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lunes, 25 de enero de 2016

Old Tijkko.

Ya conoces el hecho, estoy seguro. Pero déjame que del hecho saque alguna reflexión que nos valga para ver mejor la vida. Old Tijkko es, parece ser, el árbol más viejo del mundo. Es ese que contemplas en el arranque de esta página y que se encuentra en la montaña de Fulufjället, en el centro de Suecia. Es un abeto que tiene 9.550 años de edad. Le dio ese nombre el explorador Leif Kullman, profesor de Geografía Física, cuando lo descubrió hace once años, como homenaje a su perro siberiano husky, que se llamaba Tijkko. Y su edad se determinó gracias a las pruebas con carbono 14.
Se supone que las condiciones adversas en las que creció, vientos y bajísimas temperaturas, convirtieron a Old Tijkko en una especie de bonsái. Los árboles grandes no pueden sobrevivir tantos años», nos aclara el geólogo. Fue siempre chiquitín, aunque la subida de las temperaturas le permitió crecer cuando ya era muy viejo.
Mide poco más de cuatro metros, que son metros del árbol más joven. Porque lo  viejo son las raíces que se han mantenido regenerándose a lo largo de sus 25 siglos.
¿Lecciones? En las condiciones más adversas crece también el joven con mayor fortaleza, con mejor salud, aunque la apariencia no sea ostensible. Las contrariedades serán para él ocasión de mantenerse en pie, de seguir creciendo lenta y seguramente. Sus raíces, auténtico soporte de su vida y su conducta, son para el garantía de pervivencia, de triunfo y de fortaleza, de seguridad y de esperanza.
Descubrir la grandeza de la personalidad de un joven es una misión que se confía a todos los que le ayudan a formarse. Pero de todos esos presuntos responsables hay pocos (y deberíamos serlo todos) capaces de intuir, es decir, descubrir en lo profundo de su vida, que está llamado a ser grande y a ser modelo de sencillez, de nobleza y de fecundidad por poco que brille, por poco que sobresalga.

lunes, 10 de agosto de 2015

Del Papa (y 2).

EDUCAR: «Educar a los jóvenes a salir, a ir, a ser callejeros de la fe, andarines de la fe. Así hizo Jesús con sus discípulos: no los retuvo pegados a sí, como una clueca con sus pollitos. Los envió. Empujemos a los jóvenes para que salgan. ¡Claro que harán disparates! ¡No tengamos miedo! Los Apóstoles los hicieron antes que nosotros. ¡Empujémoslos a salir!» (27 de julio de 2013, Río de Janeiro, catedral de San Sebastián).
FE: «La fe es entera, no se bate. Es la fe en Jesús. Por favor, no batáis la fe en Jesús. Existe el batido de naranja, existe el batido de manzana, existe el batido de plátano, pero por favor no bebáis batido de fe» (25 de julio, Río de Janeiro, playa de Copacabana).
GOZO: «El cristiano es alegre, no está nunca triste. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene la cara del que parece estar de luto perpetuo. Si de verdad estamos enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se inflamará con un gozo tal que contagie a todos los que están cerca de nosotros» (24 de julio de 2013, Santuario de Aparecida).
ÍDOLOS: «Es verdad que hoy un poco todos y también nuestros jóvenes sienten el encanto de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia una sensación de soledad y de vacío se abre camino en el corazón de muchos y conduce a la búsqueda de compensaciones, de esos ídolos pasajeros» (24 de julio de 2013, Santuario de Aparecida).
LAZOS DE SORPRESA: «Dios actúa  y nos sorprende. La historia de este santuario de Aparecida es un ejemplo de ello. Tres pescadores, después de una jornada vacía, sin lograr pescar, en las aguas del rio Parnaíba encuentran algo inesperado: una imagen de Nuestra Señora de la Concepción. ¿Quién hubiera imaginado que el lugar de una pesca infructuosa se habría convertido en el lugar en el que todos los brasileños pueden sentirse hijos de una misma Madre? Dios siempre sorprende. ¡Dios siempre reserva lo mejor para nosotros! Pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos  sus sorpresas» (24 de julio de 2013, Santuario de Aparecida).

miércoles, 5 de agosto de 2015

El Papa.

