vencer, haberse preparado para darse y dar. 

sábado, 5 de mayo de 2018

Crecer, y no solo en estatura...


En la revista rusa Tekhnika Molodezhi (algo así como Técnica Juvenil) apareció hace años un estudio de proyección de un ingeniero llamado Arseniev. Calculaba el crecimiento de la raza humana a partir de 1945 y a partir de los 10 centímetros que decía haber crecido el hombre en 30 años (crecimiento medio, claro está), aventuraba para el varón una estatura media en el año 2000 de 175 centímetros; 199 en el 2200; 238 en 2400… y aseguraba que en el año 3000 el hombre mediría, en términos medios, 577 centímetros y la mujer 238.
Me asusté pero me quitó el susto no creerlo. Aun no creyéndolo, yo pensaba: “En estatura física, no. Pero ¿crecerá el hombre medio en «humanidad», es decir, en todo lo que hace al hombre más hombre y menos animal?”.
Algunos años más tarde, es decir, ahora, tengo la respuesta. Y no es placentera. Porque la lógica me diría que el paso del tiempo haría que el hombre perfeccionase su ser. Superadas posibles dificultades de edad o de carestías personales, familiares, sociales, la admirable energía que el hombre atesora y puede orientar y su condición de ser comunitario, deberían haberle hecho crecer en dignidad, nobleza de espíritu, excelencia de ánimo, generosidad, apertura a los demás y sueños de elevarse sobre la tendencia animal de egoísmo para inundar su mundo con su grandeza natural. Con todos sus frutos. Con la sinergia (¡bonita palabra!) que se obtiene al unir la propia calidad con la de otros, con la de muchos, con la de todos.
Afortunadamente todo lo anterior es un hecho en muchos. Pero desgraciadamente no es un logro en todos. Observar la postura casi espontanea de reserva, de excusa de esfuerzo, de divergencia de valores y proyectos, de desencuentro con todos los “otros” con los que estoy llamado a  crear una sociedad nueva, mejor que la que encontré, me lleva a pensar que el individualismo se impone con su fuerza instintiva al mandato natural y difícil de “ser para los demás”.
En nuestra tarea educativa debe prevalecer esta inquietud como una necesidad existencial. Y debemos alentarlo de un modo explícito, entusiasta, alegre, constante, por encima de cualquier programa canijo en el que el “me importa mi yo” se imponga con toda su miseria.

viernes, 5 de enero de 2018

Qué pasa? En un mundo fácil no se madura.

Hace ya algunos años mi sabio y buen amigo, claro de ideas y añoso de edad, me preguntaba: “¿Se ha dado usted cuenta (aunque me ganaba en años me trató siempre  de ‘usted’) de que las mamás arreglan a sus hijos de modo que parezcan más niños y hasta a los varones los acicalan como si fuesen niñas?”.
Me he detenido en analizar en los tiempos que corren esa afirmación con el deseo frustrado de que aquel agorero no pudiera ver cumplido su temor en muchas de las manifestaciones de la vida de hoy.
No hace falta ahondar mucho en los discursos, escuchar atentamente las acciones, proyecciones e intervenciones políticas, observar las apariciones sociales, la conducta de algunos artistas, las reacciones de algunos deportistas, el ofrecimiento de modas y modos… para preguntarnos, en efecto: «¿Qué pasa?».
La vida es hoy, para muchos, fácil. Y en un mundo fácil no se madura. No madura ni la fruta que comemos, ni en muchos casos el pensamiento que maldigerimos, ni la conducta del que, a pesar de contar los años por decenas, sigue siendo niño caprichoso y mal educado, consentido y halagado en sus gracias inoportunas e insultantes, la zancadilla del vengativo, la petulancia del engreído, los empujones sociales, el egoísmo, el rechazo, la exclusión, la violencia más o menos abierta o claramente escupida, la injusticia como norma de trato, de organización y de vida.
Se echa mano de la legalidad para amparar al débil sin darnos cuenta de que la ley no es más que un estorbo que se salta fácilmente con subterfugios, interpretaciones egoístas, partidistas, teñidas de amiguismo, interesadas para el que quiere salir con la suya.
¿Qué falla en el origen? Padres maleducados no pueden educar, madres negligentes no pueden orientar, educadores partidistas no pueden encauzar por un camino justo, honrado, generoso, abierto al otro, a todo otro… no siempre para seguirle, pero sí siempre para discernir, optar y echar a andar con la dignidad que eleva sobre la insolencia, el egoísmo y la bufonada. 

