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sábado, 5 de enero de 2019

El Hummus: ser Yo mismo.


Como sabes, el hummus nos viene del antiguo Egipto, a través de los árabes, que lo consumieron tradicionalmente durante siglos. En Norteamérica (y con ese nombre cuyo origen tú conoces, aunque yo supongo que es el habitual árabe) se puso de moda hace unos años. Tan de moda que, aseguraban los entendidos, su adquisición pasó de una inversión de 5 millones de dólares a 530 en quince años.  
Descubrieron su riqueza alimenticia y su aportación de sustancias enriquecedoras de la salud como proteínas, hidratos de Carbono, ácido fólico, Omega 3 y su ayuda en regular la hipertensión, su efecto diurético, su abundancia en fibra… 
Como muy bien sabes, el hummus no es sino el garbanzo, el humilde garbanzo, el bienhechor garbanzo de generaciones y generaciones...
Ahora reflexiono sobre la moda. Moda es “lo que se lleva”. Para algunos de nosotros el garbanzo no fue moda, sino necesidad. Y acierto por todo lo expuesto. 
La moda, en cambio, es el fruto de la pérdida de mi personalidad. Hago esto, llevo esto,  compro esto porque… no voy a ser menos. Pues eres menos, menos tú mismo. Usas la decisión de los demás y dejas de decidir tú. Crees que te consideran raro si no sigues la corriente, aunque el raro es el que la sigue, porque de algún modo deja de ser el mismo para convertirse en elemento de una masa igual.     
Educar en este sentido es afianzar la convicción de que la persona se labra con criterios propios acertados, con decisiones propias adecuadas, con tenacidad propia inteligente.

martes, 6 de noviembre de 2018

Jynx Torquilla: No saber parecer, sino ser.


La Universidad de Copenhague, entre otros muchos trabajos de investigación, está estudiando la difusión y características del que llamamos pájaro carpintero (Jynx torquilla) que vive en Europa, Asia y África en su variedad de pájaro torcecuello, a lo que debe su apellido.  
Es un ave tímida, relativamente menuda y muy previsora. Apenas siente la presencia de algún peligro adopta sus armas que son estas: estirar y flexionar con cierro garbo el cuello y las patas hasta parecer una serpiente (o así se lo cree ella) y emitir un silbido semejante también al de un áspid.
No es un buen ejemplo para nuestra conducta. En la tragedia Hamlet de Shakespeare el amargo protagonista responde a alguien que le dice que parece triste: “Yo no sé parecer, sino ser…”. Estamos destinados a ser lo que debemos ser y a mantenernos en la condición que nuestra historia nos obliga por encima de contrariedades y posibles ataques.
Sin embargo, en nuestra vida, llena de modos y de modas, de corrientes y opiniones, de acosos y desplantes, nos vemos expuestos a “parecer” como la Jynx o a simular como el saltamontes, el sapo, la sepia que cambia de color, la mantis…
Debemos acompañar a los que cerca de nosotros crecen y maduran en su actitud de prudencia lejos del alarde, de la ostentación provocadora, de la intervención imprudente donde nadie ni nada los llama. Pero mostrarles también el noble camino de la defensa de la identidad que viven, cuando es necesario hacerlo, de la fidelidad que alimentan cuando lo requieran circunstancias proporcionadas y sostener la verdad que profesan manteniendo la conducta a la que se deben.     

lunes, 17 de septiembre de 2018

Pingüinos Reales en peligro de extinción.