Si lo que sale en estas páginas vale para algo, lo que sigue, sin duda alguna, vale. Por su autoridad, su valentía, su claridad, su inmediatez…
ATENCIÓN: Ayudemos a los jóvenes. Tengamos el oído atento para escuchar sus ilusiones, para escuchar sus éxitos, para escuchar sus dificultades. Tenemos que sentarnos, escuchando tal vez el mismo libreto, pero con una música diferente, con identidades diferentes. ¡La paciencia de escuchar! Esto os lo pido con todo el corazón. (27 de julio de 2013, Río de Janeiro, catedral de San Sebastián).
BOTA FE: «“Echa fe”, ¿qué significa? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, entonces tú “echas” la sal. Falta el aceite, entonces tú “echas” el aceite. Echar, es decir, poner, verter. Así es también en nuestra vida: si queremos que tenga de verdad sentido y plenitud, digo a cada uno: “echa fe” y la vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que indica la dirección. Echa esperanza y cada día tuyo estará iluminado. Echa amor y tu existencia será como una casa construida sobre la roca» (25 de julio, Río de Janeiro, playa de Copacabana).
CLAMOR: «Quiero que os dejéis oír en las diócesis, quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga por las calles, quiero que nos defendamos de todo lo que es mundanidad, inmovilismo, de lo que es comodidad, de lo que es clericalismo, de todo lo que es estar cerrados en nosotros mismos» (25 de julio, Río de Janeiro, playa de Copacabana).
DIFICULTADES: «Cuántas dificultades hay en la vida de cada uno, pero por muy grandes que nos puedan parecer, Dios no deja nunca que nos anonaden. Ante el desánimo que pudiera haber en la vida querría decir con fuerza: tened siempre en el corazón esta certeza: ¡Dios camina junto a vosotros, en ningún momento os abandona!. ¡No perdamos nunca la esperanza! ¡No la apaguemos nunca en nuestro corazón!». (24 de julio de 2013, Santuario de Aparecida).

viernes, 22 de noviembre de 2013

Tragar.



San Onofre fue uno de los “padres del desierto” de la Tebaida en el siglo IV. Durante sesenta años (según cuenta en la biografía que de él escribió un discípulo suyo, otro grande de la soledad, Pafnucio) estuvo apartado del mundo sin más atención que orar. 
Pues bien: en la plaza que Roma dedica a aquel santo (san Onofrio en italiano), siuada en el Gianícolo, asomado al Tiber, se levanta el hospital pediátrico Bambino Gesù.
El sábado 7 de septiembre a las 13.00 horas, los niños residentes, sus padres, los médicos y el personal sanitario dedicaron un rato a orar por la paz. ¡Buena falta hace!
En los meses del verano anterior, 2013, se habían dado en el hopital 12.019 ingresos en urgencias. Desde 2004 los médicos de la Sección de Cirujía y Endoscopia Digestiva muestran a los visitantes la cartelera que se ve arriba. No se trata sólo de una exhibición curiosa, sino de una auténtica lección y advertencia. Son una muestra de los objetos extraídos de los estómagos de los niños ingresados: monedas, muchas monedas, alfileres, distintivos, un anzuelo…
¿Qué comen esos niños? ¿Qué se tragan los niños, aquellos y estos? Porque no importa sólo lo que llega al estómago, sino lo que invade y envenena el cerebro, la voluntad y el corazón. “¡Imposible!”, dijo la mamá a la que le enseñaban el anzuelo que su niño tenía en el buche. “No me explico cómo ha podido suceder”.
Pero el hecho es que nuestros niños, nuestros mozuelos, nuestros jóvenes acusan, sin que nadie se preocupe de llevarlos a urgencias, las consecuencias de haberse tragado un mundo de emociones, de experiencias, de consejos del amigo más divertido y más cercano. Y se vuelven raros, esquivos, displicentes, desganados… violentos.
Todo empezó el día en que su padre le dijo: “Tú ya eres mayorcito y sabes muy bien lo que está bien y lo que está mal”. Y el padre quedó tranquilo porque su confianza en su retoño nacía de la garantía de su madurez, criterio, sensatez, entereza y responsabilidad. Se sacudió la preocupación, convencido de que había descargado en su hijo, “¡qué alivio!”, el pesado papel de acompañarlo en la difícil digestión de la vida.