viernes, 16 de junio de 2017

Saalumarada Thimmakka: 103 años de solidaridad.

Recordemos a Thimmakka que cumplió 103 años en el pasado 2015. Había nacido en la aldea Hulikal, al oeste de Bangalore, India. A Thimmakka la llamaban, con razón, Saalumarada Thimmakka.
Saalumarada significa “Hilera de árboles”. Veamos por qué. Thimmakka nació en una familia pobre y tuvo que hacer los trabajos pesados de la pobreza. La casaron con un pastor, Bekal Chikkayya, pero no lograron tener hijos. Pasados 25 años de su matrimonio, decidieron injertar y plantar banianos, una especie de higuera india, a lo largo de los cuatro kilómetros desde su aldea hasta Kudoor, protegerlos con arbustos espinosos y regarlos, día a día, llevando el agua en cuatro cubos.
Su esposo Chikkayya murió el año 1991. Y ella, casi desconocida fuera de los vecinos más cercanos, recibió el Premio Nacional de Ciudadanos en 1996 y algunos otros en un elegante papel. Y comentaba que en vez de papeles ella deseaba dinero para  construir un hospital en la zona. Y decía: "He estado deseando iniciar un hospital, pero nadie parece interesado. No obstante, seguiré intentándolo".  
Leer, admirar y hasta emocionarse ante una lección como esta no debe bastarnos. Es como si quisiésemos honrar la memoria de Thimmakka con un papel. Puede suceder que en nuestra vida no se nos presenten situaciones como las que vivió con  su marido. Pero tal vez sepamos de proyectos, de iniciativas, de inquietudes, de servicios en los que podamos colaborar de algún modo.
Pero me resulta más cómodo, a mí me gustan las cosas: “A mí que me dejen en paz”. “Eso les toca a…”. “¿No pago impuestos que el Estado y las Instituciones deben emplear en cosas en las que yo no quiero, no sé… no me puedo meter?”.

jueves, 20 de abril de 2017

Crecer: lo más parecido a resucitar.

Encuentro una nota brillante entre otras vulgares:

Bienaventuranzas de la familia
Feliz la Familia que sabe dónde está la Verdad y la compra
Feliz la Familia que ha descubierto qué es el Bien y lo atesora
Feliz la Familia que conoce el sentido de la Justicia y la aplica
Feliz la Familia que vive la Libertad y la prodiga