La foto es de 1982. Está hecha sobre una pequeña isla, Ile des cochons, (de fácil traducción) del Océano Índico, camino del Polo Sur, bajando casi en línea recta desde Madagascar.
No lo vas a creer, pero los estudiosos afirman que, en los treinta y cinco años transcurridos hasta ahora, el número de pingüinos reales que la habitan ha descendido de casi dos millones a sesenta mil. Los que usan porcentajes dicen que la disminución ha sido del ochenta y ocho por ciento. Y lo peor es que parece que es inútil pensar en hacer algo. Porque no saben qué ha pasado, por qué ha pasado y, casi naturalmente, qué hacer.   
No es un fenómeno único. En muchas dimensiones de la población, de las costumbres, de las necesidades, de las actitudes, de las prácticas y… de la educación sucede algo parecido. Es corriente escuchar: ¿“Por qué ahora…?”, ¿“A qué se debe…?”, “¿Qué ha pasado que ahora sucede…?”.
No advertimos, pienso, en la hondura que produce en las costumbres (llamémoslo así) contemporizar, dejar pasar, no dramatizar, “¡no es para tanto!”, “¡eso se arregla solo!”… Y hemos aprendido a tragar.
Lo que condenamos ayer no nos parece tan malo hoy y aceptamos que tal vez sea bueno mañana. Cuesta ir contracorriente. No queremos pasar por intransigentes, no aceptamos ser “los únicos” que dicen ¡No! a lo que la mayoría está diciendo que… “Bueno” y algunos “Muy bien”.
La “costumbre” no es un fenómeno de crecimiento ni de mejora de la calidad. Es la cesión a la comodidad, a la inercia, a la identificación singular, a la natural dejadez… Cuando no a la cobardía, al instintivo dejarse llevar, a la insidia, al socavamiento de un edificio bien levantado. El criterio se tambalea, la voluntad desfallece.     
No dejarnos dominar por la somnolencia o la insensatez o despertar a tiempo debe hacernos prestar una atención optimista y creciente a la sublime misión que tenemos de consolidar personas cabales. 

viernes, 16 de octubre de 2015

Yangsi.

Hacia el suroeste de China está la provincia de Sichuan donde la pimienta, cuyo aroma se parece al de los cítricos, es - dicen - la mejor del mundo. Y en Sichuan está la aldea de Yangsi, cuyas referencias conoces sin duda. Pero por si acaso lo olvidaste, te recuerdo que hubo en esta pequeña población un hecho llamativo hace unas seis décadas. Los niños dejaban de crecer cuando llegaban a los cinco o seis años. Hoy cerca del cuarenta por ciento de la población lo forman habitantes que no miden más de 120 centímetros. El fenómeno cesó, pero nunca se supo su causa. Como es natural, las hipótesis apuntaron en todas las direcciones, aunque de ninguna de ellas, por muchos estudios que se realizaron, llegó la explicación del hecho. 
Este recuerdo me lleva a preguntarme: ¿cómo son las generaciones que nos siguen a nosotros, padres y educadores? ¿Tengo entre mis hijos, entre mis educandos, algún enano?  Y no me refiero a la estatura física, como comprendes. Causa admiración cómo crecen los muchachos y muchachas hoy. En seis décadas (y en mucho menos tiempo) las generaciones que han ido heredando nuestros puestos nos miran desde arriba con cierta satisfacción y nosotros las miramos desde abajo con cierto complejo. Dicen los entendidos que la media del aumento en la altura ha sido en los varones de unos once centímetros. Lo atribuyen, en gran parte, claro está, a las mejores condiciones higiénicas.
¿Y por dentro? Me refiero a lo más dentro del misterio humano. Si se pudiese usar el centímetro para comparar el crecimiento del “yo” personal, ¿qué diríamos? ¿Son los hijos más valientes que sus padres? ¿Más honrados’ ¿Más trabajadores? ¿Más fiables? ¿Más amables? ¿Más generosos? ¿Más estudiosos? ¿Más emprendedores? ¿Más obsequiosos? ¿Más educados?... Hay tantas demarcaciones en el fondo del ser humano que no acabaremos nunca de repasarlas. Pero sí nos corresponde advertir y confirmar que en alguna de esas regiones hace falta acompañarlos para que realicen un laboreo a fondo y saquen de sí lo que, sin duda, es germen de grandeza. “Del salón en el ángulo oscuro, de su dueña tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas como el pájaro duerme en las ramas, esperando la mano de nieve que sabe arrancarlas! lamentaba Bécquer.

viernes, 15 de marzo de 2013

La infinitud y... el vacío.



