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domingo, 29 de diciembre de 2013

Barbakeios.



Seguramente has leído en la prensa el caso de los “ángeles de Barbakeios”. Te lo copio si no te ha llegado. El “poder adquisitivo” de las familias ha caído en Grecia un 40% desde 2008 y en paro está el 27% de la población. Se usa la leña para calentarse, porque no hay dinero para la calefacción. En el viejo mercado de Barbakeios se agolpa la gente desde la seis de la mañana desde hace siglos para comprar pescado, carne, verduras, pan, queso… y se mezclan voces, ruidos, colores y olores.
El pasado domingo, 22 de diciembre, las cosas eran como siempre, pero en esta ocasión, para la preparación de la Nochebuena familiar, se miraban las cosas, los precios y las básculas con mucho cuidado para no pasarse del escaso gasto posible. Cuando “hete aquí” (así se dice al llegar a un cierto punto en los cuentos de hadas) que aparecieron a media mañana, sin saberse de dónde, ni quiénes eran, ocho mujeres vestidas de negro que se situaron junto a otras tantas cajas de pago. Cuando se acercaba una (o uno) a pagar el minúsculo corte de carne que llevaba a su casa, los “ángeles de Barbakeios” (así las han llamado después), no sólo pagaban el coste de lo que ya llevaban, sino que invitaban a los asombrados compradores a que comprasen lo que quisiesen pagándolo ellas igualmente.
El director del mercado declaró a una cadena de TV: "Esta escena increíble siguió durante casi una hora. Al menos 320 personas han hecho la compra gracias a la generosidad de las señoras de negro y al final, según nuestros cálculos, han regalado cerca de 16.000 euros de carne".
Después sucedieron cosas menos maravillosas. Cuando corrió la noticia de la aparición de las misteriosas dadivosas por las calles al pie de la Acrópolis, empezó a crecer el número de compradores, a aumentar el apretón de la gente y… las ocho  bienhechoras desaparecieron en silencio como habían llegado dejando el comentario sobre su intervención.
Esto, aquí, no es una gaceta de prensa, ni una invitación a suponer quiénes serían, ni una reflexión sobre las crisis y sus parches, sino una insinuación a que una auténtica iniciativa de las personas es (o debe ser) un aliento de su espíritu, un gesto de solidaridad, no sólo en dar y en darse, sino en unirse y organizarse para hacerlo. Y muchas cosas más que el inteligente y generoso lector siente bullir en sí.  

martes, 8 de enero de 2013

¿Crisis?



En medio de la floración literaria y poética de Bengala (India) en el siglo XX, el fecundo Rabindranath Tagore publicó hace cien años Gitanjali, un breve y sabroso manojo de poemas cuya interpretación puede elevarnos a cualquier esfera. De allí traigo estos «versos»:
Aquí está tu escabel
reposa aquí tus pies
donde viven los más pobres,
los más humildes y perdidos.
Cuando trato de inclinarme ante ti,
mi reverencia no logra llegar
tan abajo donde tus pies
descansan entre los más pobres,
los más humildes y perdidos.
El orgullo no se puede acercar
adonde tú caminas, poniéndote
los vestidos de los más pobres,
de los más humildes y perdidos
Mi corazón no logra encontrar
el camino para bajar allí
donde tú te haces acompañar de los que no tienen
compañeros, entre los más pobres,
los más humildes y los perdidos.

En estos tiempos de crisis se me ocurre pensar y preguntarme: ¿Cómo me inclino ante el que pone sus pies entre los más pobres, los más humildes y perdidos? ¿Quién es el Personaje al que busco y no encuentro porque el orgullo no se acerca al que camina vestido con los vestidos de los más pobres, los más humildes y perdidos? ¿De qué sufre mi corazón si no da con el camino que necesita para acompañar al que acompaña a los que no tienen compañeros entre los más pobres, los más humildes y los perdidos?
Señalo a mi Personaje ideal dónde está el escabel sobre el que tiene que posar y reposar sus pies, pero yo me quedo lejos de donde viven los más pobres, los más humildes y perdidos. Ofrezco un descanso y huyo de donde mis pies pueden quedar devorados por la bajeza de los más pobres, humildes y perdidos.
Es decir: mi vida es una contradicción. Sé muy bien lo que hay que hacer y pido a los demás que lo hagan. Cada “otro” debe hacerlo. Yo lleno mi vida de protestas, de  esperas, de mensajes, de deseos… Pero logro quedar libre del barro de la pobreza, de la humillación y de la marginación. ¡Grito «Auxilio» y sigo tan tranquilo!

sábado, 4 de agosto de 2012

¿Se hunde el Coliseo?