Como el texto es en sí mismo un ánfora que se hunde en un pozo abundante y se rebosa, bastan aquí la reflexión que sigue y el deseo de que el que la lea, siga echando su corazón en la mina preciosa de la vida, la de los suyos y la propia.
El que se complace en contemplar así la felicidad de la familia da brillo a cuatro valores que están siempre en ella, pero que a veces se esconden en la alacena de las metas difíciles, en el rincón de los objetos incómodos fuera de uso, en una caja fuerte que rara vez se abre, en una redoma bien lacrada para que no se pierda el aroma.
Y, sin embargo, parece que la felicidad crece donde se sabe, se descubre, se conoce el sentido, se vive. Saber, descubrir, conocer el sentido y vivir son vivencias naturales en un cuerpo sano, ávido de ser, deseoso de vigor, salud, empuje.
Pero saber supone necesitar, buscar, ahondar, sudar, sufrir… Descubrir lleva consigo la valentía de abandonar la retaguardia, de lanzarse hacia lo que no se tiene exponiéndose a la incomprensión de otros (a veces muy poco “otros” y muy propios), a la contradicción, al cansancio, a la aparente inutilidad del esfuerzo. Conocer el sentido lo tiene el que afina el tino en sopesar, comparar, distinguir lo secundario de lo esencial, lo temporal de lo duradero. Y vivir es el resultado de volcarse en la grandiosa empresa de servir, dar la propia existencia, ver al que nos necesita, olvidar la esclavitud del pobre yo encanijado en sí.
La Verdad, el Bien, la Justicia, la Libertad son el alimento de nuestro hambriento ser y vivir. Son los ingredientes divinos que nos elevan por encima de nuestra caducidad hasta convertirnos en constructores de eternidad. El camino para salir de lo trillado por la costumbre, la comodidad, la inercia, la dependencia de los demás y de su aprobación de los otros.
Escribo el día en el que conmemoramos, es decir recordamos juntos, el triunfo de la entrega sobre el encogimiento visceral, la generosidad sobre el egoísmo, la Vida sobre la muerte: la Pascua de nuestro Hermano y Señor Jesús.

lunes, 20 de febrero de 2017

"Bebe" Vio, medallista olímpica.

Si seguiste los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro conoces, sin duda, a la portadora de la bandera italiana en la ceremonia de apertura. Y si llegaste tarde, recuerdas que quien ganó la medalla de oro individual y una de bronce por equipos en esgrima se llama Bebe Vio. Bebe, de 20 años en la actualidad, es el nombre hipocorístico de Beatrice. Es exalumna del colegio salesiano de Mogliano Veneto. En la página web «Amigos de Don Bosco» se escribe de ella: "Bebe es una chica de oro también fuera de las competiciones. Ha conocido la realidad salesiana desde la infancia, en el oratorio Astori de Mogliano Veneto de la provincia de Treviso. Y ha terminado hace poco los exámenes de madurez después de asistir durante cinco años a la Escuela de Formación Profesional salesiana San Marcos en Mestre. Hizo artes gráficas y comunicación. En el examen presentó una tesina sobre los posibles Juegos Olímpicos de Roma 2024. Todos en el San Marcos conservarán un recuerdo maravilloso de ella".
A "Bebe", cuando tenía 11 años y debido a complicaciones de una meningitis, se le  amputaron las extremidades. No se sintió hundida, ni mucho menos. Apenas pudo, volvió a los estudios y a entrenarse en esgrima. Fue la primera esgrimista con discapacidad en el mundo para competir con cuatro implantes artificiales. Desde 2011 ganó todos los grandes torneos de esgrima: nacionales, europeos y mundiales. «No me da miedo mi condición física. Ni me desagradan las cicatrices que tengo en la cara. Cuando voy a la televisión, insisten en disimularlos con el maquillaje. Lo mismo pasó cuando fui a París a un desfile de Dior inspirado en la esgrima. Forman también parte de mí. Como los ojos verdes que he heredado de mi madre».
La medalla que más la gustó en Río fue la de bronce, porque la obtuvo junto con sus compañeras de equipo de florete femenino: "Lo importante es que nos lo pasamos bien, esta es nuestra medalla y es hermosísima, es maravilloso haber triunfado con mi equipo, prefiero esta medalla a la de oro. En la competición pensé en la fantástica historia que tengo y me dije que no podía terminar con una derrota".
Después de Río ganó también el primer premio de la  Fundación “Giovanni Agnelli”, que es la medalla más emocionante para los italianos.
Y como lo escrito es suficientemente estimulante para quien lo lee o escucha y Bebe es magnífica maestra de entusiasmo, de tesón y sacrificio, no se añada más. 

lunes, 9 de enero de 2017

Mondragón, el mejor soldado del mejor tercio.