Acabo de leer una vez más el diálogo de un periodista francés, Victor.-M. Amela con un tuareg, Moussa Ag Assarid, que estudia – declara él mismo – Gestión en la Universidad de Montpellier.
Estoy seguro de que conocéis su contenido, pero es tan sencillo y tan noble, que he pensado que es bueno conservarlo como una brújula para ayudarme a no perder el rumbo en medio de mi desierto habitado.
Copio algunas de sus reflexiones. Bastan, sin comentarios, para hacerme pensar. Que es una las acciones que menos me cansan por lo poco que lo hago.  
“No sé mi edad. Nací en el desierto del Sahara. ¡Sin papeles!
El azul, para los tuaregs es el color del mundo. Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
Pastoreamos… en un reino de infinito y de silencio.
… No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
Allí todo es simple y profundo.
Hay muy pocas cosas ¡y cada una tiene enorme valor!
Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya lo es!
… vi el primer grifo de mi vida; vi correr el agua… y sentí ganas de llorar.
Lo que más añoro aquí… las estrellas.
Allí las miramos cada noche y cada estrella es distinta de otra…
Tenéis de todo, pero no os basta.
Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose!
¡Allí nadie quiere adelantar a nadie!
Aquí tenéis reloj. Allí tenemos el tiempo”.

viernes, 15 de junio de 2012

Democracia.


“… algunos que quieren vivir con espíritu de libertad si de algunos son reprendidos, ladran como perros, muerden como serpientes, se duelen con parturientes, diciendo malo a lo bueno y bueno a lo malo, verdadero a lo falso y falso a lo verdadero”.
Este escrito es viejo. Quiero decir que lo escribió alguien hace algún siglo. Era español y escribía pensando en sus compatriotas. Porque hace siglos había españoles (o así nos llamaban los ingleses, los franceses, los italianos, los portugueses… aunque en  su lengua) y compatriotas porque había patriotas, palabra hoy en desuso creciente.
El escrito es viejo y seguramente no se debe aplicar a este mundo en el que tantas cosas han cambiado: la cultura ha madurado, la estatura ha crecido, las miras son amplias de tanto como hemos viajado, las intenciones son puras después de los muchos procesos de desinfección como hemos sufrido.
Pero tengo que confesar que conozco a algunos (pocos, desde luego) que siguen ladrando como perros, mordiendo como serpientes, llorando como parturientes y viendo mal donde hay bien y bien donde hay mal, verdad donde todo es falso y lo contrario. Cuando son reprendidos, claro. O cuando les entran ganas de reprender. Que suele ser lo normal.
Dicen que les gusta vivir en libertad. Es difícil saber si les gusta vivir en libertad o con espíritu de libertad, como escribió el autor lejano. No hablan de democracia. ¡Menos mal! Este de la democracia es un concepto tan viejo como la vieja Grecia y que corresponde a una realidad en la que la libertad es un cuento. Más bien parece que de espíritu de libertad ¡no les queda nada! Les basta que haya libertad. Para ellos. Para juzgar, para morder, para ladrar, para llorar, para falsear… Pero ¡ay si les reprende! Porque entonces el embudo se convierte en el instrumento con el que defienden la libertad: “libertad para mí, pero tú no debes hablar: ni sabes qué dices ni por qué lo dices ni qué razón te asiste. Aquí el que manda soy yo. Aquí el que ladra, el que muerde, el que otorga verdad o falsía a los principios y a las doctrinas soy yo”.           
¿Os habéis dado cuenta de que el que más clama por la libertad es el que menos la cultiva? ¿Que el que impone la sinrazón es quien menos razón tiene? ¿Que el que blande la violencia ladrando, llorando, mordiendo, falseando es el que menos da?
Algo huele a podrido en Dinamarca” le decía con toda razón Marcelo a Hamlet. ¿No estaremos acostumbrándonos a tomar la podredumbre como alimento de nuestro destino?  

domingo, 12 de febrero de 2012

… Et moriente mori.


