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miércoles, 25 de octubre de 2017

Caminar... es la vida humana.

Conoces, sin duda, la triste historia del mundo. Triste por la tristeza que algunos de sus presuntos constructores sembraron en sus surcos. Y conoces el terrible choque entre fuerzas terribles, también en el suelo de Europa, desde 1939 hasta 1945, y la que llamaron victoria de aliados y condena de culpables.
De los veintidós acusados de responsabilidad en el centro del llamado Eje, el tribunal de Nüremberg encontró a doce merecedores de muerte, absolvió a tres y condenó a prisión a siete.   
Albert Speer, ministro de armamento de Hitler, había demostrado en su servicio ser un buen organizador. Y organizó también su vida en la prisión de Spandau: empleó a fondo, intensamente y en perfecta sistematización los veinte años de condena: estudio, lectura, redacción, proyectos... y caminar. Y, aunque parezca un poco frívolo, me voy a referir precisamente a esto.      
Había acabado el borrador de sus memorias y buscó y encontró un nuevo proyecto. Copio de una nota que encuentro sobre ello: “…mientras hacía su ejercicio diario, caminar en círculos por el patio de la prisión. Midiendo cuidadosamente la distancia de su recorrido, el arquitecto se dispuso a caminar la distancia de Berlín a Heidelberg. Más tarde amplió esta idea a un recorrido alrededor del mundo, visualizando los lugares a través de los que «viajaba» mientras caminaba por el patio de Spandau. ​Pidió libros de viajes y otros materiales sobre los países por los que él imaginaba que estaba pasando y mapas con las distancias reales del mundo, comenzando por el norte de Alemania, atravesando Asia por el sur antes de entrar en Siberia, cruzar el estrecho de Bering y poner rumbo al sur para finalizar a 35 km al sur de Guadalajara, México”. ​
Todo esto parece una sinrazón. Creo que no. Y en todo caso puede servirnos de útil  modelo para nosotros mismos y para los que reciben de algún modo de nosotros, vida y forma.
“¿Qué haces?”, preguntamos o nos preguntamos cuando no hacemos nada. Y no puede ser. El tiempo en el que no hacemos nada, debemos llenarlo de caminos, de ilusión, de deseo, de proyecto, de planes, de esperanza, sentimientos, de referencias, de altruismo, de resolución… No hace falta que lo que pensamos y soñamos se convierta siempre en realidad. Lo importante es que nuestro “yo” y el de nuestros educandos sea siempre un horno de ideal, de ambición, de afán, de convicción, de fe…

domingo, 6 de mayo de 2012

María.


De la poesía de José García Nieto se escribió que era “sosegadamente apasionada”. Y no de otro modo podía manifestarse un poeta que bebía la sustancia de su palabra en los valores hondos del espíritu y el aroma de sus versos en los clásicos, cimiento de la expresión más perdurable. La lectura de los que siguen son un ejemplo.
El arrendajo, pato
de los aires, oscuro,
pasa. ¿Por dónde? Hay algo
que nos oculta el rumbo.

Y llora la resina
intermitentemente
por la amarilla herida
que tiene el pino verde.

A nuestro alrededor
sólo el vuelo y el árbol;
la garganta sin voz,
sin amigo la mano.

Pero Dios no está lejos.
Ya se anuncia. Sin prisas,
detrás de aquel otero
nace Santa María.

Detrás del otero de nuestra esperanza está naciéndonos siempre Santa María. Y cuando en cada Mayo vuelve a estar de moda en nuestra vida, nos damos cuenta de que nunca ha estado ausente. De que si somos, es porque ha sido siempre la Madre de nuestra historia, Ella que la empezó con una espada en el alma y abrazó al final la Vida de su vida en los brazos que siempre estuvieron abiertos y tendidos para hacernos, con Juan el joven, hijos suyos.
Ni el arrendajo que nos quita la luz, ni las lágrimas amargas de este pino que somos, ni la mano amiga que parece faltarnos, ni los gritos sin voz pueden hacernos sentir que en esta era de crisis falte el vino. Ella lo sabe y nos recuerda que la respuesta sólo estará en hacer lo que Él nos diga.

jueves, 3 de mayo de 2012

Amazing grace.