Cristóbal de Mondragón nació en 1514 o algunos años antes en Medina del Campo. Sus padres, vascongados, no pudieron darle estudios, por lo que, a los 18 años sentó plaza de soldado al servicio de su Majestad Carlos V. Y como las gloriosas milicias del Emperador estuvieron en Italia, Alemania, Flandes y Francia, allí estuvo también todo el resto de su vida este singular, valiente, ingenioso y osado soldado que se fue ganando sus galones paso a paso y asalto tras asalto. De él dijo Carlos: “El mejor soldado del mejor tercio de la infantería española”. Y empezó su valioso ascenso con la humilde graduación de alférez.
Parecía como si se hubiese especializado en asaltos atravesando aguas heladas. Pero el hecho de tener que luchar en invierno en lugares húmedos y fríos en defensa de la vida y la tranquilidad de los derechos de los católicos del Norte de la Europa en continua discordia, hizo que su agudeza le sugiriese el modo de sorprender y asaltar al enemigo donde y como este no hubiese pensando nunca que se pudiese hacer. El dibujo con que se encuadran estas líneas le muestra arengando a sus hombres victoriosos en la toma de Zijpe.
Preso en Calais, no tuvo más remedio, para seguir siendo lo que quería ser, que saltar con sus compañeros desde una alta torre para unirse con los suyos, que eran los de su Tercio.
Acabó su vida de enfermedad y de vejez. Era ya Coronel, “el Viejo”, como le llamaban sus hombres, admiradores de su entrega. El 4 de enero de 1596, en Amberes, con casi ochenta años de vida y sesenta y cuatro de servicio, descansó finalmente. Y nos dejó dicho (lo había dicho a sus hombres, pero sigue diciéndolo a quien quiera crecer como responsable de su vida): “Entre los soldados no miramos la sangre, sino al soldado que más adelanta”.
Engreírse viene de encreerse, dicen los entendidos. Y no hay que descuidar el desvío en la conducta del que se cree a sí mismo olvidándose de crearse. El que se cree ya está acabado. No necesita más que asomarse al escenario para declamar y que le aplaudan. ¡Cuántos hay de estos que se creen, a veces desde niños, que presumen porque han tomado ya para su cabeza la corona del triunfo, mientras que en su cabeza no hay más que vacío! Los que “más se adelantan”, no para parecer ni para aparentar sino para dar y para darse son los que llevan a cabo la construcción de una familia, de una sociedad, de una nación de mujeres y hombres consumados. 

miércoles, 4 de enero de 2017

Tres: eran tres.

Se sabe por las crónicas que las columnas que llegaban a la Laguna de Venecia en septiembre de 1172, eran tres. Las llevaba hasta aquella extraordinaria ciudad el capitán Jacopo Orseolo Falier como regalo de la ciudad de Constantinopla al doge de Venecia, Sebastiano Ziani.
Los que visitan y admiran la ciudad elevan la mirada y el alma para contemplar en lo más alto de las dos que allí dominan el tiempo y el aire al León alado de San Marcos y al santo guerrero San Teodoro de Amasea. Teodoro fue un militar en el siglo III, muy estimado por haber matado a un peligroso dragón o cocodrilo, pero condenado a muerte por haber destruido con el fuego el templo dedicado a la diosa Cibeles.
San Teodoro había sido el primer patrón de Venecia. Pero los venecianos pensaron que un santo griego no iba bien como patrón a una ciudad que debía más a San Marcos, discípulo de San Pedro. Y cambiaron de patrón y le dedicaron al nuevo el año 828 la magnífica basílica que preside la plaza de su nombre.
San Teodoro sigue en su columna con el dragón a sus pies. El León de San Marcos comparte  y defiende a Venecia desde la suya. ¿Y las cincuenta toneladas de la tercera columna con la figura del doge tocado con su característico birrete? En el fondo del mar, a unos 10 ó 12 metros de profundidad. No acertaron en la aplicación de las leyes de la gravedad al desembarcarla. Ahora estudian recuperarla, aunque no parece fácil después de sus 800 años de vida submarina. 
No creo que sea sacar por los pelos una aplicación para nuestra condición de soñadores y formadores de mujeres y hombres.
¿Ensayamos con seriedad nuestro papel de productor de valores para regalarlos a las familias que nos los confían y a la sociedad que nos los pide? ¿Estudiamos bien el equilibrio entre el peso de lo aparente y lo profundo? ¿Nos distrae el brillo exterior, la simpatía, la “consonancia” con nuestros gustos y planteamientos y descuidamos la mismidad de la persona, su capacidad de ir más allá de nuestros metros, por encima de la vulgar apariencia y atractiva?