La vida de los grandes suele estar llena de grandeza. Aunque nos duele que a veces la grandeza vaya entretejida con algunos jirones de miseria. Esto viene a propósito de dos grandes. Uno, pintor y arquitecto, Rafael Sanzio de Urbino. Y otro, Pedro Bembo, eximio latinista y muchas cosas más, que veía en los escritos de Cicerón la perfección del Latín cultivado por él soberbiamente. Se conocieron y apreciaron, primero en Urbino y después en Roma, aunque Bembo superaba en 13 años la edad de Rafael.
La siguiente reflexión se reduce a un dato mínimo en su extensión, triste en su situación y grande en su contenido. Rafael había hurgado en su juventud en las entrañas de Roma. Con unos amigos, artistas y amantes de la cultura clásica, buscaban y copiaban los restos del arte antiguo de la ciudad. Se descolgaron en las ruinas vacías de la Domus aurea de Nerón, donde dejaron sus firmas con humo en los muros del palacio nunca terminado. Y de allí sacaron las pinturas “grutescas” que habrían de multiplicarse en las obras del Renacimiento.           
El que visita el Panteón de Roma queda tal vez anonado ante una obra tan perfecta y no advierte que allí, a la izquierda y a ras del suelo está la sepultura de Rafael. Y aun los que la ven no leen dos breves inscripciones de un especial interés.
La inferior aclara que el papa Gregorio XVI concedió que Rafael, muerto a los 37 años, fuese depositado en el arca de una obra antigua. Sin duda se creyó que era el cofre mejor para quien había sabido hacer moderno el arte de la lejana capital del Imperio.  
La otra inscripción es el breve, conciso y bello epitafio que le dedicó Pedro Bembo:
ILLE HIC EST RAPHAEL TIMVIT QUO SOSPITE VINCI RERUM MAGNA PARENS… ET MORIENTE MORI.
Los conocedores del Latín darán una traducción mejor que la mía, pero yo la adelanto para los que sólo estudiaron griego: Aquí está aquel Rafael a quien la Naturaleza temió mientras vivía y morir cuando él moría.
Y la reflexión que cierra estas líneas puede ser la siguiente. A pesar de que Bembo luchó por una lengua a la que llamó vulgar para que fuese común en toda Italia, a pesar de que Rafael llenó su mundo de en apariencia fácil belleza, no podemos consentirnos (ni consentir si hay alguien que nos mira y nos escucha) que la vulgaridad sea su Norte o nuestro Norte. La vulgaridad es hija de la vagancia, de la indiferencia ante la auténtica belleza, la auténtica conducta, la auténtica grandeza, la personalidad auténtica. Llenar nuestra vida de sucedáneos y el mundo en el que respiramos de camelos lleva a la inevitable decadencia de valores. Y con esa decadencia se provoca la decadencia irremediable de la Verdad.

viernes, 20 de enero de 2012

¡La crisis!