La noticia es que desde hace un año se ha observado en él una inclinación de 40 centímetros en la parte por donde no hay circulación. Pero Rossella Rea, directora del excepcional anfiteatro con veinte siglos de vida, no manifiesta preocupación. Y dice que ahora están más atentos para ver si este cambio cambia o deja de darse. Pero es natural: todo lo viejo llega a cansarse y a cojear.   
Tito Flavio Vespasiano lo comenzó en el año 72 y lo acabó su sucesor Tito ocho años después. De ese monumento dicen algunos que es bellísimo, otros que no lo es tanto, pero que es imponente y los que lo visitan quedan impresionados por la mole del  “mármol” travertino empleado (100.000 metros cúbicos), por sus medidas (189 metros de largo por 156 de ancho, 57 de altura y 524 de la elíptica), por su capacidad (50.000 y hasta 73.000 según cálculos), por su inauguración (9.000 bestias y 2.000 gladiadores en los 100 días que duró), por su historia (luchas, espectáculos, caza de animales, ejecuciones, reproducción de batallas, obras de teatro clásicas, naumaquias…) y por los terremotos (1231,  1255, 1349) y expolios que sufrió.
Tal vez no se tenga en cuenta que está construido donde antes hubo un lago y antes todavía un estanque. El lago era el que Nerón quiso para su Domus Aurea. Sobre el fondo de arcilla azul, una vez lanzada el agua al Tíber por canales subterráneos, se ahondó hasta 6,5 metros y se hizo una fosa de 62 metros de ancha, llena de ese hormigón romano que parece eterno y leucitita volcánica sobre lo que levantaron tres metros de toba y una peana de bloques de travertino de 90 centímetros. Y encima lo que se ve y lo que se adivina porque se vino abajo.
Consejo inoportuno: Léase de nuevo despacio, si place, para enterarse bien y no marearse.
Nada de lo anterior debe servir para apresurar un viaje a Roma antes de que se caiga ese precioso instrumento de la historia. En cambo sí urge tener en cuenta lo del lago. Al menos a mí me preocupa. Porque cuando me abofetean las noticias que engendran  corrientes de aire más o menos vendavales me pregunto: Ese imperio que se hunde, ese negocio que hace agua, esa asociación que se descompone, esa familia que se resquebraja, ese matrimonio que se viene abajo, esa crisis que parece que da nombre a todo… ¿no se habrá forjado sobre un cimiento superficial, un proyecto inane, un deseo injusto, egoísta, malévolo, un pacto de puro interés propio?
¡Las familias, las familias…! ¿Son algo más que un ayuntamiento de gustos, un tinglado de atracciones, un contubernio de miserias? En muchos casos se demuestra que sí: un programa tan noble como es construir un monumento de amor lo asaltan dos incompetentes que justifican su asalto al santuario del más alto valor humano, porque se lleva, porque me gusta, porque tengo derecho, porque me da la gana… 

martes, 13 de marzo de 2012

Sabiduría.


Hay sabios investigadores, sabios escritores, poetas sabios… y, hasta dicen, sabios futbolistas. Hace unos días dijo un sabio del mundo del mercado (y todos ustedes lo han oído o lo han leído) que para hacer algo digno de mérito, aprecio e imitación se requieren algunos ingredientes e instrumentos en forma contundente: el esfuerzo en el trabajo, la osadía en la constancia, la luz en la creatividad, la austeridad en el uso y consumo, la honradez en la gestión, la entrega en el servicio, la generosidad y el sacrificio en la dedicación, el acierto en las decisiones, la humildad en la iniciativa, la tenacidad en el intento, la paciencia en la espera, la cordialidad en las relaciones… y muchas más cosas y mucho mejor dichas. O a lo mejor no dijo todo eso, pero queda uno cargado de pena si no lo dice.
Él se refería al complejo y delicado mundo de la producción, el mercado y la economía. Y sería deseable que todos los que se mueven en esas esferas gozasen del mismo grado de salud humana, empresarial, moral y relacional de la del sabio en el que estamos pensando.
Y que revertiesen parte de sus lícitas y legales ganancias en enriquecer el mundo cultural que los rodea o les debe rodear. ¿Habéis oído hablar alguna vez de patrocinadores? 
No es esta recatada plataforma lugar en el que tengan aplicación esos consejos de tipo empresarial. Pero sí un punto de partida para una sencilla reflexión sobre la familia, los padres y los hijos, el patrimonio casero y los tesoros de la propia estirpe. ¿Alguien duda de que se trata del negocio más brillante si se arroja luz en él, más reconfortante si se saben manejar bien los hilos de la difícil educación, más placentero si las dosis de exigencia, tacto, respeto, cariño, cercanía… se usan con medida  sabia y oportuna?    
Porque todo eso se exige en cualquier madre y cualquier padre que emprende la larga y gozosa travesía del modelado de los hijos. Y del esposo y la esposa. No debemos olvidar que el noviazgo (¡recordad algunos noviazgos que circulan por nuestras calles y por algunos antros!) y el matrimonio son escuela de educación mutua. Y si hay alguien que no lo ha entendido que acuda al Catón del sentido común. 
No se puede acompañar una nave tan delicada como es la vida de los hijos sin ser sabio. Y no se puede aceptar que para ejercer cualquier profesión se requiera dominio del programa y competencia en el manejo de las armas y que la profesión de la maternidad y de la paternidad se deje a la fortuna de lo que venga y que salga el sol por Antequera.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Pedalear.