lunes, 5 de diciembre de 2016

Un caballo.

Tomo de las crónicas contemporáneas este bello relato. Ludovico el Moro encargó en 1482 a Leonardo da Vinci que hiciese “la estatua ecuestre más grande del mundo” como homenaje a su padre Francisco Sforza. Leonardo se dedicó a estudiar a los caballos y a trazar bocetos. Al principio pensó que quedaría muy bien figurándolo en actitud de lanzarse contra el enemigo: pero exigía demasiado por sus dimensiones. Lo modeló, 1491, en barro de siete metros de alto. Cuando se decidió a fundirlo en bronce, no se encontraron las cien toneladas que hacían falta. Se habían convertido en cañones para oponerse a la invasión de Luis XII de Francia. Pero los franceses entraron en Milán y tomaron al enorme caballo de barro como blanco de sus disparos. Leonardo empezó en 1506 una nueva estatua ecuestre para la tumba del caudillo Giacomo Tribulzio, pero tampoco se pudo realizar aquel proyecto y quedó dormido.  Quinientos años más tarde, en 1977, un piloto americano apasionado por el arte, Charles Dent, se entusiasmó con la vieja idea, reunió dos millones y medio de dólares a lo largo de 15 años, pero murió sin verlo logrado. Y, por fin, en 1999, la escultora  Nina Akamu lo realizó y regaló a Milán, para la entrada al hipódromo de la ciudad, como homenaje al gran genio de Leonardo.
Pienso que de estos hechos se pueden extraer algunas reflexiones (¡y, ojalá, también propósitos!) útiles en nuestra vocación de labrar obras de arte humanas. Sin duda tu visión será mucho más valiente y alta que la mía. Nada puede hacer morir el proyecto del ideal que tenemos cuando nos toca modelar un hombre nuevo. Ni el esfuerzo, ni el tiempo que le dedicamos, ni la falsa falta de medios, ni el aparentemente sabio apagafuegos de nuestras ilusiones desplumadas. Ni la persistente cantilena que  amenaza con convencernos de que en este mundo decadente no vale la pena luchar contra un mar incontenible de desidia, conformismo, “ya lo harán otros”, “allá si quieren estrellarse”, “yo ya hago bastante”, “que no me pidan imposibles”, “pero tú ¿en qué mundo vives?”…
Sabemos bien que cohonestar inteligentemente el abandono que practicamos es el modo más útil para dejar que las cosas rueden cuesta abajo. “¡Y allí me las den todas!”.

domingo, 20 de noviembre de 2016

A la cabeza!!