Es fácil que hayamos oído y tarareado alguna vez la melodía de cinco notas (fusión de otras dos de Benjamin Shaw y Charles Spilman) que Wiliam Walker le dio en 1935 al himno Amazing grace de John Newton. Se asegura que este himno se canta millones de veces cada año. Es un himno de libertad y una breve autobiografía interior del autor de sus versos, John Newton, que la había recitado probablemente en el sermón de Año Nuevo de 1773. Había contribuido con otras 279 composiciones para el libro de himnos (Himnos de Olney) que con William Cooper publicó en 1825.
Damos una traducción aproximada: 

Gracia asombrosa (qué dulce es su sonido) que salvó a un miserable como yo.
Estuve perdido, pero ahora me encontraron. Estaba ciego, pero ahora puedo ver.
Fue la gracia la que le enseñó a mi corazón a temer; y la gracia alivió mis miedos.
Qué preciosa fue la gracia cuando apareció: ¡El momento en que creí por primera vez!
A través de muchos peligros, esfuerzos y engaños ya he podido volver.
Esta gracia me ha dado paz y esta gracia me llevará a mi casa.
El Señor me ha prometido el bien y sus palabras afianzan mi esperanza.
Él será mi escudo y parte de  mi ser mientras la vida perdure.
Sí: cuando esta carne y el corazón se cansen y la vida mortal se acabe,
a tener más allá del velo una vida de alegría y de paz.
Y cuando estemos allí diez mil años resplandecientes como el sol
no nos sobrarán días para cantar alabanzas a Dios
como cuando acabábamos de empezar.

Releer esas palabras y saber algo de la vida de su autor bastan para despertar un sano sentimiento de envidia e imitación. 
John Newton nació en Londres en 1725. Su padre le empujó a la Marina donde fue rebelde, desobediente y desertor. Por eso le destinaron a un barco del mercado de esclavos. Llevó en ese trabajo una vida abyecta, blasfema, cruel, despiadada. Él mismo confesaba: “Había escogido un camino de muerte y lleno de malos hábitos”. Una terrible tormenta en marzo de 1748 le lleva a atarse a la bomba de achique del barco mientras le decía al capitán: “Si esto no funciona, ¡que el Señor tenga piedad de nosotros!”. No era una palabra vacía. Había estado leyendo los días anteriores La imitación de Cristo. Y el terror de aquel momento y la seguridad de que iba a morir le llevaron a clamar al cielo. Tenía 23 años.
Siguió su vida de esclavista. Pero sus actitudes cambiaron: seguía la crueldad con los pobres prisioneros, pero se habían acabado las blasfemias. Una enfermedad grave le obligó a quedarse en Liverpool y se entregó a la vida de estudio. Ordenado sacerdote anglicano, le destinaron a la parroquia de Olney, donde sus sermones se escuchaban con mucho agrado y eficacia porque estaban llenos de la pobreza de su vida y de la riqueza de la Gracia.
John Newton murió el 21 de Diciembre de 1807. Pocos meses antes había conseguido del Parlamento Británico, como ardoroso abolicionista de la esclavitud, la firma de la Slave Trade Act.

domingo, 23 de octubre de 2011

Domund 2011: Sembrador de Nogales

(Tomado del blog de Jesús Bastante en Religión Digital, que a vez dedica este cuento de Portal Misionero, a todos aquellos hombres y mujeres, laicos, sacerdotes, religiosos y familias, que dejan seguridades siguiendo los pasos del Resucitado, para hacer de este mundo un lugar más habitable. Hoy, día del Domund, conviene recordar su esfuerzo por una sociedad más justa y solidaria. A ellos, este pequeño homenaje).- 
Un día caminaba por el campo, cuando vi a un hombre bastante anciano, que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo. "A mí siempre me gustaron las nueces", me contestó. "Hoy llegaron a mis manos las nueces más exquisitas que probé en mi vida, así que decidí plantar una de ellas".
Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces. "Disculpe, amigo", le dije. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y dada su edad, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".
El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe si sentirme muy sagaz por mi observación o muy estúpido. Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente me contestó: "Toda mi vida me deleité saboreando nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos. Sé que estas nueces no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las saborearán algún día."
Y entonces me sentí muy pequeñito y egoísta por pensar sólo en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.
.............
Así es la labor del misionero. Nosotros sembramos, pero no nos corresponde ver los frutos. Claro, si sembramos sandías o tomates, obviamente pronto veremos los frutos, pero si nuestra siembra es profunda y sincera, estaremos sembrando nueces. No esperemos ver los resultados de nuestra labor misionera, porque si así lo hacemos, es probable que nos frustremos al no verlos. Si nuestro accionar es verdadero y está fundado en Cristo, quedará dentro de los corazones de la gente, y cuando Dios quiera, lo hará brotar y convertirse en frutos abundantes.
No hay que desanimarse si en algún momento parece que es inútil lo que estamos haciendo porque parece que alguien no nos escucha, o no le importa lo que hacemos, o no acuden a las celebraciones la cantidad de gente que esperaríamos. Que sea suficiente el saber que estamos dando lo mejor de nosotros, haciendo nuestro mejor esfuerzo. No nos corresponde a nosotros ver los frutos de la misión. Nosotros tan solo sembramos. Otros regarán, y será Dios, a su tiempo, quien cosechará.