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domingo, 24 de septiembre de 2017

El resumen de una vida.

La personalidad, vida y trabajos de Steve Jobs la conocemos bien. Se le atribuyen estas reflexiones en el final de su camino aquí abajo.
"He llegado a la cima del éxito en los negocios.
A los ojos de los demás, mi vida ha sido el símbolo del éxito.
Sin embargo, aparte del trabajo, tengo poca alegría. Finalmente, mi riqueza no es más que un hecho al que estoy acostumbrado.
En este momento, acostado en la cama del hospital y recordando toda mi vida, me doy cuenta de que todos los elogios y las riquezas de la que yo estaba tan orgulloso, se han convertido en algo insignificante ante la muerte inminente.
En la oscuridad, cuando miro las luces verdes del equipamiento para la respiración artificial y siento el zumbido de sus sonidos mecánicos, puedo sentir el aliento de la proximidad de la muerte que se me avecina.
Sólo ahora entiendo, una vez que uno acumula suficiente dinero para el resto de su vida, que tenemos que perseguir otros objetivos que no están relacionados con la riqueza.
Debe ser algo más importante: Por ejemplo, las historias de amor, el arte, los sueños de mi infancia...
No dejar de perseguir la riqueza, sólo puede convertir a una persona en un ser retorcido, igual que yo".

martes, 19 de septiembre de 2017

Al final... lo importante.

Dios nos ha formado de una manera que podemos sentir el amor en el corazón de cada uno de nosotros, y no ilusiones construidas por la fama ni el dinero que gané en mi vida, que no puedo llevarlos conmigo.
Solo puedo llevar conmigo los recuerdos que fueron fortalecidos por el amor.
Esta es la verdadera riqueza que te seguirá; te acompañará, te dará la fuerza y la luz para seguir adelante.
El amor puede viajar miles de millas y así la vida no tiene límites. Muévete adonde quieras ir. Esfuérzate para llegar hasta las metas que desea alcanzar. Todo está en tu corazón y en tus manos.
¿Cuál es la cama más cara del mundo? La cama de hospital.
Usted, si tiene dinero, puede contratar a alguien para conducir su coche, pero no puede contratar a alguien para que lleve su enfermedad en lugar de cargarla usted mismo.
Las cosas materiales perdidas se pueden encontrar. Pero hay una cosa que nunca se puede encontrar cuando se pierde: la vida.
Sea cual fuere la etapa de la vida en la que estamos en este momento, al final vamos a tener que enfrentar el día cuando la cortina caerá.
Haga tesoro en el amor para su familia, en el amor por su esposo o  esposa, en el amor por sus amigos...
Trátense bien y ocúpense del prójimo.

martes, 7 de abril de 2015

Sans Serif.

Suvir Mirchandani, de origen indio y de 14 años, demostró en una competición de ciencias de su escuela secundaria, que el Gobierno estadounidense podía ahorrar 370 millones de dólares al año si dejaba de usar el tipo de letra Times New Roman y adoptaba la Garamond. Se trataba de cuidar el ambiente disminuyendo el consumo de papel y tinta (“… que es el doble de cara que el perfume francés”, dijo Suvir).
Estudió la frecuencia de los caracteres más repetidos a, e, o, t y r de los tipos Times New Roman, Garamond, Century Gothic y Comic Sans y comprobó que su distrito escolar podía ahorrar 21.000 dólares anualmente. Envió su cálculo a una publicación de investigadores jóvenes ampliándolo a los ámbitos federal y estatal con un ahorro anual de los 370 millones ya apuntados.
Los tipos sans serif (sin serifa, sin adorno, sin “gracias”, sin “cuento”…) usada en Inglaterra desde el siglo XIX, prescindía de adornos en sus extremos. Pero, además, presentaba un aire de sobriedad, claridad, seguridad y alegría que facilitaba tanto la escritura como su lectura. Y se ajustaba mejor a la impresión de carácter comercial.  
La letra sans serif (sin serifas, sin ribetes, sin gasto superfluo) puede ser, a su vez, de contraste, geométrica, grotesca, humanista, informal, híbrida, de terminación redonda, Bauhaus y ajustada.
Pero lo importante para nuestro objetivo son estas otras dos cosas. Que cuando un muchacho, una persona, tiene una mente creativa, inquieta, trabajadora, fértil descubre mundos nuevos que están escondidos para los que se alimentan de rutina, de indolencia, de dependencia y de vagancia.
Y que cuando el sentido de economía (que es “gobierno de la casa”, ¡de todo en la casa!) en la propia vida preside las intenciones, deseos, planteamientos, programas y ejecuciones desaparecen todas las formas de dispendio, despilfarro, derroche y ostentación que nos hacen más parecidos a los pavos reales o a los urogallos que a personas equilibradas. ¡Cuántas “serifas” habrán sisado lo esencial del patrimonio personal y familiar! ¡Cuántas falsas y cacareadas crisis de personas, familias, sociedades, empresas y organizaciones habrán nacido de las innumerables y a veces disparatadas serifas con las que han falseado y  pavoneado sus actos! ¿Y las veces que hemos dado unas perrillas al niño “para gastar”, educándole a que llene su vida de serifas?