La aventura (¿aventura?) de Napoleón Bonaparte en Egipto fue un cambio de ruta en el proyecto del Directorio de invadir Inglaterra: en vez de la metrópoli, su grandeza en  África.
Recuerdas todo sin duda mejor que yo, por lo que solo me detengo en dos puntos muy sencillos y muy prácticos para nuestro intento. El primero es archiconocido, pero tan romántico y tan excitante que vale la pena traerlo también aquí. Se trata de la conocidísima arenga del gran general ante las pirámides y antes de lanzarse a la conquista: «Soldados. Vinisteis a este país para salvar a sus habitantes de la barbarie, para traer la civilización a Oriente y sustraer esta bella parte del mundo a la dominación de Inglaterra. Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan». Era julio de 1798.
Cuando en la batalla, que resultó definitiva, se iban a encontrar con un ejército  de 54.000 soldados árabes salpicados de jenízaros y los temibles 6.000 mamelucos (los hombres de la cimitarra,  herederos del ardor de los 12.000 jóvenes comprados en 1230 en el Cáucaso por un decidido sultán) los oficiales franceses recordaron a sus soldados que, al apuntar el tiro, disparasen a la cabeza de los caballos y de ese modo «los caballos recularían, desmontando a su jinete».    
¿Conducimos así el ejército de nuestros muchachos? ¿Somos capaces de hacer que nuestra propia vida, nuestro estilo de convencer, nuestro modo de expresarnos sea una arenga vital que contagie a nuestro “ejército”? Puede suceder que no creamos en lo que pedimos o exigimos, ni creamos en nuestra capacidad de transmitir entusiasmo, ni estemos convencidos de que les resulte de algún modo atractivo el plan de guerra común. Y si, además, no apuntamos a la cabeza, si no herimos el corazón, si no somos capaces de sembrar entusiasmo en sus vidas, el resultado de la campaña de nuestra educación será bien pobre. Si es que es. 

jueves, 10 de noviembre de 2016

A la cola...

Den Grimme ælling es el título original danés del precioso cuento El patito feo que Hans Christian Andersen escribió en 1844. Andersen (1805-1875) nació en una familia muy pobre y un poco desquiciada, y vivió sus primeros años en la pobreza. La publicación de sus primeros cuentos (escribió 168) le permitió entrar muy merecidamente en la estima social, aunque sus obras “mayores” no tuvieron el mismo eco. Viajó mucho (le encantaron - ¿cómo no? - Málaga, Granada, Alicante y Toledo) y dejó memoria en sus libros de viajes de los que El Bazar de un poeta (1842) es su mejor escrito según algunos críticos:  
Intentó ser cantante  y danzarín de ópera, dramaturgo, ser estimado por sus escritos más que por sus cuentos, pero en nada de esto encontró éxito. Y sobre todo sufrió mucho en amor a lo largo de su vida.
Alguno ha creído verlo en algunos de los personajes que creó. Y puede que El patito feo encierre algo de eso: ese “pollito” raro, grandote y extraño que sale de un huevo de cisne perdido entre unos cuantos de pato; que sufre porque se burlan de él; que deja su “hogar” equivocado y que, por fin, se une con miedo a otros cisnes que lo acogen y aprecian.
Todo niño (y aun algún adolescente) es, un poco o mucho, un pato inseguro de su propia valía, de la estima de sus padres y educadores, del amor de su familia, de su capacidad de salir de esa negrura que le entristece, del acierto en sus sueños y proyectos. Cuando un padre, una madre, un educador… percibe ese aire de despiste de su hijo o de su educando, debe desplegar el precioso velo de la amistad. El niño o muchacho que se siente amigo, es decir, aceptado, querido, estimado empieza a ser lo que se desea que sea. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