¡Viven! es el título de uno de los libros (se escribieron al menos 18) y películas (3; y 9 documentales) sobre la extraordinaria experiencia que vivieron los 14 supervivientes de un accidente aéreo. El 13 de octubre de 1972 el avión que llevaba 45 pasajeros de Montevideo a Santiago de Chile chocó contra los Andes. El 22 de diciembre (¡dos meses y diez días después!) los dos destacados desde la nieve a tierra habitada lograron tocar la vida y provocar el rescate. Me parece recordar que uno de ellos, comentando sus emociones, se avergonzaba de que en la primera comida que hizo le parecía comer como si no lo hubiera hecho nunca y no lo volvería a hacer.
La protagonista Scarlette O’Hara de la película Lo que el viento se llevó (1939, 5 directores, 239 minutos, 11 oscar y más cosas) decía con verdadero arrebato aquella frase tantas veces repetida “Pongo a Dios por testigo que jamás volveré a pasar hambre”.
Se me ocurre pensar que un hambre parecida fue hace unos años la inspiradora de la crisis económica, social, psicológica y moral que hoy nos aqueja. El hambre ciega. Pero esa ceguera produce espejismos que se eliminan con grave dificultad. Y en su secuela estamos.
Las madres (¡muchas madres!) se empeñaban en defender a sus hijos de la pobreza que ellas habían padecido. Y al concederles todo, hasta los desvaríos del capricho y las desviaciones de las adormideras, estaban minando la voluntad para optar, la capacidad para renunciar, la fortaleza para revestir la vida de la noble austeridad. El modelo del espartano, que asumía voluntariamente el dolor, todos los dolores, con tal de ser un digno vástago de la familia, un intrépido compañero de la lucha, un generoso hermano de la vida, una columna de una patria fuerte y orgullosa, se cambió por la propuesta de no sufrir:"¡Que no sufra!”. Como si alguien hubiese llegado a ser grande sin aguantar, humanamente rico sin ser materialmente pobre, fuerte sin haberse exigido un ejercicio duro y constante de violencia sobre sí mismo. 
Y las instituciones, mercados y prestamistas, se lanzaron a medrar facilitando atractivos y préstamos. Se compró lo que no hacía falta, se buscó lo que se había convertido en necesario porque necesario era lo que producía bienestar y placer. Se copió lo que hacía el vecino para no parecer menos que él, es decir, para no quedar mal, se superó lo que había hecho o comprado el vecino para quedar bien, para presumir, es decir, para parecer, para lucir y, si era posible (y si no era posible se hacía lo posible para que lo fuese) para deslumbrar.      
Todo eso fue minando la autenticidad. Uno no era lo que era, sino lo que parecía; uno no adquiría lo que necesitaba, sino lo que daba placer. Y se fue debilitando el sentido de lo justo, de lo recto, de lo esencial, de la verdad.
¿Valdrá el dolor de la crisis para poner atajo a la enfermedad?

jueves, 15 de septiembre de 2011

Buena Educación (4): Verse a sí mismo.

Antoine de Saint-Exupéry refiere lo que dijo la flor (lee el capítulo XVII) al Principito: - “¿Los hombres? Creo que existen seis o siete. Los vi hace años. Pero no se sabe nunca dónde encontrarlos. El viento los lleva. No tienen raíces”. A Sancho, que afirmaba que “muchos son los andantes”, - “Muchos - respondió Don Quijote - pero pocos son los que merecen el nombre de caballeros”.
Uno de los presuntos “caballeros” que han hecho más ruido en la historia, Napoleón Bonaparte, reposa en los Inválidos, construido por Brant y Mansart bajo la mirada atenta de Luis XIV. Allí colocaron años más tarde a Napoleón después de muerto y reivindicado. Y allí sigue. Pero nadie sabe dónde tiene la cabeza y dónde los pies, porque los seis ataúdes que lo encierran cubiertos por un gigantesco sarcófago de pórfido rojo simétrico, no son capaces de decirnos cuál es la orientación de su cuerpo. Eso les pasa a muchos. Que si lo tienen todavía, no saben dónde está su corazón ni hacia dónde se orienta. No tienen raíces.
 “La educación es cosa del corazón” - escribió un gran educador que supo educar porque quiso y supo amar y enseñó a amar. Para educarse hay que enfrentarse con el propio corazón y tomarlo con valentía para hacer de él el motor de la vida y del amor. Lo que pasa es que la monotonía de su latido constante (¡ah, la costumbre!), nos hace difícil definir su color, su calor y hacia dónde se orienta.
Acuérdome - decía Lazarillo de Tormes – que, estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía dél con miedo, para mi madre, y señalando con el dedo, decía. “¡Madre, coco!”... Yo, aunque bien muchacho, noté aquella palabra de mi hermanico y dije para mí: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos!”.
Huir de sí es una fuerte tentación. Pero ya es gran cosa haber descubierto que se tiene el corazón un poco turbio o un poco vacío. ¡Ojalá, en vez de huir, se nos ocurra que debemos limpiarlo o llenarlo!
Porque es el instinto el que nos lleva a ser egoístas, a ser ‘maleducados’. Pero hay en nosotros otro instinto, nacido de semilla divina que nos lanza a amar. Y para amar, a educarnos.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Buena Educación (3): Ser rey.