sábado, 16 de abril de 2011

Un riesgo: el riesgo

Gardaland (cerca del lago de Garda, Italia) es el parque de atracciones más atractivo de Europa. Tiene ya 35 años de edad y sigue creciendo: en ingenios, en visitantes (más de un millón y medio en 2008) y en… soñadores. Hace pocos días (el 1º de abril de 2011) añadió a sus cinco montañas rusas otra más que define como “alada”, es decir con alas. Hace un recorrido de 800 metros  realizando un “vuelo” de 33 metros, tres “vueltas de campana” y alguna bajada con una inclinación de 65 grados.
Un parque de atracciones es un mercado abierto a muchos gustos y muchas opciones. Parece que atrae especialmente a los niños. Pero es natural que sus mecanismos más complejos, como éste que ofrece RAPTOR, al provocar sensaciones de riesgo sean los más buscados por los jóvenes. ¿Por qué? Porque misteriosamente algunos de ellos que están asentando su autonomía adulta necesitan retarse a sí mismos a entrar por un camino aparentemente insuperable. Han vivido así la engañosa experiencia de haber superado un reto superior a ellos mismos. Con la mentirosa convicción de que lo podrá hacer igualmente ante todos los retos de la vida. O ante casi todo.
La búsqueda del riesgo es natural en el joven. Es parecido a la entrada en el mundo de los mayores. Pero con una diferencia abismal. El mayor afronta la dificultad porque debe avanzar en su proyecto. Algunos jóvenes la buscan sólo para autocomplacerse, para aparecer valientes (¡y superiores!) ante los amigos, para experimentar la excitación que da no saber qué va a pasar, para probar algo que se sabe prohibido, pero que lo está porque sale de los límites de lo normal y él desea, necesita entrar en lo extra-normal. 
Seguramente no acude para todo eso a la ruleta rusa. Pero la sensación de que es capaz de superar todo, de que puede volver atrás, le envisca para hacer lo que no parece tan malo. Un drogadicto, por ejemplo,  no empieza a serlo mientras se dice: “Quiero ser un drogadicto”. Pero sí  puede estar diciéndose. “A ver qué se siente”. “Si veo que no es para tanto, que me hace mal, lo dejo”. “Un poco nada más y ya está”.
Esta búsqueda del riesgo aparece en los adolescentes y jóvenes que miran al futuro como a algo que se presenta lleno de humo, indefinido, como situación normal de una sociedad en crisis de futuro. Cuando, en cambio, se crece en hogares con padres seguros de sí mismos, entregados a su deber de presencia, a su papel de maestros de vida por su serenidad y estima de la dignidad, de la responsabilidad, del tesón ante las dificultades, es natural que se formen hijos orgullosos de sus formadores, semejantes a los modelos atractivos que son sus padres y, lo más importante, necesitados de responder con amor y lealtad al amor y lealtad de aquellos.

sábado, 2 de abril de 2011

Otro libro mudo...

(Totmundo, feliz, entrega el antifonario, recién acabado, al abad Ikila.)
 

¿Qué tiene de especial el Antifonario mozárabe de la Catedral de León? Un antifonario es un libro que contiene los breves textos bíblicos que se cantan antes de los salmos.
Pues bien, este libro, el Antifonario de León, es un manuscrito en 306 folios de pergamino, que se usaba en las celebraciones de la Liturgia mozárabe o hispánica entre los siglos VI y el XI.
Lo copió en 1069 Totmundo, un fraile del monasterio leonés de San Cipriano del Condado (que se asienta junto al río Porma a 20 kilómetros de León a vuelo de pájaro sin curvas, desde la capital en dirección nordeste). Pero, a su vez, el antifonario del que se copió venía usándose nada menos que desde el tiempo del rey Wamba que reinó desde el año 672 al 680. Y es el único antifonario mozárabe completo que se conserva. Ya son méritos. Al menos el de la prosapia.
Y aquí viene lo interesante. El antifonario expresa la música con neumas, es decir, notas, pero sin tetragrama o pentagrama que las sustente y sin que, por tanto, los especialistas hayan podido descifrar su melodía. Lo cual no es un drama, porque ya llegarán; pero sí un arduo reto, porque les cuesta llegar.
En cambio un drama doloroso, y un reto más que arduo casi insuperable, se dan en la vida, cuando un joven camina sin dar señales de definición. Es incapaz de poner música a sus días. Nunca se ha planteado la necesidad de trazar ante sus ojos un proyecto para el futuro, un camino para sus pasos, una meta para sus ilusiones o sus empeños. No tiene pentagrama (o tetragrama, si se quiere rebajar el esfuerzo) y, por tanto su existencia carece de melodía. 
Los padres están detrás de ese drama: es decir, son sus autores. ¡Amargados dramaturgos! Los resortes que usaron en su educación fueron sólo las cosas, las promesas, los premios, las complacencias... No se daban cuenta de que los neumas iban en aumento, pero no tenían carriles por los que avanzar, pentagramas en que incrustarse.
La exigencia no era oportuna en un momento en que la autoestima debía consolidarse. El rigor sería un disparate cuando ya se estaba a punto de parir la primera obra de arte. La austeridad no iba bien con quien tenía una visión amplia y optimista del hombre, del mundo, de la existencia y de la historia. El control se veía a todas luces injusto en un mundo en el que no podemos empañar algo tan noble como es la libertad. El esfuerzo no valía la pena con un mercado que brinda facilidad para alcanzar todo a muy buen precio. 
Podemos dar base sólida a la maduración de nuestros hijos. Debemos. Debemos llenar nuestra vida familiar y la de la sociedad a la que servimos con el placer de bellas melodías que se escriban con notas acertadas sobre pentagramas seguros.