Thomas Oliver Chaplin

Cantaba espléndidamente con la banda inglesa Keane a lo largo de ocho años hasta que en 2006 se hundió en el fango. Del fango logró salir para volver a caer otra vez nueve años más tarde. Él mismo dice que a comienzos de 2015  estuvo a punto de morir tras varias noches de alcohol y cocaína.
El que lee esta breve historia estará pensando que el cliché de ese viaje se repite en la historia de la música moderna como si triunfar fuese el principio de una carrera hasta el precipicio: ¿Por qué un buen cantor tiene que convertirse en una piltrafa de hombre? 
Escuchemos ahora a Chaplin, ya con 37 años, cuando presenta su primer disco en solitario, «The Wave»: “Hay algo de milagro en todo esto, porque mi vida se había convertido en un completo desastre, estuve a punto de perderlo todo y hasta de morir. Tras un enorme desfase de drogas de varios días, me dije: «Tengo que cambiar, tengo que hacer algo». Afortunadamente, por la mañana, esta vez, seguía pensando igual. Estaba exhausto tras tantos años viviendo así… Probablemente el deseo de ser cantante fuese ya una forma de autodefensa. Yo era un tipo agradable y educado, como tú dices, pero por dentro no me sentía así. Me sentía triste, ansioso y temeroso del mundo. No sabía quién era. Lo que se veía por fuera no era yo... Ahora me siento muy diferente. He cambiado como persona, algo que es muy difícil… Yo creo que sí tenemos posibilidades de elegir. Si hubiese seguido siendo como era, tomando drogas, medicándome a mí mismo, estaría arruinado o muerto. Me vi forzado a cambiar como persona. Mi vida es ahora tan buena… ¡Tengo tanto por lo que vivir después de estar casi muerto! Aprecio la vida más que nunca antes. Aquello fue algo horrible de experimentar, pero también puede tener una parte útil si logras superarlo. Cada día me levanto con energía, con apetito por ver qué puedo hacer hoy. Realmente tuve mucha suerte al sobrevivir”.
En el disco sonríe una niña rubia, de dos años: “Es mi hija. El álbum realmente cuenta una historia, un viaje de la oscuridad a la luz, y yo quise que cada canción se reflejase en una foto. Trabajé con un fotógrafo muy veterano, que lo hizo. En el caso de la de mi hija, quería contarle mi visión de la vida, que hay momentos brillantes, pero también otros de mierda. No quería contarle que la realidad es solo azúcar, como hacen muchos padres, quería que supiese que también existe la resaca. Pero en esa canción hay algo más. En el primer año de su vida yo realmente no estaba. No era un buen padre para ella, andaba fuera y con mi adicción. Ahora soy mejor y le he hecho una promesa: «Siempre estaré ahí si me necesitas». Hoy puede confiar en mí por completo. Para mí es importantísimo poder decir algo así”.

martes, 9 de febrero de 2016

Al Mazapán!!

Con enorme sorpresa y hondo orgullo leo en una diario extranjero algo así como “21 ciudades que no te puedes perder”. Y entre las 21, de todo el mundo, están tres  ciudades españolas: San Sebastián, Ariete?-Ibiza (el interrogante es mío)  y Toledo. Para justificar la invitación se dice de Toledo: «Será la capital de la gastronomía española durante todo 2016. En esta ocasión presenta una carta especial, la Toledopass Gourmet, con la que se puede gozar de un tour de tapas en diferentes locales de la ciudad. Pero esto es solo el aperitivo. Porque en Toledo el 2016 será un año rico en acontecimientos, como las jornadas provinciales del “Puchero y la Cazuela” entre febrero y marzo, el concurso “Tapeando por Toledo” en junio y las Jornadas de la Tapa con el complemento del Cocktail en Toledo en el mes de noviembre. 
Para comer, se paladea la sopa castellana, un caldo, cocido en una olla de barro, a base de ajo, pimienta dulce y jamón con pan y huevos. La paella aquí tiene una versión peculiar, con pollo, gallineta, calamares y hongos. Hay que probar también el cochifrito (a base de carne de cordero o cerdo, primero estofada y después frita con aceite y especias) y las carcamusas – sic -  (carne desmenuzada y estofada con tomate y guisantes). Imprescindible la codorniz estofada con hierbas aromáticas y, en general, la caza con hongos o peras, frita en mantequilla y después regada con brandy.
Antes de partir, es obligada también una vuelta de shopping gourmand: entre los recuerdos golosos, el queso Manchego, el azafrán y las cebollas de la Mancha,  el aceite de los Montes de Toledo, los vinos de Uclés y Méntrida, el jamón serrano y, entre los dulces, el mazapán».
El orgullo se me acabó al acabarse las excelencias que brinda Toledo a sus visitantes, según el reclamo turístico: ¿Toledo es eso? ¿Toledo es solo eso? ¡Precisamente Toledo! Y sufrí la angustia de pensar (y la sigo sufriendo) que en el mercado de las excelencias se ofrece solo lo que no hace falta ofrecer porque tiene de por sí suficiente gancho para que se busque y se consuma. Y que en la educación (la que intentamos ofrecer) hayamos caído en la trampa de que, para que nos hagan caso, para no fracasar en una misión tan alta y tan perseguida, ofrezcamos el programa de Camacho, el de las bodas de Cervantes, porque al olor de lo que gusta puede ser que aguanten un poco lo que no nos dejan decir.