Se lee que Federico el Grande encontró a un viejo en un paseo. Como no le saludaba, le preguntó: - ¿Quién es usted? – Un rey, respondió el anciano. - ¿De qué reino?, volvió a preguntar Federico. - De mí mismo.
A lo mejor era verdad. O a lo peor se creía rey mientras vivía en la esclavitud de su egocentrismo.
El barniz de la “buena educación”, de la llamada “urbanidad”, de las buenas formas que ocultan un corazón encadenado por el egoísmo o seco por la indiferencia, no es la educación que debemos buscar.
Un  fino observador italiano, buen conocedor de España y de su lengua, según demuestra, escribía en 1736: “Al sentimiento bien acordado que gusta siempre de acordarse con cuanto dicta la razón le llamaron algunos armonía de ingenio; otros dijeron que era el juicio, pero regulado por el arte; otros, que cierta exquisitez de ingenio. Pero los españoles, más perspicaces en el uso de las metáforas que ningún otro pueblo, lo expresaron con este laconismo profundo: buen gusto”.
¿Será verdad? ¿Y habrá en nosotros algo más que perspicacia para las metáforas? Sentimiento y razón, armonía e ingenio, juicio y arte, exquisitez e ingenio, buen gusto.
Educación es, pues, buen gusto. Pero no sólo el gusto de la superficie, de lo accidental y caduco, de la epidermis. Sino, muy además y, si hace falta, sólo el que nace de lo hondo. “Por sus frutos los conoceréis”. El que produce buen fruto, buen gusto auténtico, es que lo lleva dentro.
El que tiene buen gusto - decía Isabel de Castilla - lleva carta de recomendación”. Y no se recomienda, al menos a la larga, el que despide de sí el hedor que hay más allá de la capa de gusto aparente. De Catón escribía Salustio que “prefería ser bueno a parecerlo”. Porque el hombre-hombre no busca parecer, sino ser.

viernes, 26 de agosto de 2011

Cruces.


La Kryžių kalnas (Colina de las cruces) se encuentra a unos siete kilómetros al norte de la ciudad industrial de Šiauliai, en Lituania. Uno no va a esa colina a contar sus cruces. Nadie lo sabe, aunque se supone que son más de cien mil.
Parece que las primeras se plantaron después de la batalla de Grünwald en 1410, contra la Orden Teutónica. Lituania era libre y defendía su independencia con la fuerza de la cruz, signo de libertad y sacrificio de la vida por defenderla
Pero no todo fue fácil. Quedó anexionada a la Rusia de Catalina II de Rusia en 1795 y reprimida en 1836 y 1863. Aumentaron entonces las cruces y el intento de eliminarlas. Estuvo sometida a los alemanes en la segunda guerra mundial hasta que la ocuparon los rusos en 1944. Y las cruces crecieron. Se niveló la colina y entre 1961 y 1975 y en distintas ocasiones se destruyeron las cruces que volvían a florecer.
En 1985 llegó la paz a la colina y después de la caída del muro de la división, la cruz volvió a ser la fuerza de la unión, de la hermandad, de la libertad y del amor. Las ideologías (¿existen?; ¿qué son?) no tienen nada que temer de las cruces, de la Cruz. Al contrario, deben acudir a ella si quieren ser algo para beber autenticidad. Porque, aparte de la referencia que tiene para la fe de los cristianos, que en ella depositan su amor a la bondad y grandeza de Cristo, es para cualquier hombre con sentido común que conozca su historia y su naturaleza, el instrumento con el que se saben capaces de defender la dignidad de las personas, la libertad de su grandeza, la capacidad de crecer en amor y entrega, el camino para levantar una sociedad en el respeto y la paz, la solidaridad mutua y la estima por los valores que la hacen merecedora de poder existir.