Haruki Murakami nació en Kioto hace sesentaidós años. Escribe. Escribe muy bien. Y a la gente que lo lee le gustan sus novelas. Sus títulos anteriores, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo o Tokio blues los leyeron muchos de los que viven ante una gran ventana abierta al mundo de la buena escritura. Pero su última novela, 1Q84, inundó las ramblas de la buena literatura. No le gusta la “publicidad” de su persona. Y vive y piensa así: hace deporte, nada, corre maratones, se levanta muy temprano. «Escribir es un trabajo agotador y para realizarlo es necesario estar en forma. Se necesita fortaleza física y mucha resistencia». Para escribir 1Q 84 decía que trabajó en la novela todos los días, cinco horas cada mañana con una concentración máxima: «Me levanto a las cuatro, me preparo un café, enciendo el ordenador y, a veces, escucho algo de música, por ejemplo, barroca. Pero últimamente no escucho música mientras escribo… No me interesan mucho los medios de comunicación. Estamos rodeados de toda esta información, de las diferentes opiniones. Me parece agotador y podría renunciar perfectamente a todo ello».
En 1Q84 Aomame, su protagonista, desciende por una escalera de emergencia de una autovía y llega a otro mundo.  «La Gente Pequeña de mi novela 1Q84 constituye lo contrario del Gran Hermano de Orwell: casi nadie puede verlos, viven escondidos y lo que nos hacen es oscuro y misterioso. El Gran Hermano ya no representa una amenaza para nuestra sociedad. Lo conocemos y sabemos cómo protegernos de él. Pero a la gente pequeña no la conocemos, por eso nos parecen tan siniestros. Así, también mis lectores pueden imaginárselos como quieran... Occidente siente desconfianza hacia aquellos valores, instituciones y sistemas que parecían estables. ¿Quién confía ya en los sistemas económicos? Desde principios de este siglo el caos se ha globalizado. La falta de estabilidad es un fenómeno global. Y esta incertidumbre nos une a todos. Comenzó con la caída del Muro de Berlín. Teníamos la esperanza de que eso fuese el comienzo de un mundo mejor. Pero esa esperanza se evaporó con los atentados del 11 de septiembre. El mundo, tal como lo conocíamos, había perdido el rumbo… todos los “ismos” han caducado. Vivimos un siglo post-ideológico, en el que los “ismos” han perdido su poder».
Su Gente Pequeña «está sola, a menudo perdida, busca una conexión con el mundo, con un mundo más allá de las fronteras de lo que conocen. Por eso espero que mi historia les dote de valentía».
No hace falta añadir reflexiones a la lección que Murakami nos da con su vida y con su obra. Debemos sacudirnos muchas mantas que nos hemos liado a la cabeza: ideologías, temores, cobardías, esperas estériles, rutinas mareantes, vagancias pusilánimamente defendidas. La novedad diaria de la valentía, del esfuerzo, de la defensa y el cultivo de principios y valores nos sacarán del mundo subterráneo de la mediocridad y de las sombras «buscando una conexión con el mundo, con un mundo más allá de las fronteras de lo que conocen». Ayudémosles a regar, cuando educamos a nuestros hijos, las semillas que hagan de ellos mujeres y hombres cabales.