martes, 5 de junio de 2012

Distributismo.


Suena poco y hasta parece que suena mal. Pero fue el nombre que Gilbert Keith Chesterton, su hermano Cecil e Hilaire Belloc dieron a una propuesta de justicia social que superase el racionalismo sin corazón, el cientificismo sin horizontes, el socialismo en todas sus formas de tijeras para la libertad, el liberalismo industrial sin alma y el capitalismo sin hígado. Hundían sus raíces, tal vez un poco ingenuamente, en la doctrina que el Papa León XIII había desplegado sabiamente en su encíclica Rerum Novarum.
E idearon una asociación a la que dieron el nombre de Liga Distribucionista en la que recibieron el eficaz apoyo del irlandés padre dominico Vincent McNabb, conocido ya por los lectores de estas Buenas Noches. Quedó elegido presidente – y lo fue hasta su muerte - el mismo Gilbert que puso al rojo su semanario G.K. Weekly (El semanario de G.K.) para difundir la iniciativa. En la primera reunión de la liga Gilbert fue nombrado presidente, cargo que ejerció hasta su muerte. Y se crearon delegaciones en Bath, Birmingham, Croydon,  Londres y Worthing.
El francés Peter Maurin, fundador del movimiento del trabajador católico y aliado con la sierva de Dios Dorothy Day, batalladora periodista norteamericana, continuaron  la obra.
Maurin proclamaba que era necesario que todo hombre tuviera su casa, cristianos, católicos o no: “Quienes ya tuvieran una, tenían que tener otra “Habitación para Cristo”, el hermano sin casa. Y Chesterton escribía sobre la “limosna” o, mejor, la ayuda al necesitado, afirmando que la diferencia entre un Católico y un Altruista es que el Altruista le da dinero a las personas que se lo merecen y el Católico le da dinero a quien no se lo merece, porque sabe que en un principio él no merece tampoco el dinero que tiene (¡Ojalá!).
Un hombre, trabajador y entusiasta como Chesterton, que murió a las 62 años después de haber escrito 80 libros, cientos de poemas, más de 200 cuentos, artículos y ensayos; que sufría, como otros miembros de su familia, temporadas de depresión; que fue atacado por su conversión al catolicismo y que defendió su decisión con el fervor de un misionero, bien vale como ejemplo para nuestra vida, muchas veces encerrada en nuestros mezquinos intereses y en proceso de ahorro para capitalizar con vistas a la vida eterna.

viernes, 20 de enero de 2012

¡La crisis!