jueves, 12 de marzo de 2015

Uno de los nuestros.

Nino Baglieri nació en Módica, Sicilia, el año 1951. Después de haber terminado la escuela primaria comenzó a trabajar como albañil. A los diecisiete años cayó de un andamio de 17 metros de alto. Después del tratamiento de urgencia, Nino se dio cuenta con amargura que había quedado completamente paralizado. Comenzó así su camino de sufrimiento, pasando de un hospital a otro, sin ninguna mejoría. Retornó a su pueblo de origen en el año 1970, donde comenzaron para él diez años oscuros, sin salir de casa, en soledad y de mucha desesperación.
El 24 de marzo de 1978, viernes santo, a las cuatro de la tarde, algunas personas de la Renovación en el Espíritu oran por él; Nino siente dentro de sí mismo una transformación. Desde aquel momento acepta la cruz y dice el “sí” al Señor. Comienza a leer la biblia y descubre su fe. En el mismo mes, ayudando a algunos niños a hacer sus tareas, aprende a escribir con la boca y a componer los números telefónicos con auxilio de un bastón. Inicia el flujo de relaciones que lo llevará, gradualmente, a testimoniar, en su condición, el evangelio de la felicidad y de la esperanza.  
Prepara sus memorias, escribe cartas a personas de diversas categorías en varias partes del mundo, personaliza imágenes-recuerdo que entrega a quienes van a visitarlo. Sus escritos reciben la atención de los editores y la editorial Setim le publica “Del sufrimiento a la gloria”.
Desde  el  6 de mayo de 1982 en adelante, Nino festeja el Aniversario de la Cruz.  Ese mismo año entra a formar parte de la Familia Salesiana como Cooperador. El 31 de agosto de 2004 emitió su profesión perpetua entre los Voluntarios con Don Bosco. El 19 de enero de 2007 participa en Roma a las Jornadas de Espiritualidad de la Familia Salesiana, afrontando un incómodo viaje en carro hasta la capital para realizar su último testimonio público.
El 2 de marzo de 2007, Nino Baglieri entrega su alma a Dios, después de un periodo de largo sufrimiento. Lo vistieron con sudadera y zapatos deportivos, recordando sus propias palabras, “En mi último viaje hacia Dios, podré correr a su encuentro”.
El cardenal Angelo Comastri, quien tuvo la oportunidad de conocer a Nino Baglieri, declaró: “Cuando lo veía, daba la sensación de que estuviera habitado por el Espíritu Santo. Celebraba el aniversario de su llamada a la cruz como los demás celebran el aniversario de matrimonio o la profesión religiosa. Nino se convirtió en un apóstol incansable, un imán de la bondad, que ha atraído muchísimos jóvenes al amor de Dios”.
Ante tres mil jóvenes reunidos en Mádica para la “Fiesta  Jóvenes 2012” el Rector Mayor de los salesianos, Don Pascual Chávez, dijo: “Aquí está una vida que habla, la vida de Nino Baglieri, uno de sus coterráneos, uno de los nuestros de la Familia Salesiana”. Invitó a los jóvenes a tomar en serio la vida, también con su dureza, porque sin la cruz no existe santidad. “La vida – expresó – debe ser asumida. No es determinante el punto de partida, sino el de llegada. Lo importante es llegar a la meta y nuestra meta es Dios”.