¡Viven! es el título de uno de los libros (se escribieron al menos 18) y películas (3; y 9 documentales) sobre la extraordinaria experiencia que vivieron los 14 supervivientes de un accidente aéreo. El 13 de octubre de 1972 el avión que llevaba 45 pasajeros de Montevideo a Santiago de Chile chocó contra los Andes. El 22 de diciembre (¡dos meses y diez días después!) los dos destacados desde la nieve a tierra habitada lograron tocar la vida y provocar el rescate. Me parece recordar que uno de ellos, comentando sus emociones, se avergonzaba de que en la primera comida que hizo le parecía comer como si no lo hubiera hecho nunca y no lo volvería a hacer.
La protagonista Scarlette O’Hara de la película Lo que el viento se llevó (1939, 5 directores, 239 minutos, 11 oscar y más cosas) decía con verdadero arrebato aquella frase tantas veces repetida “Pongo a Dios por testigo que jamás volveré a pasar hambre”.
Se me ocurre pensar que un hambre parecida fue hace unos años la inspiradora de la crisis económica, social, psicológica y moral que hoy nos aqueja. El hambre ciega. Pero esa ceguera produce espejismos que se eliminan con grave dificultad. Y en su secuela estamos.
Las madres (¡muchas madres!) se empeñaban en defender a sus hijos de la pobreza que ellas habían padecido. Y al concederles todo, hasta los desvaríos del capricho y las desviaciones de las adormideras, estaban minando la voluntad para optar, la capacidad para renunciar, la fortaleza para revestir la vida de la noble austeridad. El modelo del espartano, que asumía voluntariamente el dolor, todos los dolores, con tal de ser un digno vástago de la familia, un intrépido compañero de la lucha, un generoso hermano de la vida, una columna de una patria fuerte y orgullosa, se cambió por la propuesta de no sufrir:"¡Que no sufra!”. Como si alguien hubiese llegado a ser grande sin aguantar, humanamente rico sin ser materialmente pobre, fuerte sin haberse exigido un ejercicio duro y constante de violencia sobre sí mismo. 
Y las instituciones, mercados y prestamistas, se lanzaron a medrar facilitando atractivos y préstamos. Se compró lo que no hacía falta, se buscó lo que se había convertido en necesario porque necesario era lo que producía bienestar y placer. Se copió lo que hacía el vecino para no parecer menos que él, es decir, para no quedar mal, se superó lo que había hecho o comprado el vecino para quedar bien, para presumir, es decir, para parecer, para lucir y, si era posible (y si no era posible se hacía lo posible para que lo fuese) para deslumbrar.      
Todo eso fue minando la autenticidad. Uno no era lo que era, sino lo que parecía; uno no adquiría lo que necesitaba, sino lo que daba placer. Y se fue debilitando el sentido de lo justo, de lo recto, de lo esencial, de la verdad.
¿Valdrá el dolor de la crisis para poner atajo a la enfermedad?

sábado, 24 de diciembre de 2011

Jesús Vivo.

Greccio es una pequeña localidad a mitad de camino entre Roma y Asís. Y cuenta Tomás de Celano, franciscano desde joven, historiador y poeta, en su Vita prima de San Francisco, que éste quiso en 1224, tres años antes de morir, celebrar Navidad en aquella ciudad, “rica en su pobreza”, por la religiosidad de su moradores. Lo narra en el capítulo XXX de su obra.
Hombres y mujeres llegan gozosos llevando cada uno una luz “para iluminar aquella noche en la que se encendió en el Cielo, espléndida, la Estrella que iluminó todos los días y los tiempos”. Llega Francesco: ve que todo está según el deseo que había manifestado y se le ve radiante de alegría. Se acomoda el pesebre, se pone la paja, se trae al buey y al asnillo… Greccio es un nuevo Belén. Se canta y se llenan el bosque y las rocas de alabanzas al Señor. “El Santo está allí, extático, frente al pesebre, con el espíritu vibrante de compunción y de gozo inefable”. 
Después de la Misa, Francisco, revestido con sus ornamentos de diácono “canta con voz sonora el santo Evangelio: aquella voz fuerte y dulce, límpida y sonora, arrebata a todos con deseos de cielo... con palabras dulcísimas evoca al recién nacido, Rey pobre, y a la pequeña ciudad de Belén”“uno de los presentes - sigue Tomás de Celano - hombre virtuoso, tiene una admirable visión. Le parece que el Niñito yacía sin vida en el pesebre, y Francisco se le acerca y le despierta de aquella especie de sueño profundo. Y la visión prodigiosa no se apartaba de los hechos, porque, por los méritos del Santo, el niño Jesús resucitaba en los corazones de muchos que lo habían olvidado y su recuerdo permanecía impreso profundamente en su memoria”. 
Así se nos cuenta la historia de aquel primer Nacimiento. Y nos queda el deseo de que la voz de Francisco, la voz de tantos gestos de bondad de nuestro Rey pobre, que tan bien conocemos, despierten en nosotros, en nuestros hogares, en el corazón de nuestros hijos, en el de nuestros amigos, la presencia viva de Jesús que sólo nos pide que se lo abramos para poder entrar en él y cenar con nosotros.